Eduardo Zapata

Lingua franca

Corrupción y cultura popular

Lingua franca
Eduardo Zapata
11 de septiembre del 2019

 

Un mototaxi. El chofer –sin siquiera la vergüenza de usar audífonos– habla con un interlocutor por el celular.

  • Ya te he dicho cómo es. Por acá no.
  • ¿No aprendes no? Para eso están los encuentros. Sabes dónde encontrarme para esos cobros extras.
  • ¿Qué no me encuentras? Siempre estoy ahí porque la vaina es ahí, pe. Tú ya sabes.
  • No me llames aquí. Toy con pasajeros. No te hagas, sabes cómo es la nuez.

Lingüísticamente se llama lingua franca a aquella que se desarrolla fundamentalmente en puertos o zonas comerciales. Para que se entiendan hablantes de distinta lengua materna, pero que tienen la necesidad de un código común para hablar esencialmente de negocios. No tiene otra aspiración.

La conversación que he transcrito ocurrió entre hablantes de español. Pero que requerían de un código encubierto porque los ´negocios´ no eran precisamente ´sanctos´.

¿Dónde estamos llegando? Reparemos particularmente en el uso de la expresión ´sabes cómo es la nuez´. Sin duda, algún ministro dejó ya su huella lingüística vergonzante. O no tan vergonzante, más bien diáfana y transparente. 

Estamos hablando de cutra y podemos hasta gritarlo. De hecho un serio programa periodístico diario –tal vez sin advertirlo– le rinde culto también a esta especie de ´gracia´ lingüística. Tiene un espacio final llamado justamente “Así es la nuez”.

El tema ya no es solo académico. Las linguas francas originales no están hechas para el enriquecimiento cultural. Solo para la transabilidad económica.

Pero ni siquiera molestarse en usar audífonos y enterar a los pasajeros de la ´nuez´ dice ya muy poco (o mucho) de una masa ciudadana que clama contra los ´corruptos´ (con razón), pero acude a esa corrupción como pan de cada día.

Pasarse una luz roja. Estacionar en lugar para inválidos sin serlo. ´Agilizar´ trámites en comisarías. Comprar rifas a la policía. Ser ´obsequioso´ con los secretarios en juzgados. Ofrecer el cuerpo a cambio de una nota. Plagiar una tesis y ´arreglar´ para luego pasar por ´héroe´ cívico…

Y podemos seguir. Seguir estudios y en vez de leer el libro que nos dejaron, acudir al “rincón del vago” para leer solo el resumen; hasta en maestrías. Reemplazar el objetivo final de un curso, que es generar pensamiento crítico, por palabrejas de dudosa precisión como ´competencias´ y ´habilidades´. Leer y repetir un telepronter que dice lo contrario de lo que pensamos. Infectar ministerios con consultorías de la nada. Saber que uno está siendo contratado en alguna institución por una elevada suma de dinero solo porque nuestra voz pública mañana servirá de bálsamo para algún candidato. Y no hablemos del cumplimiento de arbitrios, tributos u obligaciones.

¿Que se vayan todos? Gracias Pepe, gracias Mamani y Compañía. Aun cuando la diferencia de pronto es que uno come aún en el Club Nacional.

 

Eduardo Zapata
11 de septiembre del 2019

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