Carlos Adrianzén
Lima, la hermosa
No hay nada mejor que festejar con motivos fundados
Casi cinco siglos atrás, un 18 de enero, don Francisco Pizarro González fundó, “en las riberas del río Rímac y a cinco leguas del mar”, una nueva ciudad española al servicio del emperador Carlos V. Tres siglos más tarde, con la retirada de los españoles, Lima se consolidó como la capital de la novísima República del Perú. Algún lector descuidado podría retrucar que antes de la conquista española existieron en ese mismo espacio geográfico pueblos avasallados por los tanhuantisuyenses. Solo que –a falta de registros e ignorando a otros pueblos preincas que también conquistaron y el mismo espacio– dejo a la candidez personal eso de repetir Limamanta, una ficción impuesta por una dictadura reciente. Como provinciano que nació en Lima, dadas las condiciones sanitarias de su provincia, en estas líneas busco invitarlos a amar a esta maravillosa ciudad.
Conociendo su fortuna económica actual –producto del esfuerzo de millones de limeños y provincianos a lo largo de cinco siglos– tengo poco aprecio con las etiquetas propagandísticas: “la horrible”, “la fea”, “la gris”, “la sucia”, “la ajena”, etc. Encuentro estos adjetivos tan despreciables, aburridos y trillados como decenas de poses ideológicas sobre el Perú. Y es que –extrapolando a Lao Tse– no pueden odiar lo que no conocen.
Para enfocar la economía de Lima hoy me he tomado algunas libertades. La primera implica referirme a ella como el departamento de Lima. El agregado de Lima (aprox. 95%) y la provincia del Callao (aprox. 5%). La segunda, acotaré el lapso de análisis, por razones de disponibilidad estadística, al periodo 2011-2025. Y tercero, para obviar dispersiones coyunturales, enfocaré los promedios anuales de cinco quinquenios (usando una proyección optimista para el 2025).
Lima hoy
A pesar de los errores de todos los insólitos personajes que nos han gobernado (Toledo, Humala, Vizcarra, Sagasti o Castillo), Lima ha duplicado su escala económica en las últimas cinco décadas. En este periodo, Lima bordea el 48.6% de la producción nacional, registra el 34.7% de su población y su producto por persona anual habría saltado, en dólares constantes del 2015, desde 5,170 hacia 8,873. Para hacerlo sencillo, en este lapso la esperanza de vida al nacer de un limeño se elevó en la enormidad de siete años y la incidencia de pobreza se redujo, desde un tercio de la población, hacia cerca de un décimo el 2015.
El iqueño Abraham Valdelomar tenía razón. Económicamente hablando Lima lidera económicamente al Perú (ver Figura A)
Nunca fuimos menos pobres todos
Recientemente, hemos tenido muy malos gobiernos (no solo presidentes). Y como resultado de ello, el producto por persona de un peruano, respecto a una nación desarrollada, se ha ubicado consistentemente dentro de rangos muy bajos (ver Figura B).
En comparación con Suiza, por ejemplo, nuestro producto por persona se ha ubicado cercano al de la colapsada Cuba alrededor por debajo de la décima parte. Sin embargo, vale la pena recordar que, desde que aparecimos en la historia, un estimado cliométrico de este índice, entre la actualidad y el 1821, habría crecido cerca de diez veces. Nunca hemos sido más ricos. En los últimos cinco quinquenios –en dólares constantes– la producción real de un peruano se duplicó. Crecieron Lima y el resto del país, aunque el crecimiento del producto por persona de un habitante de fuera de Lima siempre resultó mucho menor (ver Figura B). Y esta es una pregunta clave para comprender el Perú actual: ¿por qué?
La explicación aquí requiere que entendamos lo obvio. Todos sabemos que la corrupción burocrática empobrece y destruye. Y deberíamos saber que –desde que existen estadísticas publicadas– la correlación nacional –y global– entre, su percepción (medida por Transparencia Internacional) o su control (estimado por el Banco Mundial), y la pobreza de un país resulta significativa y positiva.
Si hacemos una pesquisa estadística, encontraremos que las naciones más pobres resultan también las más corruptas en Latinoamérica, exabruptos estadístico-ideológicos aparte. Extender la pesquisa al caso de los departamentos peruanos y sus regiones resultaría particularmente esclarecedor. Las diferencias entre la calidad de las instituciones de cada departamento reflejan no solo su producto por persona o sus flujos de comercio. Reflejarían incluso los resultados de sus conteos de votos y la calidad de sus gobernantes y sus políticas públicas, locales y regionales. Bajo esta línea, Lima sería mucho más rica que el resto de regiones del país por su mayor calidad institucional. Ergo por su menor grado de corrupción, mayor eficacia burocrática u otras variables como el cumplimiento de la ley o la menor tolerancia a la violencia ideológica. Aunque los estimados peruanos de gobernanza son deplorables, la diferencias de PBI por persona que regiones como Lima serían menos institucionalmente deterioradas.
Lima, la envidiada
Si pues, Lima y los departamentos de la costa sur resultan las regiones más atractivas del país. Y los flujos migratorios dentro del país lo contrastan con nitidez (ver Figura C). Como en Venezuela, Nicaragua o Cuba la gente que puede migra. Se escaparía de la pobreza, en incumplimiento y la corrupción e ineficacia burocráticas.
La venganza de los progresistas
Pero todo no es felicidad. El llamado “milagro económico peruano” ha desaparecido. Una batahola de gobiernos de izquierda ha reducido severamente el crecimiento económico peruano, y esto se ha observado en mayor medida en Lima.
Desde la elección de Ollanta Humala a la fecha, la opresión estatal ha hecho que la inversión privada se reduzca, ergo, la producción limeña se estanque (de la mano con su producto potencial); y se regrese hacia mayor subdesarrollo económico. Sobre todo, en el departamento más exitoso: Lima. Donde el producto por persona –Gracias a Humala, Sagasti y Castillo, entre otros– cae en un enorme punto porcentual del similar suizo.
¿Por qué amar a Lima?
Existen todas las razones del mundo para amar a Lima. Pero me quedo con tres de ellas.
- La data peruana contrasta que el Perú no es solo política sino económicamente unitario. Cuando mejora Lima, mejora el resto. Los PBI agregados y por habitante de cada región y de Lima tienen una sólida asociación: en flujos y en tasas de crecimiento. Ninguno engulle al otro, como repite la izquierda, por razones obvias. Ellos medran presentándose como los defensores de los desvalidos y atrasados. Requieren electoralmente empobrecimiento y atraso. Lima parece resistirse a dibujar esta figura.
- Lima es un mucho mejor ejemplo económico que Cuba o Bolivia. Copiando su institucionalidad saltaría el desarrollo del resto de los departamentos del país.
- Pero si usted es más bien una persona resignada, defensora –eso sí– de los maltratados, a Lima hay que rescatarla. Desde hace una década, Lima está siendo atacada y postrada por sucesivas administraciones de ideología destructiva. Se financian, desde protestas hasta campañas electorales turbias, para dañarla. Es momento de defender el progreso de Lima. Éste traerá el progreso de todo el país. Como sabe cualquier experto en la dinámica de la reducción de pobreza, si se optimizan las instituciones, cuanto más pobre resulte un departamento, más rápidamente mejorará.
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