Jorge Varela
Lavín: la razón cínica y la utopía invertida
Se quiere apropiar de un espacio político ajeno

La actividad política se caracteriza por sus sorpresas, no solo por sus avatares. De manera que lo raro sería que no las hubiera; es decir, lo sorprendente sería que todo fuera predecible. Sirva esta introducción para desmenuzar las recientes declaraciones del personaje que en Chile aparece, hasta el momento, con la mejor opción de ganar las elecciones a fines de 2021 y llegar a la Presidencia del país austral. Joaquín Lavín es su nombre.
Ante la consulta de un periodista sobre si se definía como socialdemócrata, Lavín –quien siempre ha militado en la derecha– declaró que “Chile necesita un Gobierno de centro, con elementos de socialdemocracia”. Una respuesta que ha generado reacciones en la oposición de izquierda y en su partido (la Unión Demócrata Independiente, UDI). Dos días después publicó un artículo expresando que “siendo de centro derecha era capaz de salir de su trinchera e incorporar la mirada de la socialdemocracia en materia de rol del Estado y derechos sociales”. Al estilo de muchos gobiernos europeos. (artículo “Gobierno de convivencia nacional”. El Mercurio, 25 de agosto de 2020)
La razón cínica
¿Se está en presencia de una ilusión inconsciente, de una fantasía ideológica o de ‘una razón cínica’?. En Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk expuso la tesis de que el modo de funcionamiento dominante de la ideología es cínico. “El sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara”. La fórmula propuesta –de acuerdo con Sloterdijk, comentado por Slavoj Zizek– sería: “Ellos saben muy bien lo que hacen, pero aun así, lo hacen”. ¿Es este el razonamiento de Lavín?
Para ser rigurosos, no es la primera vez que Lavín provoca estruendos. En el pasado se confesó como “aliancista-bacheletista” (un híbrido político semejante a la cruza de un cerdo con una foca). Lo que está en duda, para sus seguidores y detractores, es el sector de pertenencia definitiva (el domicilio político registrado) de quien detenta la pole position en las preparatorias de la carrera presidencial que se acerca. O si se prefiere, existen muchas dudas respecto de su novísima proyección ideológica, del tipo de sociedad que quisiera construir y de la eventual ingobernabilidad que representa su relato populista poco convincente.
La estrategia del viraje laviniano
Un historiador de derecha escribió hace meses que en Chile el viraje desde mundos de derecha hacia el progresismo viene extendiéndose desde el siglo XX. Un viraje que delata ‘ansiedad culposa, si es que no temor a perder privilegios asumiendo posturas ajenas que en otras coyunturas críticas no han servido de mucho. “Hemos vuelto a los mismos dilemas de 1920, 1938, 1964, 1970, 1973 y 1988. Cualquiera sea la solución se requiere de una derecha no acomodaticia o aprobatoria… Siguen así y puede llevar a otros a asociarse de nuevo con la brutalidad de pura desesperación... Dudosa tesis, (ésta) la de evolución política” (historiador Alfredo Jocelyn-Holt, “La Derecha evolutiva”. La Tercera, 13 de marzo de 2020).
Hoy, más que ayer, es políticamente atractivo y electoralmente muy productivo postular como candidato presidencial de ‘derechas’ ubicándose presuroso en la vereda opuesta a la de proyectos valóricos de defensa familiar y programas económicos de gobierno con sabor a capital-liberalismo renovado; e invocando de modo impúdico su entusiasmo con posiciones pertenecientes al ideario de izquierda, sin sentir náuseas ni tener arcadas. ¿O será que su elasticidad le permite saltar hacia el huerto ajeno para convertirse en el candidato de ‘una derecha que no es’?
La utopía invertida
Se podría decir pues, evocando una frase de Norberto Bobbio, que se está ante el fenómeno extraordinario de “una utopía invertida”. Aunque también es posible sostener que esta movida de cercos hacia la izquierda es más propia de un ‘mutante ansioso’ que de un arrepentido de sus convicciones; o de un émulo de Saulo que camino a Damasco cae de rodillas, cegado por la luz intensa que alumbra desde lo alto.
El mismo Bobbio –según el sociólogo Antonio Leal– configuró el espacio político en vertientes, a partir de las cuales se ha actualizado su reconceptualización: las de extrema derecha, las de centro derecha, las de centro izquierda y las de extrema izquierda. Esta descripción sucinta del espectro en cuestión permite deducir que tanto en el campo de derechas como en el de izquierdas, hay sectores moderados y sectores extremistas, sectores partidarios de la libertad y de la democracia y sectores adscritos a concepciones totalitarias antilibertarias; así como acólitos de escuelas diferentes en el manejo de la economía. ¡Como para preocuparse de la credibilidad y afiliación de quienes podrían gobernarnos y de las manos temblorosas de conductores aprendices que quizás nos dirijan!: un clima nuboso que podría cambiar si de pronto emergiera un candidato sólido en el centro o en el centro de la extenuada centro-izquierda chilena.
Es que de repente la prognosis acerca de qué tipo de ‘animal político’ de derecha gobernará a Chile, durante los próximos tiempos, aparece conectada a una noción superficial y demasiado ancha de socialdemocracia. Una utopía devenida en ‘significante vacío’ por obra y gracia de un personaje que tiene la aptitud de disfrazarse camaleónicamente y de apropiarse de un guión que nunca ha sido el suyo.
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