Tino Santander
La tragedia de La Convención
Provincia a la que pertenece Camisea, tiene el gas doméstico más caro del país
La Convención es la provincia cusqueña más rica e importante, porque en sus tierras se encuentran Camisea, cuyo gas se exporta a precios viles por obra de los contratos que hizo PPK, curante el Gobierno de Toledo. La Convención ha recibido por canon y regalías aproximadamente S/ 6,500 millones, pero paradójicamente el 90% de la población no tiene agua, desagüe, hospitales, colegios, comisarías ni carreteras. Eso sí, tienen el gas doméstico más caro del Perú (S/ 52 soles por balón), y la tasa de tuberculosis y anemia más alta del Perú.
El gas de La Convención le ha dado al Perú aproximadamente US$ 8,000 millones; es decir aporta el 0.5% del PBI. Y el 40% de la energía eléctrica del país se produce gracias al gas de Camisea. Sin embargo, la provincia tiene un pésimo servicio eléctrico, que da la empresa estatal Electro Sur Este. Camisea generó en ventas más US$ 32,000 millones y ha promovido la renovación del parque automotor limeño, así como el funcionamiento de la industria minera y otras. Ha creado más de 45,000 empleos directos e indirectos.
Los periodistas Ebert Solís Alagón y José Calderón Torres han publicado una hermosa etnografía sobre el Megantoni, y a través de sus páginas hablan las comunidades nativas, los pescadores, los cazadores, el bosque, los migrantes andinos, los emprendedores, los agricultores de café, cacao y fruta. Son la voz de esos otros, ignorados por la inmensa mayoría de peruanos; incluso por los dirigentes políticos cusqueños, que desconocen el impacto económico, social y político de la explotación gasífera. La tragedia de la Amazonía cusqueña se asemeja a la de Loreto, que fue explotada cruelmente para después ser abandonada y tratada con indiferencia por el Estado, en épocas de crisis como la que estamos viviendo.
La Convención es cuna del sindicalismo agrario. La paradoja es que los hacendados de entonces no tenían mano de obra suficiente –por eso se dio una masiva colonización de la región–, y además no contaban con infraestructura vial para desarrollar una economía agroexportadora. Hoy los herederos de la reforma agraria son los pequeños y medianos parceleros: tienen tierras, pero sin acceso al crédito. Y los hacendados han sido reemplazados por el Estado burocrático y corrupto.
Los convencianos siguen soñando con el tren Cusco-Quillabamba; siguen pensando, como los viejos hacendados, en convertirse en empresarios agroexportadores. Ebert Solís me dice: “El minifundio ha atomizado la producción y la solución es la asociatividad. Pero nadie cree en las cooperativas ni en ninguna forma colectiva de organización social, por la corrupción de sus dirigentes”. Ahora, en épocas de la pandemia, La Convención está abandonada y hace una colecta pública para comprar una pequeña planta de oxígeno.
Todas las empresas del consorcio Camisea han traicionado al pueblo convenciano y a todos los cusqueños al negarse a colaborar con la esta recolección mendicante de las autoridades locales. La corrupción de sus dirigentes y la decepción popular permiten que la explotación gasífera sea un vil negociado de una minoría corrupta. Cito al gran historiador inglés Eric Hobsbawm: “Ya se ha dicho antes pero hay que decirlo otra vez: si algún país está maduro para la revolución social es Perú”. En el Perú la revolución social, va a empezar renegociando esos contratos leoninos del gas, democratizando el crédito, promoviendo la competencia e invirtiendo en infraestructura social y productiva.
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