Tino Santander
La tercerización del Gobierno
Cuando el Estado se convierte en un service de intereses empresariales
La tercerización o subcontratación es una práctica empresarial que consiste en delegar un servicio o trabajo que ella misma debería realizar. Sus objetivos son ahorrar costos, reducir salarios y acabar con los sindicatos. La incapacidad y corrupción del Gobierno lo ha obligado a imitar este despiadado modelo corporativo; por eso, sin ningún rubor ni vergüenza, el presidente Vizcarra anuncia que contratará al Gobierno inglés para iniciar las obras de reconstrucción del norte. Los británicos construirán 15 hospitales, 74 colegios, sistemas de drenajes pluviales en Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Áncash, Lima, Cajamarca y Huancavelica con una inversión aproximada de S/ 7,000 millones.
La construcción del Hospital Antonio Lorena en Cusco está paralizada. Fue abandonada hace más de cinco años por el Gobierno de Ollanta Humala, Nadine Heredia y Jorge Acurio. El Gobierno no sabía qué hacer y en su desesperación acudió al Estado francés para que termine las obras físicas y equipe el hospital, pero este anuncio hasta el momento no se concreta. El gobernador Benavente ha exigido, en un tímido arrebato de dignidad, que el centralismo limeño firme de una vez el contrato con el Gobierno francés. El ministro de Salud ha citado imperativamente al gobernador a su despacho, y el Sr. Benavente se ha puesto nuevamente a disposición del centralismo limeño, como solícito mayordomo de las cúpulas limeñas.
La incompetencia del presidente Vizcarra ha convertido al Estado en un service de intereses empresariales que se amparan en su Gobierno. La filosofía de esta nueva versión empresarial es que no importa qué Estado o gobierno lo haga, sino que se haga. El próximo Gobierno, para eximirse de responsabilidades, puede encargar a los británicos disminuir el inmenso déficit en infraestructura social y productiva, la educación a Finlandia, la salud a Alemania, los trenes a China o Francia, la infraestructura agraria a Israel, el transporte a Japón, el fútbol a Brasil o Argentina, los medios de comunicación a Estados Unidos.
La política es un service concebido a través del marketing. La mayoría de partidos políticos y sus dirigentes se conducen como mercancías de anaqueles de supermercados, creen que la publicad y el contrato de operadores políticos los ayudara a ganar las elecciones. Esta lógica mercantil es la que implementan en el Estado cuando llegan al poder. Hacen del Estado un puente para hacer negocios y servir intereses foráneos. Por eso, cuatro insolentes embajadores cuestionan un acto soberano del Congreso, tratándonos como una republiqueta sin dignidad. Y lo más grave ha sido la sumisa reacción del Gobierno y la mayordomil conducta del canciller frente a esta afrenta contra los peruanos.
La conducta del Gobierno refleja la baja autoestima de nuestra clase política y empresarial, que se siente disminuida, subordinada y menoscabada por los Estados desarrollados y las transnacionales. Representan el alma de los vencidos, son una tribu derrotada que no inspira a los peruanos, quienes ven en la rebeldía de Túpac Amaru, la heroicidad de Grau, Bolognesi y Cáceres, y de los comuneros andinos, la inspiración de sus vidas. La filosofía de la miseria, la piedad, es un enemigo de los pueblos libres que enfrentan su destino como un reto. Allí está la diferencia entre la inmensa mayoría y la clase política y empresarial.
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