Tino Santander
La revolución silenciosa
Masiva movilización popular y retorno a la economía de subsistencia
El Gobierno, por su incapacidad política para gestionar la crisis, ha creado las condiciones para que la inmensa mayoría se rebele silenciosamente. Los peruanos tienen hambre y salen a trabajar, como sea, para sobrevivir. Las multitudes están en los mercados y en las calles, policías y militares se disputan la autoridad en la vía pública, los gremios médicos y los trabajadores de salud exigen la renuncia del ministro por su manifiesta incapacidad y la prensa independiente denuncia actos de corrupción en la Contraloría General de la República, en la Fiscalía, en el Ministerio del interior y en el comando policial. El nuevo Congreso es peor que el anterior y tiene entre sus miembros un presunto drogadicto y un procesado por asesinato y violación de campesinas, que pretende cambiar la composición de la Corte Suprema que lo va a juzgar.
Los bancos y las empresas de servicios públicos amenazan a millones de deudores con embargos y corte de servicios básicos. Los gremios empresariales no quieren controles sanitarios. Los millonarios no quieren pagar impuestos, como lo hacen en Europa y Norteamérica. El Estado anuncia una serie de programas de reactivación económica que no funcionan. El ejemplo más evidente de esta incapacidad es la reconstrucción del norte, que no ha ejecutado más del 15% del presupuesto asignado. Millones de peruanos no tienen ingresos y están pasando hambre en sus casas, y el Gobierno no atina a nada serio, salvo erráticos anuncios con el periodismo comprometido con el régimen.
La inmensa mayoría no espera nada de los políticos, ni del Gobierno, ni de los empresarios que identifican con la Confiep. Tampoco quieren una revuelta como la chilena, en la que las multitudes se movilizan iracundamente quemando iglesias y bienes públicos para expresar su rabia contra la inmensa desigualdad de la sociedad mapocha. La revolución silenciosa está protagonizada por los migrantes que retornan a sus pueblos caminando para volver a la agricultura y la economía de subsistencia; esta masiva movilización popular va a enfrentar cercos sanitarios impuestos por las autoridades y las organizaciones sociales, además va demandar servicios públicos, y se generarán más conflictos sociales. En el Cusco se han organizado los deudores al sistema financiero y plantean condonaciones de intereses y prórrogas de pagos. Los peruanos van a afrontar el hambre y el desempleo como siempre lo han hecho: en la informalidad y conviviendo con el crimen organizado (narcotráfico, minería ilegal, contrabando, tala ilegal y lavado de activos).
Esta transformación silenciosa va a crear nuevas formas de organización social que reformarán el Estado. El Perú oficial no ve ni entiende este proceso que está en marcha. Los dirigentes y las organizaciones sociales se van a aliar con el crimen organizado para crear feudos y tribus políticas, como sucede en el VRAEM. Esta alianza se extiende sigilosamente en todo el Perú. La corrupción generalizada en los gobiernos regionales y municipales es incontrolable y nadie dice nada.
La historia señala que la rebelión de Túpac Amaru fue una de las más violentas de América Latina. A pesar de las inmensas desigualdades, las transformaciones sociales en el Perú no han sido sangrientas, como en otras partes del mundo. Pero esta revolución silenciosa que está desarrollándose no va a ser pacífica.
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