Tino Santander
La protesta silenciosa
Pueblo percibe que la clase política es corrupta
Las movilizaciones violentas en Chile, Colombia y Bolivia contra el sistema político y económico han repercutido fuertemente en el subconsciente del pueblo peruano. La protesta ciudadana en el país ha sido atenuada por la informalidad y la diversidad de demandas desarticuladas de los diversos países que conviven en el territorio peruano. Sin embargo, esto no ha impedido que se desarrolle una rabia e indiferencia silenciosa en la inmensa mayoría popular.
Los pueblos del Perú perciben que la clase política y empresarial es corrupta y que el Gobierno de Vizcarra es tan corrupto e ineficiente como los anteriores. Frente a esa realidad han optado pragmáticamente por aislarse de la política y rechazar no solo a los partidos políticos, sino a los medios de comunicación que sirven de voceros de todos los gobiernos que los subvencionan con la publicidad estatal.
Los peruanos no quieren movilizaciones violentas, no quieren quemar iglesias ni saquear comercios, por el momento, a pesar de la rabia contenida. Los peruanos no quieren seguir el camino venezolano, a pesar de los delirios de los conservadores y de los grupos de izquierda que cada día pierden peso político en la población. La inmensa mayoría está al margen de las cúpulas que desde Lima imponen con prepotencia sus intereses.
Aparentemente existe una calma chicha o un pasividad servil frente a la incompetencia gubernamental. Pero la gente está protestando silenciosamente con su indiferencia y desprecio por el sistema político. Por eso no les interesan estas elecciones congresales, y me temo que tampoco las del 2021.
Una manera de vengarse y de repudiar al Gobierno y al sistema es el voto en blanco y viciado, que según las encuestas podría llegar al 60% de la población electoral. En el Cusco este voto llega al 80%. Revertir este espíritu ciudadano va a ser muy difícil. Estamos ante una crisis de legitimidad, y frente a esa situación no queda otro camino que elecciones generales.
No hay gobierno, sino administración. No ver esta realidad no es solo ceguera, sino irracionalidad. La lucha fratricida por el poder está llevando al país a la degradación económica y política y al imperio de las turbas que agitan consignas demagógicas. Ha llegado el momento de escuchar a los ciudadanos. No olvidemos que las condiciones económicas y sociales de la insurgencia senderista están vigentes.
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