Eduardo Zapata

La proclama de la naturaleza

Mientras luchamos contra la pandemia

La proclama de la naturaleza
Eduardo Zapata
25 de marzo del 2020


La naturaleza parece estar devolviéndonos dramáticamente a ella. Esta vez una pandemia. Un virus capaz de leernos –como en la Edad Media– esa proclama. Virus pregonero de la vida y de la muerte.

Apenas en siete días de la llamada cuarentena, vuelvo a ver pequeños lobos de mar nadando y asomando sus simpáticos bigotes aquí cerca, muy cerquita de la playa, donde no hay la amenaza humana. Y veo en otras latitudes renos, osos y otras especies recuperando sus territorios. El cielo es más celeste que nunca. Y la contaminación del aire es menor. ¿No es acaso esto sostenible sin que una pandemia amenace nuestra especie? ¡Y son recién escasos días de para humana!

Mientras luchamos contra la pandemia, cabe decir que los supuestos ilustrados estamos dejando a las nuevas generaciones un mundo cansado física y espiritualmente. El cambio climático y una codicia sin fronteras –los organismos internacionales son meros espectadores– nos lo están diciendo. Casi gritando.

Y es que el racionalismo inercial nos ha llevado a una economía divorciada del ser humano, en la que lo único que importa es reducir costos para obtener los mayores beneficios. Y en la que hemos mantenido al viejo modelo de Estado como garante de un contrato social basado precisamente en la desaprensión respecto a la naturaleza y en la permisividad frente a la codicia. Así hemos también divorciado Estado de ciudadanos.

La pandemia nos debe hacer reflexionar. Es imposible seguir con el modelo político, social y económico que tenemos. Que no ha sido ni es neoliberal, sino mercantilista. Y cuya reforma –a nivel económico– debe continuar alentando el libre juego de la oferta y la demanda, pero acotado. Obvio que no por los fantasmagóricos organismos de supervisión existentes; simples puertas giratorias para que sus funcionarios ora estén aquí del lado del Estado, ora estén allí del lado de la empresa. Convalidando la codicia. 

Ahora que se discute la reforma política, conviene que se haga no escuchando los sabios consejos del ayer, sino pensando en la construcción de un Estado que concilie economía y vida y operatividad y eficiencia con lo que exigen los nuevos usuarios de ese Estado. Pronto ya la absoluta mayoría.

Es claro que no estamos haciendo un llamado a las recetas fracasadas en todo el mundo de economías dirigidas. Menos estamos pensando a la vuelta a empresas públicas o la simplonería de Cámara de Senadores o de Diputados. Estamos urgiendo una reforma política que conduzca a un Estado menos Borbón y más cercano a la solución de los problemas de la gente. 

Finlandia es un pequeño país. Con apenas 22 millones de hectáreas de tierras forestales. Esas tierras generan –en base a inversión, trabajo y productividad– 160,000 empleos y más de US$ 20,000 millones de producción maderera. Todo en un contexto de producción auto sostenible y respetuosa de la naturaleza. Aquí nuestra Amazonía tiene 782,000 kilómetros cuadrados de tierras por explotar. ¿Cuántos puestos de trabajo podría significar su explotación racional y sostenible y cuántos millones de dólares de producción significaría una ejemplar industria maderera?

Ese es el Estado que necesitamos: pequeño, ágil y eficiente. Una revolución burocrática, que propicie proyectos del tipo de Finlandia.

Eduardo Zapata
25 de marzo del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

Ya estamos grandecitos

Columnas

Ya estamos grandecitos

Se ha dicho aquí hasta el cansancio. Con Charles Morris y su se...

16 de mayo
Música y memoria

Columnas

Música y memoria

Las canciones se vuelven perdurables –y aun entrañables&n...

09 de mayo
Las escuelas populares en TV

Columnas

Las escuelas populares en TV

Ciertamente tengo buenos amigos políticos, periodistas y abogad...

02 de mayo

COMENTARIOS