La opacidad generada por Transparencia

 

En Perú convivimos con 30,000 leyes y 600,000 normas. Se estima que aproximadamente cada día se emiten 60 dispositivos legales más. ¿Cuántos conoce usted? Le advierto que no conocer la ley no nos exime de su cumplimiento (Art 109 de la Constitución). Sería interesante, además de analizar la gran cantidad de normas que existen, evaluar los efectos de la avalancha de leyes producida en los últimos años. No solo en sectores como la minería, la agricultura o la contratación laboral, sino también en cómo afectan al ciudadano.

A muchos parece no importarles lo que suceda con las personas que se despiertan a las 5 a.m. para ir a trabajar, pues consideran más importante legislar cualquier cosa, pero legislar. Y si uno no participa activamente de esta orgía de propuestas legislativas, es sometido a una dura crítica. Se leen comentarios increíbles por la falta de “productividad” de un congresista. Quiero proponerles cambiar un poco la perspectiva y preguntarle a usted, querido lector, si necesita 60 nuevas normas cada día. 

¿Será consciente la ONG Transparencia de que el Perú ocupa el puesto 128 de 138 países en el ránking de carga gubernamental del Foro Económico Mundial, según la data del 2018? ¡El Estado peruano produce una norma cada seis minutos! ¿Quieren más? ¿Acaso nuestro país se mantiene estable por el número de leyes que se dan al día? ¿No es más importante que la legislación sea clara y no contradictoria? Les pregunto: ¿prefieren una legislación que le añada costos al emprendimiento que tienen o prefieren una legislación que entiendan y que los ayude a progresar?

Un punto clave. En cualquier ley se indica que esta no irroga gastos al Estado. Es muy importante que no existan costos para el Ejecutivo; pero por otro lado, parece no importar que genere colas, pérdida de tiempo o dinero a las personas. A veces es necesario contratar abogados, contadores y especialistas de todo tipo para comprender las normas si uno tiene el coraje de buscar un mejor futuro en nuestro país. A Transparencia parece no importarle lo que detallo, especialmente en su informe sobre cuántas leyes produce cada congresista al año.

¿Por qué es tan importante atacar la sobrerregulación? Pensemos en una figura básica. ¿Cuál es la diferencia entre riesgo e incertidumbre? La primera es la descripción de lo que debe enfrentar un agente económico —ya sea pequeño, mediano o grande—, cuando decide comprometer sus recursos. Lo hace a su propio riesgo. Siempre habrá riesgos. Si, por ejemplo, decido dar volantines encima de una silla, yo asumo el riesgo de hacerlo.

¿Qué es entonces la incertidumbre? Que durante mis piruetas aparezcan dos personas y comiencen a realizar cambios súbitos en la posición de la silla. ¿Usted seguiría saltando sobre la silla o esperaría a que se vayan para seguir saltando? ¿O simplemente se baja de la silla y se va? Lo mismo sucede con la inversión. Las personas invierten en ellas mismas y asumen un riesgo, pero esperando que las reglas del juego sean claras y estables. En pocas palabras, que no venga un Estado a cambiar las reglas a cada rato. Se puede vivir con el riesgo, pero no con la incertidumbre.

Es gracioso escuchar a nuestros comunistas locales presentando los defectos del modelo económico, proponiendo un modelo socialista en su lugar. Creo que no se han enterado del fracaso de la Constitución de 1979. Un dato para sus asesores: según el Banco Mundial, bajo la Constitución de 1993 el Perú ha sido uno de los países que más ha reducido la pobreza en el mundo. 

Nuestros comunistas quieren cambiar lo que, sin lugar a dudas, está funcionando por un modelo fracasado. ¿Qué raro, no? ¿Usted lo permitirá? ¿Qué pretende la ONG Transparencia incentivando la sobrerregulación? ¿La destrucción de aquello que tan buenos resultados ha venido dando al Perú, y especialmente a los más pobres? ¿Es parte de un objetivo errado o de un simplismo infantil? Angelitos no son. Solo espero que no sea parte de este grupo de ONG que nadie ha elegido, que no pagan impuestos y que pretenden gobernar al país con agenda propia, contraria al proyecto que disminuyó la pobreza en números sin precedentes.

¿Se han preguntado qué hace un congresista? Obvio, me contestarán, dar leyes. Después de las cifras que les he presentado, ¿quieren más leyes? En su lugar podemos pensar en optimizar la labor de fiscalización del Parlamento, o podemos revisar anualmente el éxito de una norma en el logro de los resultados propuestos. Tal vez así nos demos cuenta de la ineficiencia y el despropósito de insistir en que los congresistas tengan que proponer leyes todo el tiempo.

¿Que se interrumpe a los ministros cuando se les llama al Congreso? Déjenme sonreír. No hay empresa en la que su gerente no se presente al directorio una vez al mes para explicar los avances en ventas, cobranzas, gastos y más. ¿Por qué no puede hacer lo mismo un ministro? Tiene la ventaja de no tener que explicar ventas y cobranzas, que toma un 70% del tiempo de un gerente. Si me respondes, ¿por qué no hacen lo mismo los congresistas?, con gusto, no tengo problemas.

Como presidente de la Comisión Especial Multipartidaria Encargada del Ordenamiento Legislativo (CEMOL) estoy trabajando para que en este periodo podamos pasar las primeras 1,064 normas en desuso, lo que ya está listo para ser discutido en el Pleno del Congreso, e inmediatamente proceder a un segundo lote similar.

La informalidad (arriba del 70%) en nuestro país debería ser el principal tema de agenda en el Congreso. Pero esta ha sido tergiversada, y para revertirlo tenemos que revisar rigurosamente la calidad de lo que legislamos. Evaluemos las propuestas en base a su utilidad y efecto en la vida de los ciudadanos.