La ominosa cadena arrastró

Tal vez haya sido inadvertido porque se trató de un suceso tras una noticia deportiva. Tal vez porque en los deportes –y particularmente en el fútbol– estamos habituados a oscilar entre las euforias después de un triunfo o depresiones transitorias ante una derrota. Pero precisamente quiero destacar la actitud y voz final de los jugadores de la selección Sub 23 tras su triunfo ante Chile por 1 a 0. Una actitud esperanzadora en la voz de la juventud.

Ocurre que los jugadores, terminado el encuentro, se confundieron en un abrazo y como equipo lanzaron una expresión equivalente a decir “Esto es el Perú”. Y una prensa tal vez agónica por resultados resaltó más el 1 a 0, a algunos jugadores ciertamente muy destacados y entonces haya pasado desapercibido más bien lo que se ha convertido para muchos peruanos en razón o sinrazón de la vida: la esperanza.

Tal vez haya sido también porque se trataba del gesto de unos jovencitos frente a un logro. Porque de hecho estamos más que acostumbrados a recibir noticias acaso tristes sobre nuestra juventud. Drogas, delincuencia, falta de empleo, violencia y otras. Pero quiero resaltar nuevamente no tanto el resultado del juego sino precisamente esa actitud. De auto esperanza y esperanza. Pareciese ser que frente a la letanía de las derrotas enrostradas, nos contentamos con constatar el resultado inmediato de un partido. Pero la actitud y poses grupales de ese grupo de jóvenes merecen ser valoradas no tanto como un vaso medio vacío sino como un vaso medio lleno.  

Porque más allá del resultado, entonces conviene detenerse en la actitud y las voces. Porque la esperanza sería un signo de la reserva moral no solo de estos jóvenes sino de gran parte del pueblo peruano frente a las adversidades. La misma actitud subyacente que lleva a los hinchas peruanos a asistir a eventos deportivos –en todo el mundo– para alentar a deportistas. La misma actitud que hace que los peruanos que triunfen en deportes más o menos conocidos terminen siempre, casi siempre, ondeando su bandera o casi envolviéndose en ella.

Pareciese estar lejos. Pero en el año 2009 el Tribunal Constitucional de aquel entonces declaró ´apócrifa´ la estrofa aquella del Himno Nacional que empezaba diciendo: “Largo tiempo el peruano oprimido / la ominosa cadena arrastró/condenado a una cruel servidumbre / largo tiempo en silencio gimió. /Mas apenas el grito sagrado / Libertad en sus costas se oyó / la indolencia de esclavo sacude / la humillada cerviz levantó”.

Y dicha estrofa fue reemplazada por aquella que hoy se canta y que empieza diciendo: “En su cima los Andes sostengan / la bandera o pendón bicolor / que a los siglos anuncia el esfuerzo / que ser libres por siempre nos dio / a su sombra vivamos tranquilos / y al nacer por sus cumbres el sol / renovemos el gran juramento / que rendimos al Dios de Jacob”.

El hecho de reemplazar “la ominosa cadena arrastró” no significa negar extensos períodos de dolor. Y uno en particular que sigue siendo un dolor particular: el estado de nuestra educación. ¡Qué poco hacemos aún por ella! Y entonces la ominosa cadena –sin ser nombrada- sigue existiendo particularmente en el ámbito educativo. Donde la juventud y gran parte de los peruanos depositan precisamente esperanza.

Los indicadores políticos, sociales y económicos pueden ser para muchos racionalmente desalentadores. Pero con nuestros niños y jóvenes debemos empezar a romper esa ominosa cadena. Porque en el fondo no nombrándola terminamos por perpetuarla y frustrar a esa reserva moral que merece y debe ser aprovechada.