La narrativa breve de Paul Bowles

Nacido en Nueva York en 1911, Paul Bowles fue un autor de culto para varias generaciones de escritores; especialmente para los beats, que lo tenían como maestro y modelo de vida. Músico de profesión, discípulo de Aaron Copland, Bowles lo abandonó todo para dedicarse a recorrer el mundo, y después de conocer Latinoamérica, Europa y Asia estableció su residencia definitiva en Tánger (Marruecos). Ahí está ambientada casi toda su obra narrativa, desde la novela El cielo protector (1949) –llevada al cine por Bertolucci en 1991- hasta sus últimos libros de relatos, como El tiempo de la amistad (1979). Murió en 1999, en Tánger, y fue sin lugar a dudas, uno de los mejores cuentistas de todo el siglo XX.

Los relatos de Bowles suelen presentar a viajeros “nazarenos” (término que emplean los musulmanes para designar a los occidentales) enfrentándose a la agresividad y dureza de los desiertos africanos, y también a costumbres y culturas casi imposibles de entender para ellos. Estos viajeros se convierten, por eso, en seres solitarios y desamparados, arrastrados por un destino violento y trágico. Eso sucede en “Un episodio distante” (1945), uno de los cuentos emblemáticos de Bowles, en el que un profesor de lingüística –quien viaja estudiando los dialectos del norte de África– es capturado por una caravana de delincuentes que lo someten a las peores torturas y vejámenes, incluso le cortan la lengua, para después venderlo como una especie de mascota monstruosa.

La crueldad y el horror de este y otros de los más conocidos cuentos bowlianos –“Delicada presa” o “Mal de ojo”– llevaron a la crítica a calificar al autor de “el único comerciante del neogótico africano”; una especie de mezcla de Edgar A. Poe con Albert Camus, como afirmara acertadamente el crítico español J. J. Armas Marcelo. Pero el narrador norteamericano solo usaba lo cruel y violento como medios con los que dar expresión literaria a una problemática de índole abiertamente existencial. Ya en su primera novela explicaba su poética con una cita de Kafka: “A partir de cierto punto ya no cabe posibilidad alguna de retorno. Ese es el punto que es preciso alcanzar”. Es interesante notar que los personajes de Bowles, como los de las grandes tragedias clásicas, llegan a este punto sin retorno no como consecuencia del azar sino de una decisión propia.

Lo que da más vigencia a la obra de Bowles, tanto a su narrativa como a sus libros de viajes y autobiográficos –Cabezas verdes, manos azules (1963) o Diario de Tánger (1991)– es el énfasis puesto en las diferencias y dificultades de comunicación entre la cultura occidental y la musulmana, uno de los problemas más acuciantes de la actualidad. Sobre este tema ha escrito algunos cuentos memorables, como “El tiempo de la amistad” que narra la relación entre Fräulien Windling, una madura profesora europea, y un adolescente marroquí. Sin excesos de violencia ni melodrama, con una mirada fría y objetiva, Bowles cuenta diversos episodios de esa amistad tierna pero llena de malentendidos. Y el posible trágico final de la historia apenas queda sugerido.

En la misma línea intimista, que muestra la versatilidad narrativa de Bowles están “Parada en Corazón“, “Páginas de Cold Point”, y especialmente “Los campos helados”, el más occidental de sus relatos, que cuenta lo que sucede en la cena navideña de una familia norteamericana de clase alta. Detrás de los buenos modales y regalos, se señalan, con la misma objetividad pero en clave irónica, todo la hipocresía y los prejuicios de sus personajes. También escribió relatos atípicos y varios cuentos fantásticos –“Allal”, “El Atlájala”, “Visita inoportuna”– de excelente factura, que muestran las grandes aptitudes y la maestría alcanzada por Bowles en el difícil arte de la narrativa corta.