Javier Agreda
El arte de lo breve: los cuentos de Rivera Martínez
Reseña del libro “Edgardo Rivera Martínez. Cuentos completos”

Reconocido hoy como uno de los narradores más importantes de la literatura peruana contemporánea, Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933 - 2018) no siempre gozó de gran visibilidad. Durante décadas fue un escritor apreciado por una minoría de lectores, ya que sus primeros libros —casi todos volúmenes de cuentos— aparecieron en ediciones limitadas y de escasa circulación. La situación cambió recién en los años ochenta, con Ángel de Ocongate y otros cuentos (1986), y sobre todo con la publicación de su novela País de Jauja (1993), elegida en una encuesta de especialistas como la obra narrativa más importante de la década del noventa. Desde entonces, su nombre quedó ligado no solo a la novela, sino también al cuento, un género al que dedicó más de medio siglo de escritura. Esa producción se reúne ahora en Edgardo Rivera Martínez. Cuentos completos (Random House, 2025).
El libro recopila sesenta relatos pertenecientes a siete libros, desde El unicornio (1963) hasta A la hora de la tarde y de los juegos (2006). En todos ellos se aprecia la obsesión del autor por el ritmo y la musicalidad de la prosa: frases cuidadas, de cadencia envolvente, que atrapan al lector con un efecto casi hipnótico. Esa cualidad fue notada tempranamente por la crítica. Ricardo González Vigil, en 1978, destacaba “la prosa rítmicamente elaborada y la magia musical de la frase” de Rivera Martínez. Pero más allá de este rasgo compartido, los cuentos recorren registros diversos y abren un abanico temático que da cuenta de la amplitud de su obra.
En un primer momento destacan los relatos de filiación andina, de tono realista pero impregnados de lirismo. Allí el autor retrata la miseria, el desamparo y la resistencia de los pobladores serranos. “Vilcas”, escrito en 1956, presenta el peregrinaje de un niño huérfano a través de un paisaje árido y hostil, en un registro que evoca las visiones desoladas de Juan Rulfo. A este universo se suman otros relatos que amplían el horizonte social: la vida de la familia campesina como herencia de los ayllus (“Adrián”), las luchas de mineros y agricultores (“Marayrasu”), o la persistencia de mitos que funden lo prehispánico y lo occidental (“Amaru”). Esa fusión alcanzaría una expresión particularmente lograda en Ángel de Ocongate (1986), libro fundamental de su trayectoria.
A la par de esa línea, se observa otra evolución marcada por las experiencias académicas y vitales del autor. En ella aparece la ciudad como escenario, tratada con el mismo realismo atento a los detalles de la vida cotidiana (“Historia de Cifar y de Camilo”). Pero también se consolidan los elementos fantásticos y mágicos, apenas insinuados en sus primeras obras, hasta volverse centrales. Así surgen relatos urbanos de gran fuerza como “Una flor en la plaza de la Buena Muerte”, “Flavio Josefo” o “A lo mejor soy Julio”, incluidos en Atenea en los Barrios Altos (1986). A este registro se suman cuentos de carácter metatextual, en los que la narración reflexiona sobre sí misma y sobre los límites entre lenguaje, ficción y realidad: “Lectura al atardecer” o “Un hombre sin pies ni cabeza”, ambos de 1997.
Ya en el siglo XXI, Rivera Martínez publicó tres libros de cuentos, entre los que destaca Danzantes de la noche y de la muerte (2006). Allí los protagonistas, seres marginales dentro de su entorno, acceden de manera inesperada a mundos alternativos que les permiten encontrar un espacio de pertenencia. Ese “escape”, sin embargo, nunca es evasión gratuita: constituye una forma de búsqueda personal, un retorno a las raíces, a los mitos y a la memoria cultural, que en la obra de Rivera Martínez siempre se enlaza con lo andino.
El mapa completo que traza esta recopilación permite apreciar las distintas vetas de Rivera Martínez: el realismo andino, la exploración de lo urbano, la apertura a lo fantástico y la experimentación metanarrativa. Cada una de ellas está sostenida por una prosa rigurosa, atenta a la cadencia de las palabras, y por una visión literaria que se resiste a encasillamientos fáciles.
En el prólogo de este libro el mismo autor compara el cuento con un cristal de roca: “ambos, mineral y obra en prosa fijados ya en su forma definitiva, van adquiriendo nueva y particular vida, el uno con los rayos de la luz y la mirada, y el otro con cada lectura” (p. 17). Esa reflexión funciona como una clave de lectura para entender la vitalidad de su obra cuentística, siempre abierta a nuevas resonancias.
Edgardo Rivera Martínez. Cuentos completos es una invitación a recorrer el itinerario de un narrador singular, capaz de tender puentes entre mundos aparentemente irreconciliables —lo andino y lo occidental, lo real y lo fantástico, la tradición y la modernidad— y de transformarlos en materia literaria de primer orden. La lectura de este volumen confirma que Rivera Martínez no solo fue uno de los novelistas centrales del Perú contemporáneo, sino también un maestro del cuento, un autor que encontró en la brevedad narrativa un espacio privilegiado para desplegar la riqueza de su imaginación y la intensidad de su estilo.
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