Eduardo Zapata

La marcha del hambre

Para convertir la adversidad en una oportunidad

La marcha del hambre
Eduardo Zapata
29 de abril del 2020


El
liquid paper ya casi es cosa del pasado. Como los toscos borradores con los que los niños y jóvenes pretendían evanescer sus errores en un examen, dejando huellas que más bien laceraban el propio papel. Hoy no importa. A falta del delete, se tacha no más. Dejando huella imperecedera de la incertidumbre ante la situación planteada. Error o errores que jamás serán admitidos, por supuesto.

En nota anterior hablábamos de los mecanismos de defensa. Ante signos más que evidentes de adversidad o problema, se prefería la negación. Aunque ella reflejase aun un mecanismo defensivo lindante con la patología. “Mejor digo lo que todos dicen”. Cierro los ojos y como canchita mientras todo transcurre. Como si con ello desapareciese la adversidad.

Y tornamos a los signos del coronavirus, a los signos de nuestra actitud social ante la pandemia y al concepto de percepción de individualidad vacía del que hablábamos: muchos se han dejado expropiar el juicio racional individual por la industria mediática.

Pero negación es represión. De racismo, clasismo, conveniencias o mezquindades. Y negación y represión generan violencia. Que encuentra su expresión en estos últimos días en la censura feroz y desproporcionada a toda crítica o falencia en torno a la lucha contra la pandemia. “No critiques si no propones soluciones” es manifestación lingüística de lo anteriormente dicho.

Pero esta nota no pretende ahondar en conductas sociales patológicas ni tampoco en los errores del Gobierno para hacer frente a la crisis. Todo lo contrario. Queremos advertir cómo por cerrar los ojos –y hasta insultar– podemos estar obviando oportunidades que la adversidad misma nos plantea.

Hace pocos días hemos asistido a unas marchas de la ciudad al campo. Se les ha vituperado por la posibilidad cierta de extender el contagio. Pero se trataba de marchas motivadas por el hambre, de seres humanos que se veían obligados al éxodo y que pudieron ser atendidos con presteza y la debida humanidad para aprovechar –de una vez por todas– convertir la zona rural andina en tierra de oportunidades y no de perpetua pobreza. Asistencia técnica, riego tecnificado, sembríos orgánicos y producción para mercados sofisticados. 

Convertir la marcha por el hambre en un input para que una institución como Reactiva Perú convierta la adversidad en oportunidad, la pobreza en germen hasta de riqueza y –de paso– saldar una deuda histórica que el Estado tiene con las comunidades andinas y selváticas. Estas podrían convertirse, si nos guiamos no por la negación sino por la afirmación, en propietarias de una gran industria maderera. 

Finalmente todo pasa por una reconversión de nosotros mismos. Vivir en la negación o adoptar el pecado de la mujer de Lot que, por mirar atrás, se convirtió en piedra no es el camino.

Eduardo Zapata
29 de abril del 2020

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