Tino Santander
La maldición de los virreyes
No tenemos Gobierno, sino una administración virreinal
¿A quién de los diez millones de peruanos que no tienen agua ni desagüe le importa si al fiscal de la nación Chavarry se va o se queda o si Vizcarra sube o baja su popularidad? A esos diez millones no les afecta, ni tampoco a la inmensa mayoría que sufre necesidades agobiantes; a esos peruanos no les interesa la suerte de Chavarry ni de Vizcarra, representantes de un Estado desacreditado desde hace tiempo, que no sirve y encima miente porque no cumple lo que ofrece. La respuesta a esta catástrofe social exige una transformación y la presencia de nuevos dirigentes que enfoquen sus energías en la solución de los problemas que sufre la mayoría. Es la ética política que hoy el Perú demanda, contraria a la de quienes se pelean como aves de rapiña por el poder.
Pablo Reyes y Abel Cruz son dirigentes sociales con quienes nos hemos movilizado en marchas por el agua y otros servicios básicos en todos los conos de Lima metropolitana. Ellos me han llevado a conocer y participar en sus luchas, y hemos llegado hasta zonas cercanas al Palacio de Gobierno; Palacio en el que, según Pablo Reyes y Abel Cruz, los presidentes que lo habitan experimentan la maldición que los convierte en virreyes de un reino inexistente. “La maldición los obnubila y se comportan allí como virreyes de un país colonial que no existe”, me explican indignados.
Millones de peruanos no existen tampoco para el llamado cartel mediático, ni para los gremios empresariales, ni para el elitista espacio académico e intelectual, ni para un gran sector de la Iglesia católica o de otras confesiones religiosas. Es como si la maldición virreinal también los hubiera poseído haciéndolos actuar con gesto arrogante y distante, ignorando a los pobres.
Los dirigentes sociales están cansados de enviar memoriales, cartas y petitorios al presidente de la República, al Congreso, a los alcaldes, al ministro de Vivienda, a la ineficiente Sedapal, incluso al ministro de Economía, que niega siempre el dinero para las obras de agua y desagüe. “Ellos si tienen dinero y roban, pero a nosotros nos niegan el agua con informes técnicos que no comprendemos”. Los dirigentes de Villa María del Triunfo me cuentan, sin tapujos: “Sedapal es botín de los partidos políticos que se disputan la empresa cada cinco años y prometen darle agua y desagüe a millones de peruanos y no cumplen. Estamos hartos de tanta mentira y corrupción”.
Les pregunté si ellos creen que privatizar Sedapal, sería la solución, como plantea el Gobierno de Vizcarra. Todos dijeron “no” al unísono. Porque el agua, expresaron, sería muy cara. Ellos pagan ahora el agua más cara del país: diez soles por metro cúbico. Víctor Ávila –dirigente de Villa el Salvador-, me confió: “No te olvides que en los años ochenta Sendero Luminoso y el MRTA desataron una guerra contra el Estado y usaban el argumento de la pobreza extrema. Y eso no ha cambiado, todo sigue igual. Los políticos —argumenta Víctor Ávila— siguen en sus peleas para saber quién es más ladrón, y nosotros sabemos que las broncas de los fiscales, jueces y congresistas son floro para encubrir a otro choro. Siempre ha sido así”.
El Perú no tiene gobierno, sino administración burocrática virreinal. La maldición de los virreyes debe ser conjurada por la sociedad peruana moderna. Los peruanos tenemos como tarea formar un nuevo Estado capaz de ser reconocido y respetado. Es el gran desafío del siglo XXI para salvar la unidad del país.
COMENTARIOS