Tino Santander

La izquierda está perdida

La izquierda está perdida
Tino Santander
25 de abril del 2017

Extraviada políticamente, apoya a dictadores como Maduro

La izquierda peruana  es por naturaleza infantil, autista y variopinta. La mayoría de partidos, grupos o colectivos de izquierda se reclaman líricamente la vanguardia de la revolución y herederos del pensamiento de José Carlos Mariátegui. Sin embargo, no han entendido que el socialismo es libertad y democracia, y un socialista democrático jamás rinde culto o defiende soterradamente a las dictaduras que  oprimen a sus pueblos. Por eso, apoyar a Nicolás Maduro es un crimen más que un error político.

En los últimos años del siglo XX (1970-1995), la izquierda hegemonizó el movimiento popular y estudiantil. La variedad de partidos y grupos que querían hacer la revolución bajo la inspiración de la revolución rusa, china, vietnamita y cubana ilusionó a la juventud universitaria, que tenía ansias de justicia social y que románticamente quería imitar al Che Guevara.

Miles de jóvenes perdieron sus vidas, sus familias y la posibilidad de aportar al desarrollo del Perú por la utopía socialista. No querían ver que eran peones de las grandes potencias que se disputaban el mundo en la Guerra Fría. En las universidades  la consigna era: “La revolución sin las armas no es revolución”, porque el camino electoral convertiría a la izquierda en el sostén del establishment; como ocurrió con el Apra, que pactó con la oligarquía representada por el banquero Manuel Prado en 1956, perdiendo su identidad insurreccional.

El inicio de la violencia senderista, en mayo de 1980, los puso en la encrucijada de ser consecuentes con la prédica de la lucha armada. Sin embargo, la respuesta fue la ambigüedad y vivieron entre la condena y la tolerancia con los “compañeros alzados en armas”. Esa actitud los alejó completamente de los sectores populares. Además, erróneamente idealizaron la pobreza como argumento para la revolución, y no se dieron cuenta de la naturaleza emprendedora del pueblo peruano.

Fueron millones de emprendedores informales  los que crearon un país para ellos, al margen del Estado y sus elites. Fue  la masiva migración provinciana a la capital la que la transformó en la ciudad de “todas las sangres”, como lo profetizara José María Arguedas. Esta revolución social silenciosa no fue comprendida por la izquierda ni la derecha liberal. Por eso la izquierda fue desplazada de los sectores populares.   

En este momento, los viejos revolucionarios de izquierda están ciegos porque no ven a los millones de peruanos que no tienen agua ni desagüe, ni a los campesinos que no tienen crédito agrario (no se dan cuentan de que no hay política agraria). Tampoco ven a los millones de peruanos que pagan intereses altísimos por las tarjetas de créditos. Parece que no saben que la salud pública ha colapsado, que la regionalización es una farsa de mafiosos, que el gobierno no quiere renegociar el contrato de Camisea y quiere seguir regalando el gas a precios viles. No entienden que el desarrollo pasa por disminuir el déficit en infraestructura, y que la reconstrucción del norte del Perú puede convertirse en un negocio privado al margen de la población.

Entonces, ¿Dónde está la izquierda?  Luchando en el Congreso por los derechos civiles de las minorías LGTB. Además  se han convertido en los fuegos artificiales del gobierno contra el fujimorismo autoritario. Extraviados políticamente, no entienden que los comandos Chavín de Huántar son soldados del pueblo que realizaron una operación militar exitosa que es elogiada mundialmente. No reconocerlo es una torpeza política que los descarta como una opción sería de poder en el 2021.  

 

Tino Santander Joo

Tino Santander
25 de abril del 2017

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