Tino Santander
La igualdad ante la ley
Y no las fantasías rosadas del Gobierno y los caviares limeños
Escribo como antropólogo que cree en el Estado de derecho; es decir, en el imperio de la ley sobre la voluntad de los individuos o grupos de poder. La igualdad ante la ley establece que nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole. (Artículo 2. Inciso 2 de la Constitución Política del Perú), y la violación de esta ley constituye un delito que debe ser castigado severamente.
Por esta razón, estoy convencido de que las campañas de igualdad y lucha contra la violencia familiar son exhortaciones hipócritas del Gobierno y de la izquierda caviar limeña, que han hecho de estas causas un pingüe negocio financiado por oenegés extranjeras y multimillonarias campañas publicitarias del Estado. De manera que no se trata de una política pública sobre la violencia contra la mujer, sino de una simple transacción comercial con el cartel mediático limeño, que a cambio de la apetecible publicidad estatal siempre sirve sumisamente a todos los gobiernos de turno.
Por cierto, en la mayoría de países sudamericanos las FF.AA., son verdaderas instituciones tutelares, y los militares de esas naciones consideran que vestir el uniforme es portar un símbolo sagrado. Además, creen que el uniforme militar no lo puede vestir cualquiera, y que un general o jefe del Ejército no puede ser objeto de burla ni hacer de bufón de nadie, porque sería un agravio a su nación. Ese, lamentablemente, no es el caso del Perú, porque las FF.AA. y policiales han sido históricamente obsecuentes con el poder político de turno; por eso están desprestigiadas y deslegitimadas ante la población que las percibe injustamente como violadoras de los derechos humanos y cómplices de la corrupción. No son consideradas instituciones tutelares y nadie las respeta.
Por estas razones, el Gobierno de Vizcarra las manipula indignamente, exhibiendo a sus generales ataviados ridículamente con mandiles rosados con lemas culposos y lastimeros. Incluso, Vizcarra ha comparado el uniforme militar como cualquier trapo, demostrando su desprecio por los símbolos del Ejército. Asimismo, oficiales en retiro de las FF.AA. denunciaron que desde la PCM existe un plan de feminización del uniforme militar, con el objetivo de consolidar las políticas de género implementadas por el Gobierno.
Por otro lado, y al margen de millonaria campaña de los mandiles rosas, están los millones de peruanos que sufren la ignominia de los servicios públicos: los que no tiene agua y desagüe, los millones de peruanos que quieren pena de muerte para los corruptos y violadores, los trabajadores informales apaleados en nombre de la formalidad por los alcaldes Muñoz y Forsyth. Sin embargo, Muñoz convive con los peajes corruptos de la izquierdista Susana Villarán. Allí están los invisibles miles de peruanos que se movilizaron iracundamente en varias regiones, acatando el paro convocado por todas las centrales sindicales. Nadie los ve, nadie los ha escuchado, no existen para el Gobierno ni para sus aliados del cartel mediático.
En definitiva, el Perú oficial no ve, no entiende el odio de la inmensa mayoría nacional por las fantasías rosadas del Gobierno y de los caviares limeños. No oyen a millones de peruanos que cantan a ritmo de huayno, cumbia o vals: ¡Fusilemos a todos! ¡Viva el Perú! Como “La Carmagnole” francesa. El país se encamina al odio, al miedo y a la sed de venganza.
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