Francisco Swett

La geopolítica del terror y la sedición

Las hordas ocupan las calles y las convierten en campos de batalla

La geopolítica del terror y la sedición
Francisco Swett
02 de diciembre del 2019


La izquierda nihilista –que ha aterrorizado y destruido apreciablemente las economías de Chile y Ecuador, y ahora intenta hacer lo propio con Colombia– halla refugio en la cantaleta de los derechos humanos, que son para ellos patente de corso. Se han constituido en una rábida versión de Fuente Ovejuna donde “todos van a una” enfrentándose con furia inusitada con fuerzas del orden que, pisando terreno minado por la ambigüedad en las leyes de seguridad, optan por aguantar pasivamente los embates aun a riesgo de sus vidas. En el rollo más reciente aparecen los personeros de derechos humanos de las Naciones Unidas (donde el gobierno de Maduro le quitó el puesto a Costa Rica) para que, como sucedió en Quito, vengan a simpatizar con los sediciosos, reclamado el “uso excesivo” de fuerza.

Las hordas ocupan las calles convertidas en campos de batalla. Los jerarcas por su parte tienen su conciliábulo: el “Grupo de Puebla, donde AMLO es el relevo de Lula. Las conexiones hacia La Habana –con su largo y bien nutrido palmarés revolucionario exhibido a lo largo de cincuenta años de actividades subversivas en Sudamérica y África– son evidentes, utilizando ahora a Maduro como cabeza de playa para atacar a Duque en Colombia, Moreno en Ecuador y Piñera en Chile. Hay concierto con Rusia, invocando a Putin. quien juega a desafiar a Trump cuyo verbo es mucho más avezado que su actos claramente aislacionistas. Hay alianza de conveniencia con China, empeñada en responder a lo que considera la intromisión perversa de los americanos en Hong Kong y en el Mar del Sur de China, hoy colindante con las Filipinas. Xi confronta la guerra comercial con Trump y debe defender su inversión en Venezuela donde tiene activos importantes en los préstamos otorgados a Chávez y Maduro, en exceso de US$ 50,000 millones, amarrados a la venta y garantía de petróleo. El actor final en ese reparto es el narcotráfico que aporta dinero para financiar las huestes de la desestabilización. Tienen a Duque y a Moreno en su mira telescópica, y parecen haber alcanzado un modus vivendi con AMLO quien por su parte tiene un difícil acto que equilibrar con el mercurial presidente americano. 

Los contrincantes son débiles. Moreno dio marcha atrás en la supresión del subsidio a los combustibles, subsidio mayoritariamente regresivo y factor determinante en el creciente endeudamiento del gobierno y en la preservación del ciclo recesivo de la economía. La escena de “hermandad” con los indígenas y otros sublevados que provocaron la destrucción de Quito y el incendio del edificio de la Contraloría causó rabia represada entre algunos sectores pero, paradójicamente, beneplácito entre quienes experimentan una suerte de catarsis con la destrucción y expresan su frustración ante una economía estancada que no ofrece perspectivas de avance y está empapada en corrupción.

En Chile, Piñera pide perdón y capitula incondicionalmente ante la barbarie que ha roto el paradigma de estabilidad y prosperidad que era la marca país. Hay, se argumenta, elementos de hubris en la vigencia de un modelo concentrador (que lo es menos que el chino) que, por otro lado, ha logrado los mejores indicadores de inclusión social existentes en toda la región. Piñera ha claudicado y la izquierda lo tiene arrinconado, con pronóstico reservado para liderar al país fuera de su actual predicamento. Es una izquierda revolucionaria que ha infiltrado el sistema educativo donde la temática de la lucha de clases es impartida como en cualquier madrasa de adoctrinamiento islámico. El rumbo adoptado le pasa factura a la economía sin que ello represente seguridad alguna para que retorne la convivencia entre los chilenos. 

Sin embargo, cada circunstancia de país es diferente y el balance final está por verse. En Bolivia fue Morales el que cayó, quedando por resolverse el tema indigenista y el narcotráfico del Chapare que es hoy la espina dorsal de la economía de la región. En Argentina habrá que ver cómo se desenvuelve el dúo homónimo de los Fernández, donde se perciben diferencias desde ya. En Uruguay hay cambio de guardia hacia la derecha en la única demostración de sociedad civilizada que se ha dado en estas épocas turbulentas. 

El fervor izquierdista pone de relieve el hecho que, en la búsqueda del desarrollo, el sentido de dirección se ha vuelto difuso y quedamos al margen del progreso: como lo han logrado los asiáticos en el espacio de tres generaciones.

Francisco Swett
02 de diciembre del 2019

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