Francisco Swett
Rojos versus Azules
A dos meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos
El elefante y el borrico son los símbolos de los partidos Republicano y Demócrata, respectivamente. También lo son los colores rojo (Republicano) y azul (Demócrata). Más allá de la simbología, los colores de contrastes muestran las dos caras de la política americana en tiempo de elecciones. Esta vez las posiciones están polarizadas, enfrentando los gestos y retórica ponzoñosa del candidato Trump, con el relativo letargo de Biden quien, a sus 77 años, se presenta como el candidato de más edad que ha terciado en una elección presidencial en los Estados Unidos.
Trump le dio la vuelta al estilo de hacer política en Washington. Usa el sarcasmo y el insulto como armas de debate, y ha probado ser el presidente más poco ortodoxo que haya ocupado la Casa Blanca. Ha encendido las mechas de la pugna comercial y política con China; se ha peleado con Europa exigiendo mayores aportes para el financiamiento de la OTAN, y decidió embestir indiscriminadamente contra cualquier opositor en materia de comercio externo pues está convencido de que las guerras comerciales tienen valor estratégico y económico.
Con América Latina ha tenido una relación variopinta. Propagó los fuegos del racismo cuando insultó abiertamente a los mexicanos y les conminó a pagar por el famoso muro que separa la frontera Sur (lo que no ha sucedido en todo caso). Trató a las huestes de refugiados de Centroamérica como terroristas, y apretó a fondo los tornillos contra la migración ilegal y legal llevando a cabo deportaciones en masa. Pero, en el medio de la creciente histeria, se acercó a Bolsonaro como un aliado ideológico valeroso en el Sur; abrazó a López Obrador no obstante la retórica populista del mexicano, atacó frontalmente a Maduro y se alió con Duque, al tiempo que derrochaba toda suerte de sonrisas y su encanto hacia Lenín Moreno, y le salvaba la camisa.
Los demócratas vienen de perder una elección que ganaron. La candidata Hillary Clinton tenía un formidable palmarés de servicio pero carecía de la correcta actitud para leer inequívocamente el sentimiento de Estados que como Michigan, Wisconsin, y Pennsylvania definen las mayorías en el Colegio Electoral que es, al final del día, el ente que elige al presidente. Efectivamente, los electores eligen a los delegados que eventualmente se reúnen para hacer la votación final. La votación indirecta asegura, según se ha argumentado, que los Estados con población minoritaria están, de todas formas, representados, y que no son los mega estados de California, New York y Texas los que eligen presidente.
El estilo Trump es pues la antípoda personal de Obama o, en este caso. Biden. El presidente entra a la contienda con una significativa desventaja en las encuestas. Como ocurre normalmente cuando hay líderes fuertes, el grupo trumpista es su seguidor a como dé lugar. Es el contingente de gente blanca de bajo nivel educativo, secundado por los evangélicos y los electores de mayor edad quienes muestran poca capacidad de discernimiento crítico cuando se trata de cuestionar u observar las falencias de carácter del republicano. Usar la mentira, disfrazar los hechos, proclamar triunfos donde no están claros los resultados son herramientas en el arsenal de Trump, y las usará agresivamente hasta llegado el momento en que tenga que conceder la derrota o proclamar su victoria.
Más allá del triunfalismo de Donald Trump, es el Covid-19 el elemento que constituye la némesis de Trump. Fiel a su actitud de permanente autosuficiencia, los riesgos de la pandemia no fueron tomados en serio, y el resultado es un serio fracaso que ha comprometido a la economía americana, infligiéndole una pérdida de valor agregado de dobles dígitos. El récord en materia de desempleo era, más allá de las precisiones, envidiable, habiendo llegado a sus niveles más bajos en cuatro décadas. Lo que queda hoy son los escombros, en cierta manera removidos por los auxilios fiscales aprobados por el gobierno federal, con pesados y onerosos costos fiscales que tendrán que ser amortizados en el tiempo y podrían tener efectos sobre los futuros niveles de liquidez, las tasas de interés y el empleo. Finalmente, la visión de América Primero tiene sus bemoles pues la autarquía está lejos de ser una opción viable cuando se ocupa una posición de liderazgo global por el hecho de ser una superpotencia.
La retórica de Biden gira hacia la corrección política, cuando Trump denuncia la violencia organizada que se evidencia cada vez que hay un incidente interracial. El presidente azuza las pasiones y provoca reacciones en cadena, pero al hacerlo crea el contraste que motiva a sus seguidores. Al momento, los resultados favorecen a los demócratas, pero la suerte está lejos de ser echada. Quedan los debates donde se supone que Trump tiene la ventaja debido a la tendencia de Biden a distraerse y salir del guion. Por lo demás, los meses del otoño que se avecinan son la temporada propicia para, como en 2016, Donald Trump dar una sorpresa más, perdiendo la votación popular pero ganando el patrocinio de sus delegados claves.
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