Carlos Adrianzén

La desgracia de los días feriados

Perjudican especialmente a los trabajadores más pobres

La desgracia de los días feriados
Carlos Adrianzén
20 de noviembre del 2018

 

¿Qué cosa? ¿Qué le pasa a este economista que se pone a criticar los días feriados? Pues bien, lo invito a revisar lo que está en juego detrás de esta dádiva burocrática. Tal vez cambie su opinión.

Sí, estimados lectores. Vivimos en un ambiente laboral tan intervencionista que dentro, de su contrato de servicios laborales, quienes deciden qué días son o no son laborables no son las partes involucradas. Es el regulador: algún grupito de iluminados (no siempre iluminados) burócratas. Y por razones tan dispersas que van desde incrementar su ocio para fines diversos o para evitar que una turba avergüence al Gobierno de turno con protestas ante un cónclave internacional.

Paro enfoquémonos en el lado bonito. Este tipo de regulación estatal implica algo encantador: que usted tenga un día libre, además de los sábados y domingos. Ergo, que verá reducida su carga laboral. Este 2018, por ejemplo, habremos registrado más de una veintena de días no laborables, para descansar, viajar o asignarlo a algún pasatiempo. Pero, como sostenía el economista más brillante del siglo XX, no hay almuerzo gratis. Esta dádiva burocrática cuesta.

Si nos referimos a un trabajador en una actividad prioritaria, la dependencia que contrata sus servicios elevará sus costos y tendrá que contratar a un trabajador sustituto. Este sería más caro en el caso de trabajadores de alta productividad. Al elevar sus costos, perderá competitividad, lo que afectará la producción en sectores no transables y transables internacionalmente. Con ello no solo produciremos menos, se reducirá la demanda derivada por nuestros servicios laborales y pagaremos menos impuestos.

Si nos referimos en cambio a casos de trabajadores en actividades no prioritarias (sean estas vinculadas al comercio exterior o no), la dependencia que contrata sus servicios producirá menos. Los asalariados reducirán su consumo o ahorrarán menos y —ceteris paribus— la recaudación tributaria se contraerá.

En el caso de los dos tercios informales, cada nuevo día declarado feriado o no laborable implica una severa contracción de sus ingresos y nivel de vida. No es solo que el ámbito formal les demandará menos bienes y servicios, sino que —si extrapolamos como normal el generoso patrón de días no laborables decidido por la burocracia de estos tiempos— esta demagógica práctica les erosiona los ingresos anualmente en 8%. E implica despidos invisibles (en la forma de no contrataciones) en escala difícil de anticipar, pero que podrían afectar negativamente hasta 800,000 puestos informales a lo largo del año. Pero esta desgracia para los millones de trabajadores informales es irrelevante para nuestras burócratas.

Aunque ellos, por su peso electoral, sean los que eligen a los presidentes y burocracias nacionales, regionales y locales en cada proceso, los iluminados que introducen cada año cerca de dos decenas de feriados los ignoran. Y hasta hacen creer a la opinión pública que la práctica de introducir feriados generosamente es muy positiva porque reactivaría el turismo, los gastos en entretenimiento o shopping. Nada más iluso. El mismo ingreso —intertemporalmente hablando— implica un nivel de consumo similar.

Al inicio de estas reflexiones me referí al meollo del asunto. ¿Qué hace un iluminado burócrata decidiendo las condiciones de todos los contratos de trabajo formales? Si usted es un genio financiero o en programación de aplicaciones, un galán de telenovelas o la chica más sonriente y voluptuosa de un programa televisivo, usted pone sus condiciones. Encuentra un empleador que coincida con usted en términos de la mezcla ingresos-ocio y otras condiciones. Esta costosísima y destructiva intervención estatal –la determinación de días no favorables cada año- se plantea para el resto. Dizque para el grueso de los trabajadores sustituibles y menos calificados.

Un primer problema se descubre si ponderamos que nuestros iluminados burócratas los mandan veintiún días este año a sus casas con los menos ingresos de los que tendrían si, por ejemplo, el número de días laborables fuese de solo dos o tres días al año. El segundo y crítico problema implica el enorme daño que le hacemos a dos tercios de nuestra fuerza laboral, que sobrevive en los sectores donde la legalidad no se respeta o informales.

Sí estimado lector. La práctica (políticamente demagógica y económicamente recesiva y regresiva) de introducir un número exuberante de feriados es una desgracia nacional. Nos ayudaría mucho borrar la intervención estatal en los contratos laborales. Pero si esto resultase una suerte de intolerable blasfemia para el grueso de los trabajadores y activistas sindicales con financiamiento foráneo, podríamos empezar por lo básico. Reducir drásticamente el número de días feriados en beneficio de todos los trabajadores, y particularmente de los más pobres e informales. De los no sustituibles o más educados, no se preocupe. Ellos se defienden solos. Hay empleo para ellos acá y en el resto del planeta.

 

Carlos Adrianzén
20 de noviembre del 2018

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