Eduardo Zapata

La desaparición de los rituales

A propósito del irregular año escolar 2020

La desaparición de los rituales
Eduardo Zapata
17 de junio del 2020


Estoy leyendo
The Disappearance of Rituals, de Byung-Chul Han. Y conforme uno se adentra en el significado de la ritualidad comprueba que esta constituyó y constituye un acto de fe que activa la memoria individual o colectiva. Que, entonces, me y nos cohesiona.

Pero ciertamente una serie de ritualidades van desapareciendo conforme un nuevo mundo sin memoria nos convoca. Hoy continuamos manteniendo ritualidades sin esa fe porque la memoria que subyacía debajo de ellas en gran parte se ha evanescido. 

Allí están pequeñas formaciones militares delante de pequeños bustos que rinden homenaje a personajes desaparecidos en la historia y aun en la memoria. Cualquiera que viaje por el Perú verá, por ejemplo, decenas de bustos de militares que –prescindiendo de su objetiva trascendencia histórica– ahora solo yacen allí inertes, despertados anualmente con alguna ceremonia donde los participantes ignoran quién es el personaje. Una ritualidad vacía e inercial.

Algo de eso ocurre con la apertura de los años escolares. En un ayer no muy lejano las autoridades ministeriales y escolares ritualizaban en ceremonias su importancia. En ocasiones, hasta el mismísimo Presidente de la República enviaba un mensaje especial a toda la comunidad educativa.

Todo lo anterior viene a mi memoria a propósito del año escolar que está transcurriendo. Claro que su inicio coincidió con la pandemia del coronavirus. Claro que debían canjearse las clases presenciales por improvisadas clases virtuales. Más que claro que ello iba a alterar las rutinas familiares. Pero el Ministerio de Educación nos anunció oficialmente –con un rito mediático algo apagado por cierto– que la ritualidad del año escolar se iba a desarrollar ´normalmente´. Nosotros desde aquí dijimos que el año escolar en tanto rito y realidad ya estaba perdido y que debíamos concentrarnos en dos o tres objetivos específicos a desarrollar durante el año en vez de tratar de acometer lo imposible. Tratando de vivificar la ritualidad, pero ante la evidencia, se nos dijo desde el Ministerio que este año no iba a haber calificaciones. Ergo, admisión de ritualidad vacía.

Y es que la educación virtual no supone tratar de ´embutir´ ni el currículo ni las prácticas educativas preexistentes en internet. La electronalidad y el mundo digital suponen no solo nuevos modos cognitivos de los estudiantes, sino que también exigen consecuentemente una nueva educación producida ex profesamente. Producida profesionalmente. Donde no hay cabida para la improvisación.

Pero amantes –desde el mundo oficial– de la ritualidad ya vacía, la inercia y, por qué no decirlo, de las falsificaciones de Azángaro, formalmente el año escolar no solo fue inaugurado, sino que será clausurado con doctorados honoris causa.

Por fortuna la tecnología electronal permite acelerar los procesos. Y si se toma en serio su potencial y poder, y si se toma en serio que se requiere de producción profesional, podríamos el próximo año no solo recuperar lo perdido, sino también perder las viejas ritualidades y prácticas escolares que nos condujeron al desastre educativo comprobado en las pruebas internacionales.

Lo virtual vino para quedarse. Y en lo educativo para producir una educación acorde con los tiempos. Mis respetos a todos aquellos profesores que, aun en la improvisación, crearon su propio material y supieron mantener el vínculo con sus estudiantes.

Eduardo Zapata
17 de junio del 2020

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