Eduardo Zapata

La angurria cortoplacista y los conflictos sociales

¿Dejamos ya la inercia virreinal de los notables?

La angurria cortoplacista y los conflictos sociales
Eduardo Zapata
04 de julio del 2019

 

Sí, es cierto. Todas las investigaciones científicas conducen a que los millennials tienen cerebros hábiles para la corta duración y poco formateados para retener datos de larga duración. Comprobaciones neurológicas y en discursos. La inmediatez del torrente informativo parece ser la causa, irremediable por el momento de modo natural. Pero es un hecho que nuestros niños y jóvenes tienen dificultades para la retención memorística de referentes diacrónicos. De donde la historia (y su enseñanza) se convierte en problema y reto.

Por contraste, la bibliografía “especializada” y los críticos de estos niños y jóvenes daban, entonces, como hecho cierto e indubitable que un individuo criado en el mundo del libro tenía un cableado cerebral más apto para la memoria de largo plazo. Sin embargo —y a juzgar por la historia del Perú— cabría preguntarse si esa “capacidad de almacenamiento” fue aprovechada por las clases dirigentes peruanas. Porque su proceder histórico nos dice o que no lo hicieron o que la escribalidad y la cultura del libro fueron simplemente una suerte de espejismo que solo fingieron vivir y vendieron.

De otro modo no se explica la sistemática pérdida de referentes y recuerdos que nos han postrado —a nivel oficial y formal— como proyecto nacional. Que con la salvedad de pocos intelectuales, ha sido dramáticamente fantasmal en un empresariado cortoplacista que —por ejemplo— repite año tras año la importancia de la educación (en un evento más social que de veras cultural) y no invierte un sol en ella ni presiona a los gobiernos a hacerlo.

No necesitamos ejemplificar el cortoplacismo con la ignorancia cultural de los terribles sucesos de Cajamarca y sus efectos sobre la sociedad peruana. Tampoco, por cierto, sobre el hecho de que los cortos períodos democráticos interrumpidos por las armas hayan impedido institucionalidad y gobernabilidad: cada quien “su” Constitución. Y tampoco sobre el hecho de que la llamada Guerra del Pacífico no haya sido contra Chile como país, sino contra intereses británicos.

Para ser más explícitos y actuales, bastaría con comprobar el modo como ha sido abordada la verdad de la subversión político-militar de Sendero Luminoso, a cambio de permitir y aceptar pasivamente otra “verdad” construida por un grupo —¡vaya que la historia se repite!— de notables. Que gramscianamente se han encargado de “olvidar” que fue SL el enemigo y que fueron las FF.AA. y policiales —junto a la verdadera sociedad civil, no la de las oenegés— las que defendieron al país de la barbarie. Pero siguiendo este mismo referente cultural, también hemos olvidado por qué muchos adherían —y adherirían— a un movimiento subversivo similar: la ineficiencia del Estado y el egoísmo cortoplacista de quienes manejan el país, en lo político, en lo empresarial y en la industria mediática.

Allí están los conflictos mineros, que sabemos impulsados por fuerzas interesadas en que la minería no se desarrolle y la pobreza se perpetúe; pero que aceptamos aunque las empresas incumplan compromisos asumidos que constituyen caldo de cultivo para cualquier conflicto. Legitimado, por cierto, por el cortoplacismo burocrático y empresarial y la angurria no de la empresa extranjera necesariamente, sino de los “dirigentes” peruanos (empresarios, políticos, abogados, periodistas…), para los cuales la universidad y los libros y la memoria de largo plazo se pretenden fundir aún en el maniqueísmo cholo ignorante / blanco inteligente, o el ingenuo y arcaico “te cambio baratijas por tu riqueza”.

Hay la oportunidad de una agricultura sostenible conviviendo y, aún más, alimentada por la propia minería. Pero seguimos optando porque una compañía incumpla sin más un compromiso original para favorecer a dos “amigos” que tienen un negocio de camiones que transportan minerales.

Harvard o Duke tal vez, pero solo un barniz de escribalidad. Reflejado en bibliotecas de libros empastados en vistosos colores, que nunca fueron leídos, pero “van” con la alfombra de la biblioteca. ¿Dejamos ya la inercia virreinal de los notables y nos dedicamos a la gobernanza y a la enseñanza de la verdadera historia? ¿O la voracidad inmediatista —ante la ausencia de autoridad— continuará deteniendo la marcha del país? 

 

Eduardo Zapata
04 de julio del 2019

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