Jorge Valenzuela

Kloaka/Cloaca

Kloaka/Cloaca
Jorge Valenzuela
17 de diciembre del 2014

Sobre el manifiesto “El Perú sigue siendo una cloaca”

El pasado 24 de noviembre, el movimiento Kloaka, constituido básicamente por un grupo de poetas peruanos de la generación de los ochenta (entre quienes podemos mencionar a Roger Santiváñez y Domingo de Ramos), lanzó un manifiesto a propósito  de las declaraciones del presidente Ollanta Humala quien se había referido al fujimorismo como un “engendro nacido de la cloaca”.

Según el diccionario, una cloaca es un lugar muy sucio, repugnante y que huele mal. Es también la porción final del intestino de las aves, reptiles, anfibios y algunos peces y mamíferos en la que desembocan los desechos de los sistemas digestivo, genital y urinario. Empleado como símil para referirse a nuestro país es, desde luego, un recurso violento, pero necesario; chocante, pero real; efectista, pero bastante gráfico.

¿Cómo fue que llegamos a instalarnos y vivir en la cloaca, en ese infierno de inmoralidad y caos político que, en los años ochenta, con Fernando Belaúnde y Alan García, llegó a ser una manifestación real en nuestras vidas? ¿Cómo llegamos a envilecernos hasta el punto de estar ciegos y no poder diferenciar aquello que, desde todo punto de vista, resultaba censurable o corrupto durante los años del fujimorismo?

A nuestra memoria, entonces, regresan, como en un flash back, los atentados contra los Derechos Humanos sucedidos durante el fujimorato. Empiezan a desfilar las atroces imágenes de la  masacre de Barrios Altos; los asesinatos y desaparición forzada de estudiantes de La Cantuta; los delitos acaecidos en los sótanos de Servicio de inteligencia del Ejército; las esterilizaciones forzadas contra mujeres que ignoraban la naturaleza de esa brutal intervención. También regresan a nuestra memoria, junto con la sensación de envilecimiento general, los actos de corrupción que llevaron a 78 miembros del gobierno del entonces presidente Fujimori a ser sentenciados y a purgar condena en las cárceles del Perú.

Como movimiento, los de Kloaka, se autodenominan la vanguardia de la poesía peruana y conciencia crítica de un sector de la intelectualidad del país. Parece un exceso, pero no lo es. Su condición universitaria y su extracción social perteneciente a la clase media no les impiden observar las huellas del deterioro. La marca de los violentos ochenta está en ellos como en todos los que atravesamos esos años con la poca experiencia que teníamos encima. Ese fue el país que nos tocó vivir, un país atenazado por la injusticia, el racismo y la demencial dinamita senderista.

Los poetas de Kloaka tienen la razón: quizá el Perú siempre haya sido una cloaca. En medio de su desesperada anarquía, en medio de esa ciega y violenta rabia (sin duda más viva que nunca) que les impuso el caos político y la destrucción del país a inicios de los ochenta, hoy, treinta años después, vuelven a percibir la misma miseria moral filtrándose entre las rendijas del actual gobierno, justo cuando el “boom” económico, sostenido por una economía esencialmente extractiva y primaria como la nuestra, empieza a dar los primeros síntomas de su descomposición.

La violencia de su verbo indignado, que se extiende a los que nos gobernaron 30 años atrás y toca al actual oficialismo, pone sobre el tapete, una vez más, la necesidad de zanjar frente a quienes persisten en convertir al país en un muladar. Ese muladar en el que la poesía puede sobrevivir a pesar de todo y en el que el acto poético más noble es producir belleza de la mierda que nos rodea.

 

Por Jorge Valenzuela

(17 - dic - 2014)

Jorge Valenzuela
17 de diciembre del 2014

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