Arturo Valverde

Encuentros con Unamuno

Una lectura pospuesta por muchos años

Encuentros con Unamuno
Arturo Valverde
09 de septiembre del 2025

 

Hay autores que encuentran a sus lectores. A mí, desde hace un buen tiempo, cuestión de veinte o veinticinco años, me sigue de cerca Miguel de Unamuno. Nuestro primer encuentro tuvo como escenario una calle en frente de un colegio. El conserje, que había cumplido con su tarea de deshacerse de todas aquellas cosas viejas y en desuso, sea por su antigüedad o su aspecto descolorido, añadió a la caja de desechos un libro del escritor español. 

Yo, que pasaba al mediodía por el lugar, divisé un libro pequeño (o quizás él me viera a mí) con la portada verde. El libro, que yacía junto a varias revistas de la Unesco, había sido presa del conserje del colegio, que lo arrojó sin más a la calle. Imagínense mi impresión, cuando, al meter mis manos en la caja, leí el nombre del libro: “Mi vida y otros recuerdos personales 1917—1936”, de Miguel de Unamuno. La edición, publicada por la editorial Losada, tenía el número dos en romanos, II; es decir, que era el tomo segundo de la obra. ¡Vaya suerte!

Me llevé el libro (también las revistas) y lo leí de principio a fin. La internet no se había popularizado, y difícilmente uno podía consultar referencias de la obra como ahora; por tanto, era difícil saber en cuántos tomos se dividía la obra. Al cabo de un tiempo, descubrí que eran solo dos. Me faltaba el primer tomo. 

A partir de ese momento, viví pensando dónde andaría ese primer tomo. Cuando iba a alguna feria lo buscaba entre los demás libros viejos, pero la mayoría de veces sin éxito. Pasó el tiempo, y, un día, me resigné a mi suerte. Jamás encontraría el primer tomo. Decidí vivir con ese sentimiento triste. 

Debo confesar que, para llenar ese vacío, salí a buscar otros libros de Unamuno. Leí “Del sentimiento trágico de la vida”, “La agonía del cristianismo”, entre otros más. Pero siempre pensé en ese primer tomo. ¿Dónde andaría? ¿Por qué no nos encontrábamos? 

Cosas de la vida, un día mientras visitaba a mi librero, di con el primer tomo. Aunque les cause gracia, como había dado por olvidado el asunto, al encontrar al hermano perdido me ocurrió que había también olvidado si en mi biblioteca yacía el primero o segundo tomo. No lo sabía. Tenía dudas. Para asegurarme, y antes de perder la oportunidad de oro que se me presentaba, me llevé el libro. No pagué nada por él. Mi librero me lo obsequió por comprarle otros tres o cuatro libros. “Si ya lo tienes, me lo devuelves”, me dijo, “de lo contrario quédatelo”. 

Más tarde, al llegar a mi casa, y buscar en mi biblioteca, mi alma saltó de alegría. Había encontrado, al fin, el primer tomo, que en su portada decía: “Mi vida y otros recuerdos personales 1889—1916”, por Miguel de Unamuno, publicado por la misma editorial, con la portada verde descolorida. ¡Victoria! 

Acabo de terminar de leer este libro, y con la última página, he recordado el tiempo que pasé buscando sin éxito a Miguel de Unamuno, y he caído en cuenta, que, no he sido yo quien lo encontró, sino que fue él quien me halló. O quizás había esperado el momento indicado para concluir nuestro encuentro final, pospuesto después de muchos años. Si supiera cuánto tiempo lo he buscado, don Miguel.

Arturo Valverde
09 de septiembre del 2025

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