Cecilia Bákula
El próximo proceso electoral: Desafíos y esperanzas
Para recuperar el rumbo, la democracia y el buen futuro

El próximo proceso electoral se presenta con visos de severa complejidad; no solo por la inusual cantidad de grupos que pretenden asumir el mando del país, sino por los que vamos viendo desde meses antes. Esa complejidad la agrava, por ejemplo, la poca respuesta que ha habido entre los grupos políticos a hacer alianzas que pudieran significar, entre otras realidades, impedir la dispersión del voto para que al final, no tengamos una autoridad que puede ser muy legalmente elegida, pero severamente pobre en legitimidad.
No queda duda de que la norma es muy clara y en segunda vuelta ganará quien tenga mayoría, pero eso no significa que ese ganador realmente represente el sentir y querer de toda una nación. Y sin esa fortaleza, que va más allá de la ley, gobernar será muy difícil. La falta de alianzas significa, también, que los partidos políticos y en ellos sus dirigentes, han sido incapaces de deponer personalismos, de sentimientos mesiánicos y de individualismos que hablan poco de concertación, generosidad, comprensión del momento que vive el país.
Es notorio que muchos grupos aspirantes a obtener la victoria en las urnas presentan propuestas de acción muy semejantes; no me atrevo a utilizar la expresión “propuestas ideológicas sustantivas” porque puedo percibir que hay en muchos, carencia de ese fundamento y más bien, una visión idealista, oportunista y muy poco acotada a la realidad del Perú. Y si hay expresiones, ideas y rutas similares, es inaceptable que no se hayan dado esas alianzas que, sin duda, habrían fortalecido la democracia y la gobernabilidad.
Al margen de ello, tenemos la dramática situación denunciada por el partido Aprista, al verificar que, por acciones internas incomprensibles, se “obvió” inscribir a más de 11,000 afiliados a la fuerza de Alfonso Ugarte. Ello, lejos de ser una situación casi irreversible, es un síntoma de la descomposición que se percibe en muchos de la clase política y, a mi muy particular criterio, es una ofensa a la esencia y tradición que supuestamente abrazan los causantes, sino un daño a la democracia pues podría significar un severo revés a la presencia del APRA en la contienda electoral.
Es necesario tomar conciencia que el próximo 12 de abril deberán acercarse a las urnas algo más de 27 millones de ciudadanos, a lo que se agrega una inmensa cifra de peruanos en el extranjero. La gran mayoría de electores son jóvenes que han sido inoculados con confusión, desesperanza, una corrupción que campea libremente, falta de autoridad, inseguridad, debilidad institucional en la mayoría de los casos y un sistema judicial que deja mucho que desear.
No obstante, en ese universo se elegirá no solo al presidente de la República y su fórmula de vicepresidentes, sino que nos enfrentamos a la novedad de elegir senadores y diputados, entre una muy variopinta propuesta electoral que tendrá una cédula de sufragio, por de más grande de tamaño y confusa por la diversidad de datos que debe incluir para la decisión de cada votante. No falta quien ha señalado que ese gran abanico de opciones debe entenderse como apertura; creo que hay un gran error en esa sentencia pues lo que se ha logrado es la fragmentación de la voluntad popular y ello puede llevar a destinos inciertos.
A lo anterior se agrega una desconfianza creciente en la correcta acción de los órganos electorales y su capacidad para llevar a cabo un proceso tan complejo como el que se avecina. Quizás, solo digo quizás, una mejor comunicación de esos entes rectores y ejecutores, podrían paliar en algo la inquietud de la población y, por supuesto, demostrar con actos y no solo con palabras, que son capaces de cumplir la responsabilidad que tienen en las manos. El trabajo que tendrán los miembros de las más de 91,000 mesas de sufragio será intenso, complicado y con muchas posibilidades de error, a veces extraño error y, otras, error humano involuntario; el procesamiento de los datos será igualmente complejo y si agregamos el voto electrónico y el que se emita en el extranjero, el panorama presenta nubarrones.
La población debería empezar a tener información clara y confiable y conocer, entre otros, cómo será el sistema de conteo de votos en mesa, cómo la transición a sistemas y software con capacidad demostrada y auditada; cómo se garantizará la transparencia y la seguridad digital de todo el proceso; cómo se viene haciendo la depuración exacta de los padrones, el respeto a la información personal y otros asuntos de no poca importancia.
El proceso va a ser complejo, tenso y a nivel nacional muy difícil de realizar si es que ya, no se han dado los pasos para garantizar el éxito que, depende no solo de las entidades de gobierno responsables, sino de los propios partidos políticos, sus dirigentes y voceros. No deben ellos olvidar que en el Perú, muy lamentablemente, la facilidad del fraude, la rapidez del engaño, la naturalidad con que se incumplen las promesas y la conciencia clara de la creciente corrupción, no son halagüeñas para pedir y generar confianza a la población.
No obstante todo ello, es bueno tener certeza de que “el Perú es más grande que sus problemas” y que tal como lo manifestó Víctor Andrés Belaunde, la nuestra es una peruanidad, una realidad con tintes de belleza primaveral. No somos, gracias a Dios, una creación acabada y por ello, la ilusión de un futuro diferente en el que todos tengamos posibilidades de vivir mejor, en unión y progreso estará siempre en nuestras manos. Nos toca a todos, desde la trinchera en que nos podamos encontrar, trabajar en lo grande y en lo muy pequeño por recuperar el rumbo, la confianza, la democracia y el buen futuro que por derecho nos pertenece.
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