Eduardo Zapata

Imágenes presidenciales

El figuretismo de Martín Vizcarra

Imágenes presidenciales
Eduardo Zapata
20 de noviembre del 2019


Aun cuando a algunos pueda no gustarles, la vida pública (incluso la propia privada) se ha convertido en espectáculo y muchos de los actores políticos parecen luchar –en gran medida– por el “figuretismo”. El figuretismo aludido puede –ciertamente– asegurar identidad de marca, posicionamiento y recordación. Y cuando resulta empático con la población, es posible que devenga en popularidad. Exigencia de la gobernabilidad para ciertos tipos de ejercicio gubernamental en los tiempos que corren. 

Nuestro Presidente ha dicho que a él no le gusta el figuretismo. Sin embargo, corre y corre en cuanta ocasión se le presenta y no cesa, entonces, de pretender fijar en la opinión pública una simultánea imagen de permanente actividad, vida sana y buen estado físico. Claro, de paso y al correr elude a la prensa, a la que no parece ser muy afecto.

Si el figuretismo del Presidente va acompañado por la eficiencia de la gestión pública y por el abordaje y solución de las grandes urgencias nacionales, bienvenido sea. Bienvenido sea si su estilo es correr, pero –a la vez– dejar fluir el Estado de derecho y la separación de poderes y a las libertades necesarias para institucionalizar un Estado profesional y meritocrático, ajeno a los mesianismos voluntaristas y al secretismo casi montesinista que podría ser ocultado con el aparente despliegue físico. ¿Zeballos dixit?

En lo que no puede ni debe entrar el figuretismo es en el tema de la lucha contra la corrupción. Porque sobre este tema ya se empieza a levantar una prensa adicta que clama por “heroicizar” en esta lucha a uno o más “incorruptibles” a sabiendas de los gatos encerrados del acuerdo Odebrecht. Por supuesto, las voces estarán más contentas si el o los nombres figureteados corresponden a personajes santificados por dichas voces y por sus aparatos mediáticos. 

Siendo el tema de la corrupción un factor que se arguye como fundamental para la marcha del Estado, el asunto parece más bien sencillo y está alejado de farragosas construcciones discursivas –supuestamente éticas– que oscurecen el asunto de fondo. Como todos sabemos, el mayor tamaño del Estado y su complejidad, su intervencionismo empresarial, el controlismo y la discrecionalidad burocrática constituyen históricamente terreno fértil para la corrupción sistémica. ¿Zeballos dixit?

De modo que aquí no caben figuretismos: a menos Estado, menos posibilidades de corrupción. Personalmente prefiero un estadista que piense en Palacio y un primer ministro que corra y ejecute. Así como prefiero una lucha contra la corrupción verdadera y no mediática.

La ejecución presupuestal ha sido pobrísima. Y el responsable es Ud., señor Presidente. Pero, por favor, por antagonizar con el Congreso “que nada hacía”, deje de correr inaugurando obras ajenas o sus proyectos en sueños.

Eduardo Zapata
20 de noviembre del 2019

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