¡Hemos vuelto a la normalidad!

¡Hemos vuelto a la normalidad! Es la respuesta que dio el poeta Martín Adán cuando le preguntaron acerca del golpe militar del general Odría al presidente José Luis Bustamante y Rivero; frase que tomo prestada para describir el golpe de Estado de Vizcarra. Es verdad no ha usado los tanques para tomar los medios de comunicación, pues ya los tiene controlados con la publicidad estatal; tampoco ha entrado con la soldadesca al Congreso como lo hizo cobardemente Fujimori. Pero tiene los mismos argumentos del sentenciado expresidente.

Los parlamentos en todo el mundo son impopulares porque son percibidos como unos señorones que no trabajan para el pueblo que tienen sueldos exorbitantes y gozan de privilegios que ningún trabajador tiene. He escuchado en las calles los mismos gritos de 1992 contra el Congreso, simplemente los protagonistas son otros. En 1992 el estado de ánimo autoritario pedía acabar con el terrorismo a sangre y fuego; el pueblo ansiaba orden, seguridad y paz de cualquier manera  y la percepción era que los senadores y diputados izquierdista eran aliados o coqueteaban con los subversivos, y que obstruían el trabajo de reconstrucción nacional de Fujimori.

Los argumentos del delincuente Vizcarra son los mismos que usó el dictador Fujimori, quien decía que “el Congreso obstruía y era corrupto”; sin embargo, él y sus compinches que lo acompañaron en su aventura terminaron en la cárcel por ladrones y golpistas. Vizcarra debe saber que la impunidad y el poder se acaban, y que llegará la hora de la justicia y acabarán en la cárcel todos aquellos que avalan este golpe de Estado que nos vende humo (estar contra la mafia fujimorista). Vizcarra está buscando impunidad para él y Cesar Villanueva, comprometidos en casos de corrupción en el tema del aeropuerto de Chinchero.

La izquierda, que condenó el golpe derechista de Fujimori, ahora celebra el golpe de Vizcarra contra el Congreso de mayoría conservadora y de derecha; la izquierda –reitero– usa a Vizcarra de tonto útil para promover la Asamblea Constituyente. Y como ahora hay un presidente vacado y un Congreso disuelto, ellos promueven en las calles una nueva Constitución dicen que para acabar con el neoliberalismo corrupto. Se movilizan apoyando al chavismo delincuencial y tratarán de promover el caos porque en medio del desbarajuste y la incertidumbre creen que pueden tomar el poder y convertirnos en un anexo de Bolivia o Venezuela. La izquierda no lucha por el socialismo democrático, sino que quiere construir una sociedad autoritaria de pastores y agricultores pobres que rechace la minería, porque supuestamente solo beneficia a los capitalista y contamina el medio ambiente.

Los demócratas, los que creemos en el Estado de derecho y el socialismo democrático, no podemos avalar este golpe de Estado en nombre de la falsa lucha anticorrupción emprendida por quienes llegaron al poder conspirando con los corruptos fujimoristas. No podemos acompañar a quienes en nombre del antifujimorismo hacen de la política un vil negociado del cartel mediático y de las oenegés financiadas con el dinero sucio de los magnates norteamericanos. 

Los demócratas despreciamos al fujimorismo y por eso no podemos apoyar una conducta fujimorista como la del delincuente Vizcarra y sus cómplices. Es el momento de rebelarse y de combinar todas las formas de lucha hasta lograr un Gobierno de transición que convoque a elecciones generales, recupere la democracia y lleve a los golpistas y corruptos a la cárcel.