César Félix Sánchez
Hemos sido estatizados
El Estado legisla, castiga y disciplina al rebaño humano
Déjeme darle una noticia, querido lector: probablemente sin que lo sepa ni mucho menos consienta, usted ha sido estatizado. En teoría –y hasta cierto punto– en la práctica. En teoría, para la «ortodoxia pública» del régimen de Vizcarra, los ciudadanos hemos sido reducidos a nuestra salud física. No somos portadores de ningún otro valor, ya sea espiritual o material, más que nuestra salud física y ella misma ha sido «confiscada» por el Estado, que se ha convertido en su único protector autorizado, que legisla, castiga y disciplina al rebaño humano. Se exige responsabilidad a los ciudadanos, pero se les despoja de ella a través de medidas extrínsecas. Seguramente algún progre, de aquellos que creen que el único sacramento válido es el «distanciamiento social», me acusará de irresponsable y de poner en peligro «la salud de la gente».
Pero lo cierto es que el colapso de Loreto –nacido de condiciones pre-existentes como un sistema de salud descuartizado y quebrado que «sirve» a una población altamente densificada con condiciones preexistentes como parasitosis y malnutrición, con un Estado esclerótico y un gobierno juglar de fondo– no se arregló ni arreglará manteniendo una cuarentena draconiana en, por citar un ejemplo, Puno o Arequipa. Salvo, claro está, que la principal función de la cuarentena sea mantener la conciencia limpia de algunos altísimos funcionarios, que persisten en una negación de la realidad casi criminal. Como dijo María Teresa Braschi en un programa de televisión, luego de entrevistar al matemático Marco Loret de Mola (otro ilustre vetado por los medios masivos de comunicación hasta que las cifras vizcarrinas se demostraron como patentemente falsas): «Hay cosas que no han funcionado, que no funcionan y que no funcionarán».
Mientras tanto en Europa se abren grandes debates. Aunque la cuarentena ya finalizó en Alemania, miles han salido a protestar contra las orwellianas –y a la luz de la experiencia sueca– contraproducentes medidas de «nueva normalidad» que permanecen y han significado una seria limitación en los derechos fundamentales (incluso el Tribunal Constitucional alemán ha reconocido que cerrar las iglesias ha sido una «grave intromisión» en un «derecho fundamental», especialmente cuando se prolonga sin un plazo determinado). El domingo, algún ignorante profesional de El Comercio, quizá horrorizado de que los «admirables» alemanes se hayan unido a los «despreciables» norteamericanos en la protesta, tituló la noticia “Miles de extremistas protestan contra el confinamiento por el coronavirus en Alemania”. En el artículo, se nos explica la índole de estos «miles de extremistas» que se manifiestan: «Los manifestantes (militantes extremistas, defensores de las libertades civiles, opositores a las vacunas e incluso antisemitas) protestan contra el uso de mascarillas…». Así que las masas extremistas del título están compuestas de defensores de las libertades civiles, entre otros ultras. Tenemos entonces un nuevo extremismo a sentarse en el rincón de los castigados junto con el antisemitismo y la xenofobia: «la defensa de las libertades civiles».
En este acto fallido freudiano de El Comercio se revela claramente el mundo interior de muchos progres actuales: todos los que no piensan como yo, todos los que escapan a mis sesgos cognitivos son extremistas. Y, a cada decreto imperial de la progresía internacional, el marco de lo políticamente correcto se va estrechando.
Lo curioso es que este mismo diario, cuando se trata de manifestaciones violentas lideradas por confesas figuras de la extrema izquierda, como las del 8 de marzo último en México, no menciona en ningún momento el término extremista, sino solo el oxímoron siguiente: «Miles de mujeres pidieron justicia (…) y causaron destrozos». Claro: los que protestan en Alemania sin violencia ni destrozos son «extremistas» (no «ciudadanos») y los que protestan en México destruyendo, agrediendo personas y queriendo quemar Iglesias son «mujeres buscando justicia» (no «feministas extremistas»). No hay en ese artículo ninguna «etiqueta» hacia las manifestantes violentas que, por confesión propia, suelen ser neomarxistas que se enorgullecen de sus actos agresivos y de odio.
Esa es la objetividad de la que El Comercio se jacta y con la que condescendientemente juzga a otros medios más pequeños. Pero como sus redactores y periodistas son bastante silvestres e incultos, el plumero se les acaba notando a leguas. Siempre.
Así que vayámonos preparando. Los nuevos extremistas serán los «libertadcivilistas» que ponen los derechos fundamentales o documentos como constituciones por sobre el Interés Superior dictado por los Iluminados salubristas del Gobierno y por los grandes medios prestigiosos. Y luego seguirá el banneo, la desmonetización y el escrache.
Lamentablemente en nuestro país hay demasiada sumisión. Los sectores populares –usualmente más sensatos que las clases medias limeñas, llenas de pánico, ansiedad y desprecio hacia la «masa oscura que viola la cuarentena»– intentan, en medio de la presión mediática y la amenaza de las multas y la violencia, reconstruir su vida económica para no morir. Pero los liderazgos empresariales e incluso religiosos, que comparten casi por solidaridad animal la ansiedad de los opinadores burgueses, callan en siete idiomas o se manifiestan como solícitos ujieres de las locuras de un gobierno incompetente que los desprecia.
Cuando se historie este periodo se descubrirá que la cuarentena más temprana, más estricta y más larga del hemisferio (y quizá del mundo) acabará a largo plazo matando y perjudicando la salud de muchísima más gente que el anecdótico coronavirus. Otro logro histórico de Vizcarra.
COMENTARIOS