César Félix Sánchez

Nuevas tendencias en la narrativa joven arequipeña

Escritores surgidos entre 2014 y 2023

Nuevas tendencias en la narrativa joven arequipeña
César Félix Sánchez
22 de noviembre del 2023


Basta revisar cualquier feria de libro grande o pequeña en nuestra región para darnos cuenta de un aspecto fundamental para tener en cuenta al momento de definir la producción literaria más reciente por parte de autores jóvenes en nuestra región: la inconmensurablemente mayor cantidad de publicaciones de toda índole que han aparecido en los últimos veinte años. Nunca antes había sido más fácil publicar. Este fenómeno no solo ha ocasionado lo predecible: una muchedumbre de textos de valor dudoso multiplicándose
ad nauseam, sino también la aparición de una industria editorial regional que, aun con todas las virtudes y los vicios usuales en las PYMES informales y formales, va, poco a poco, generando redes de distribución, de evaluadores, lectores, correctores e incluso críticos. 

Pero también estas circunstancias editoriales, junto con la difusión de Internet y la inédita aparición en nuestra ciudad de cadenas de librerías nacionales, han favorecido una mayor sofisticación y variedad en la oferta narrativa y poética local. Cuando hace cuarenta o treinta años las principales publicaciones regionales debían recurrir al a veces escaso y/o efímero apoyo de fondos editoriales de universidades o al auspicio del desaparecido Instituto Nacional de Cultura u organizaciones semejantes, a través de redes amicales o incluso clientelares vinculadas a intelectuales o políticos prestigiosos, solía suceder que la oferta literaria por parte de nuevos autores tendía a reproducir, de manera consciente o inconsciente, los modelos estilísticos y genéricos establecidos y, hasta cierto punto, «esperados» por ese sistema de mecenazgo. La autopublicación era bastante reducida y casi artesanal. 

Y si bien este modelo de producción editorial -así como las condiciones culturales y académicas de los literati de la época– podía garantizar un cierto nivel de calidad mayor al de la media de la producción actual, la capacidad de innovar, de explotar los recursos de la creatividad y la imaginación, y de intentar salir del corset relativo de los géneros literarios preferidos en el ámbito nacional era muy escasa.

Así, por ejemplo, el usual itinerario de los narradores jóvenes se circunscribía a debutar con un libro de cuentos y continuar publicando textos así por un tiempo indeterminado, hasta la muy improbable posibilidad de una novela «de madurez». En lo que respecta a las tendencias estilísticas, primaba como paradigma el cuento breve realista moderno, en la tradición que va de Anton Chéjov a Raymond Carver. A esto se añadía la omnipresente influencia de la narrativa urbana peruana clásica (1950-1970), representada por Ribeyro, Vargas Llosa y Bryce, en su temática adolescente y pretensión sociopolítica. Como veremos, las tendencias narrativas más recientes en nuestro medio se encuadran en una relativa ruptura con estas características 

Ahora, en cambio, muchos de los jóvenes narradores se inician con novelas. Tenemos el caso de Karem Fernández-Dávila (Camaná, 1992) que, en sus dos novelas iniciales Amargo café (2014) y Quebrando el cielo (2019), en las que, con una prosa lírica a veces tumultuosa, refleja realidades humanas trágicas. Este es también el caso de Esteban Carpio Zúñiga (Arequipa, 1987), cuyo debut novelístico, El abrazo del lagarto (2023), expresa en una prosa correcta la problemática del hastío y de la incapacidad de amar del sujeto contemporáneo. 

En el campo de la narrativa corta, destaca de manera especial Victoria Vargas Peraltilla (Arequipa, 1996) que, con especial habilidad, cultiva el género fantástico, cuya difusión -más allá del antiguo arraigo de lo paranormal en la crónica travadiana, en las tradiciones decimonónicas de Ibáñez y Cateriano y en los amenos relatos populares de Nicoli y Alvear – ha sido bastante reducida en nuestro medio. En Coleccionista de almas (2016) y El intérprete de la muerte (2018), sus dos colecciones de cuentos, demuestran un refrescante retorno a aquello en lo que siempre consistió el oficio del narrador: la pasión por contar historias y la utilización espontánea y exuberante de la imaginación. Aunque parezca difícil de creer, este último rasgo parecía haber desaparecido en amplios sectores de la narrativa local y nacional, viciada por una suerte de autoficción trillada, llena de loci communes púberes, parricidas y, en ocasiones, pornográficos, que incapacitaba a los narradores a proyectarse a mundos distintos que puedan cautivar al lector más allá del morbo o la curiosidad efímera. 

En un panorama semejante se enmarca la obra más reciente de Juan Carlos Nalvarte (Arequipa, 1991) quien, luego de iniciarse con un primer libro de cuentos muy cercano a las tendencias del realismo adolescente ad usum, publicó Un granito de mostaza y otros cuentos reaccionarios (2019), donde reivindica la vieja tradición del apólogo o cuento moral, con matices satíricos, parabólicos y fantásticos, al estilo de Luciano de Samosata y Voltaire. 

Queda claro que muchas otras voces, algunas muy interesantes, han quedado fuera de este recuento. Cosa totalmente comprensible, pues nuestro intento consiste en encontrar tendencias más o menos generales. Y, en el marco de la proliferación de las tecnologías editoriales y del aumento significativo en la venta y distribución de libros, claramente se distinguen la opción de muchos narradores por iniciarse literariamente en la novela y por registros literarios raros en nuestro medio como el género fantástico y el apólogo, en marcada diferencia con la producción literaria local anterior.

César Félix Sánchez
22 de noviembre del 2023

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