Juan C. Valdivia Cano

Samuel Lozada: dos sueños cumplidos

Sobre “Un sueño cumplido”, libro de Samuel Lozada Tamayo

Samuel Lozada: dos sueños cumplidos
Juan C. Valdivia Cano
20 de agosto del 2025


“Nunca creí que el mar pudiera ser tan
azul como lo he contemplado hoy en
Egión, pequeño puerto del golfo de
Corinto…mar añil” (Mariano Iberico).

 

Aunque muchos escritores estudiaron la carrera de derecho y la dejaron, algunos incluso después de graduarse (nuestros Vargas Llosa, Ribeyro y Bryce son ejemplos de ambas cosas) el caso de Samuel Lozada Tamayo es más o menos inverso: un abogado y jurista con gran talento literario parecía mantenerse abogado y jurista. Pero el amor y la belleza parecían querer otra cosa, plenamente compatible en él con sus actividades más prosaicas, felizmente. Pero distinta, como se ve en Un sueño cumplido (peripecia veneciana y crucero a las islas griegas), libro de Samuel Lozada Tamayo que, viaje y palabra, intento comentar aquí.

El amor delicado, discreto y entrañable por la familia –gran motivador de viajes y reuniones familiares a lo Lozada– muy bien representada en este viaje por su muy eficiente e inteligente hijo Diego, que aquí lo demuestra con creces ante un percance de “angustia mortal” que es todo un capítulo del libro. Y la belleza de los paisajes y las circunstancias viajeras que muy pocos seres humanos pueden captar así, re-presentar así, como puede hacerlo Samuel Lozada Tamayo en este libro suyo 

“Vamos para Grecia”, decía el texto del mensaje electrónico de Diego, que determinó nuestro periplo por el mar Egeo, a partir de Venecia; pequeños, casi ignotos pueblos, islas griegas, la Cícladas, las de seis mil años a.C., y finalmente el verdadero Parnaso en Atenas, el encuentro mágico con los grandes dioses y diosas de ese pasado abrumador y misterioso (…)”. (“Prolegómeno”)

Aunque ese talento se ejerció y era evidente a través del periodismo, sus escuetas notas sobre asuntos de derecho internacional, asuntos político electorales y variados temas sobre el desarrollo regional y nacional, entre otros, tan claras y precisas como lúcidas, no dan, sin embargo, una idea completa de la enormidad de ese talento, quizá porque esa misma claridad, esa misma precisión, esa misma lucidez, y lo prosaico de los temas, ocultan un poco el genio literario y artístico del poeta, del esteta. Pero aquí el jurista, el forense y el periodista están de relativas vacaciones, queda el poeta itinerante. “Una ansiedad por verlo todo con “ojos de ver” y un extraño acogimiento de parte del pasado griego, como que cumplíamos un mandato ancestral, nos hicieron superar todas las dificultades (…)” (“Prolegómeno”). Como la aludida “angustia mortal”.

Hemos citado dos párrafos (incompleto uno) del “Prolegómeno” del libro y éste tiene doce, para que el lector se haga una idea de lo que se pierde si no revisa el libro entero y solo se queda con mis abstracciones reductoras. Luego viene Venecia y es el inicio del tour: La antica Gelateria dil Corso, La Quadriga Domini, Las Vías, La Piazza y la Basílica, Los Canales, para después abordar el Crucero Riviera. Y ya instalados algunos días en él, el viajero comenta

Todas las tardes al retorno de las excursiones , envueltos en albas batas de baño, impolutas, nos desplazamos desde los camarotes hasta la piscina. ¡No nos perdíamos una¡ Se organiza un placer misterioso. El viento que viene desde proa, la luz tornasolada que viene de un sol que va cayendo desde el horizonte, los pasos que no son de andanza sino pequeños vuelos sobre maderas marineras. La levedad exacta entre los desplazamientos que bandea sobre nuestra faz y vuela un poco los cabellos; y los ojos por los que circula un display colorido de mar, cielo y personas que saludan siempre y sin cambiar palabras; el cuerpo que se nos eriza un poco porque sabe que se acercan aguas esenciales 

Es en sus crónicas de viaje que se puede apreciar ese genio literario y artístico. Sin embargo, debo confesar cierto temor que me sobrevino apenas se me ocurrió la idea que la única forma de transmitir mi impresión de la lectura de ese pequeño, bello y gran libro, era citando todo lo posible y razonable al autor. Lo cual significa extraer trozos o fragmentos del libro fuera de contexto y correr el muy alto riesgo de empobrecerlo. Es un caso en que hay que leerlo completo. 

Porque es muy difícil comentar un libro que, según Vargas Llosa (aludiendo a la novela) debe lograr (y éste lo logra) transmitir la “múltiple y oceánica” realidad real. En este caso la de esos parajes ítalo griegos y toda su belleza que está ahí, ciertamente , pero que solo la lectura del libro en comento hace pensar en la cantidad y calidad de recursos conocimientos, experiencias, viajes, erudición, cultura artística, arqueológica, arquitectónica, histórica, buen gusto y una fuerte sensibilidad para transmitirlo por escrito de esta manera. 

Todo lo cual no explica, sin embargo, lo esencial, eso que lo hace posible , eso intransferible, único y singular: el carácter del autor y sus carismas. Aunque miles de turistas vayan por las mismas rutas de Venecia al mar Egeo, con todas sus islas cargadas de belleza e historia, pensando en este hermoso documento de viaje me pregunto: de la enorme cantidad de personas que pueden recorrer y recorren exactamente los mismos lugares, parajes y paisajes que nuestros dos paisanos arequipeños ¿cuántos pueden “hacer el acta” y dar cuenta por escrito de esa experiencia tan magníficamente como “Un sueño cumplido”? Tratemos de darnos una idea de todo lo que significa hacer posible su redacción en forma y contenido. Viajar es sencillo. Recrear poética y plenamente en un libro, como éste, la experiencia de viaje , es cosa muy distinta. Y muy rara

Conforme avanzo en la lectura, mi envidia crece con cada logro de buen gusto, de precisión y síntesis, de ternura tenue pero intensa, de alta sensibilidad estética y vitalidad en su mejor sentido, que uno percibe en este libro que nos ofrece una serie de saberes y vivencias que pasan delicadamente al lector, bien lejos del lenguaje académico, ubicado totalmente en el mundo mágico de la poesía y la tenue recreación estética de dicha realidad. Y aquí cabe una pregunta que el viajero toma de nuestro Mariano Iberico, que también anduvo por ahí: “Al escribir estas notas, nos asalta la reflexión del filósofo `sobre la eterna cuestión de saber si lo que llamamos belleza reside en determinadas formas objetivas o en lo que la apreciación personal pone sobre ellas` “. O la pregunta dualista o bipolar no permite otras posibilidades.

Y aquí suspendo mi comentario, al inicio del periplo, solo por razones de espacio periodístico. Dejo al lector, la tarea, la hermosa tarea, de continuar el viaje. Quedan: Dubrovnik, Kotor, Corfú, Monemvasia, Creta , Efeso, Mileto, Magnesia, Santorini, Delos, Mykonos, Atenas, Micenas y Delfos, cada una en capítulo aparte. 

Solo queda la despedida, y reparo en que la lectura de un libro bellamente escrito, y discretamente profundo como éste, lleva a la identificación total con el autor. Y a sentir la misma “penita” como dice él, al dejar el ahora también entrañable crucero Riviera y especialmente el camarote 831

Una gran fanfarria marcó la despedida del Riviera al llegar a Atenas. Gran espectáculo de varieté en el teatro del barco. Canciones del adiós entonadas por todo el personal del navío. Serpentinas, gorros de colores, mistura. El pasaje completo involucrado en esta despedida. El capitán del barco, un italiano de tez grisácea, a quien vimos por primera vez, presidió el festejo con un ánimo extraordinario en canciones y evoluciones de baile 

En determinado momento y tocado por la melodía triste de esa pieza americana del adiós, sentí una penita, aquella maravilla del viaje dentro de una especie de “isla de la fantasía” se terminaba, debíamos volver a la realidad de las relaciones convencionales y de rutina. Nuestro queridísimo 831 que nos había acogido tan cómodamente y especialmente su balcón desde el que habíamos apreciado mañanas luminosas, tardes melancólicas y noches con misterio. Todo al pie del Egeo, que no se parece a ninguno de otros mares, laminado por las aventuras de los dioses y héroes griegos y remansado por las lucecitas orilleras, titilantes, navideñas

Solo la genuina modestia del autor le hacen hablar de un sueño cumplido, cuando son dos: el viaje mismo y sus peripecias, y el magnífico libro a que ha dado lugar. Y no se que puede ser más valioso. Me está pareciendo que las islas y los mares griegos con sus héroes, dioses y diosas incluidos, se inventaron alguna vez para que Samuel Lozada Tamayo pudiera reinventarlos en este pequeño gran libro.

Juan C. Valdivia Cano
20 de agosto del 2025

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