Carlos Adrianzén

Hay salida

Un volumen mucho mayor de comercio exterior reduciría la pobreza en el país

Hay salida
Carlos Adrianzén
05 de abril del 2023


Pocos temas resultan tan cercanos a la suerte económica de una nación como sus flujos de comercio exterior. Y particularmente, de todas sus exportaciones (tradicionales, no tradicionales y de servicios). Ellos no reflejan solamente sus políticas comerciales o monetarias; reflejan su calidad institucional, libertad y estabilidad. No existe nación exitosa –en términos de desarrollo económico– que en algún momento no haya quebrado esas barreras para ser ricos, a la Prescott y Parente, que los latinoamericanos nos autoimponemos. Esos errores institucionales están asociados a las creencias socialistas y mercantilistas. El Perú, desdichadamente, tiene este sello en su propio ADN republicano. Heredados desde el socialismo opresor (en los tiempos que ocupaba nuestro espacio un imperio andino) y también desde el mercantilismo extractivo (en los tiempos en que nuestro espacio fue territorio español). 

Dos siglos fracasando es tiempo suficiente para que nos preguntemos ¿por qué no somos una potencia económica? La respuesta a esta pregunta va de la mano de la revisión de los aciertos y errores de nuestra propia historia. No olvidemos el sello de nuestro mestizaje, por un lado, andino (grosso modo socialista) y por otro, español (grosso modo mercantilista). Este sello comparte la inclinación por la opresión económica y política, y superpone y combina dos recetas probadamente generadoras de atraso económico, corrupción burocrática y frustración social. Tal vez dos siglos alcancen para que repensemos nuestra suerte. 

Pero a lo bueno nunca se llega por un camino fácil, si además nos enfrentamos con las crónicas de una historiografía dudosa. Una que nos cuenta que ya somos ricos o que un militar traidor –bajo cuyo régimen se prostituyó la burocracia nacional– fue el mejor gobernante de la Historia del Perú. Pero casi tan dañinos como los escribidores e ideólogos de izquierda local, son los mentirosos a medias. Los que solo nos presentan parte de la foto. Que solo describen a medias.

Bajo su prédica, no pocas veces etiquetada como técnica, ya seríamos un país rico, a pesar de que somos económicamente pequeños (con menos de un décimo del producto por persona de un estadounidense y distanciándonos hacia abajo). Que seríamos una economía abierta, mientras nuestro comercio exterior apenas roza la mitad de nuestro producto, y que dependeríamos pasivamente de los precios de nuestros minerales, en medio de sucesivos auges y declives.

Se pretende conocer al Perú actual bajo la imagen elusiva de una economía pequeña y abierta, exportadora de piedras y frutas, con las venas abiertas, como sostenía un desconcertado uruguayo y aun vociferan decenas de profesores de Historia en algunas agradables cafeterías limeñas.

La realidad en cambio es dura y… afortunadamente, otra. 

Nunca en la historia del Perú hemos experimentado un sólido auge exportador. Un periodo de una o dos décadas en las que las exportaciones reales por persona se multipliquen veinte o treinta veces (léase un auge trascendente socialmente). Nunca. Hemos tenido periodos cortos de recuperación exportadora con diversificación, tal vez en los cuarenta y en los noventas. Punto.

Aquí el primer gráfico (#1) nos deja información clarísima. Que no la queramos ver, eso es otra cosa. El subgráfico de la izquierda nos restriega que, por décadas, las exportaciones peruanas por persona en dólares constantes han dibujado una línea casi horizontal con los precios deflactados de nuestros principales productos de exportación (eso que los economistas llamamos términos de intercambio). El sub gráfico de la derecha, en cambio, nos enseña que, si asociamos la misma variable con la ratio de apertura comercial (ergo las reglas que explican), se da una asociación positiva.

A riesgo de sostener una blasfemia frente al credo de los economistas de izquierda en la región, en el Perú nunca se exportaron piedras. Siempre el esfuerzo de nuestros empresarios –a pesar de nuestros burócratas y sus reglas– explicó los también siempre efímeros booms exportadores.

Para tener un auge exportador sólido no se requiere otra cosa que instituciones sanas. En español, simple, mucho más altas libertades económicas y políticas. En la región, niveles hoy sin precedente y hasta incompresibles de respeto a los ciudadanos. Sin ellas nos pasará lo que nos ha venido pasando por dos siglos. La corrupción burocrática, el estancamiento pendular y la pobreza masiva. La historia de las últimas siete décadas del Perú contrasta meridianamente esto (ver gráfico #2).

En los últimos años, el Perú post 2013 ha dejado de reducir significativamente su tasa de incidencia de la pobreza. En un lapso de tiempo relativamente corto, millones de compatriotas han caído en la informalidad y debajo la línea de la pobreza. Hasta en las en las cifras oficiales.

A pesar de este retroceso, el último gráfico nos presenta el camino de salida. Si queremos hoy reducir la pobreza -que atrapa millones de compatriotas y se asocia a la innecesaria desaparición de miles año tras año- dejémonos de esperar mejores precios internacionales o a algún iluminado. La receta la conocemos. Un volumen mucho mayor de comercio exterior se asociaría a una reducción de la población pobre en escala que nunca se ha visto en el Perú. 

Pero, nótese, un volumen mucho mayor de comercio exterior –aquí, en Cuba o en Finlandia– se asociaría con libertades económicas y políticas altas y estrictamente respetadas. Es decir, una cabal separación de poderes. Nada de mayorías congresales afines y otras barbaridades latinoamericanas. Algo que los peruanos nunca hemos visto y –todo parece indicarlo– no nos atrae con la ciudadanía suficiente.

Carlos Adrianzén
05 de abril del 2023

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