¿Hacia dónde vamos?

Los peruanos no sabemos hacia dónde vamos: si volvemos al pasado de la economía de sobrevivencia o vamos hacia nuevas formas de organización social, desconocidas e insólitas. Por ahora, en tanto se resuelve esta disyuntiva, la incertidumbre recorre ciudades y pueblos, y una ola inmensa de ansiedad invade los corazones. Es un fenómeno terrible que nos golpea y del cual no saldremos sin la participación del pueblo en un plan de salvación nacional.

La gente ha comenzado a buscar comida en los basurales. Asimismo se denuncian los asaltos a vehículos y centros de abasto. Vemos las imágenes de miles de pobres que salen en procesión desde Lima para retornar a sus pueblos de origen, donde cordones sanitarios les impiden pasar. En los últimos diez días hemos contado el mayor número de contaminados de la región sudamericana, mientras la cantidad de fallecidos crece exponencialmente y los hospitales y crematorios colapsan. Pero las cifras son superiores a las anunciadas oficialmente.

El Gobierno, que había tomado la iniciativa, se percibe hoy como parte del problema y sobrepasado por los acontecimientos. Da la sensación de que juega al pelotazo en un partido que pierde y no puede ganar. Si bien realiza esfuerzos, queda al descubierto que no tiene liderazgo político. Los ministros y asesores formulan declaraciones dispersas y alarmantes, que desconciertan y profundizan la desconfianza.

Las apariciones frecuentes del presidente Vizcarra afectan su imagen; sus mensajes repetitivos y burocráticos cansan y son mal recibidos. Se convierte así en un dirigente peligroso, pues no da la talla y se percibe que carece de las condiciones para superar los grandes desafíos del momento. Otorga S/ 30,000 millones a los banqueros y las grandes empresas, cantidad treinta veces mayor que la destinada a los programas sociales.

Hace falta un discurso político que retome la iniciativa, despierte la esperanza y una al país. Un relato inteligente que movilice a la nación tras un sueño y objetivo común, a pesar de la dramática realidad. Que incorpore a los sectores populares, sus organizaciones y a sus dirigentes en las acciones de gobierno y en la solución de los problemas. Esos peruanos son ignorados por el mundo oficial y constituyen la mayor fuerza social y económica de la república. Contar con su compromiso es clave para superar la crisis y salvar al Perú.

En Cusco, lejos de la obediencia al Estado, ha surgido una asociación de deudores del sistema financiero que plantea no pagar a sus acreedores en las mismas condiciones de antes. Asimismo algunos alcaldes dicen “en nuestra tierra sembraremos y tendremos para comer papa, cuy, maíz, mientras en Lima solo comerán arena”. Surgen así iniciativas populares independientes por todo el territorio, cuya energía debería incorporarse en un vasto plan de salvación nacional que no existe.

Urge volver a impulsar la acción del Estado. Personalidades de tan reconocido prestigio como el empresario y filántropo Bill Gates nos anuncian que el Covid-19 dejará una estela macabra de dos millones de muertos, y proponen un programa de ayuda global para combatir esa tragedia. Bill Gates entiende que mientras exista un país infectado, el virus seguirá latente. Señala que la pandemia no nos llega todavía con la intensidad que ataca ahora a los países ricos. Y advierte que, cuando llegue con esa fuerza a nuestra tierra, las masas empobrecidas serán diezmadas. ¿Hacia dónde vamos?