Habemus presidente

La torpeza del fujimorismo de ejercer solo un “obstruccionismo tribunero” desde un principio del gobierno de PPK y su evidente falta de dirección nos han deparado un presidente capaz de interpretar la “denegación fáctica” como sinónimo de “no confianza”. Un presidente para nada no fáctico. Capaz de traicionar a su propio PPK pactando con los fujimoristas para luego traicionarlos también a estos. Un señor que ha traicionado también la Constitución y al pueblo, no solo con la denegación fáctica aludida –que era solo un pretexto–, sino que sin sonrojarse siquiera ha admitido que “él personalmente” decidió el cierre del Congreso. O sea la violación de la exigencia constitucional de que una medida así solo puede ser tomada con acuerdo del Consejo de Ministros. Y esta es solo una descripción de hechos, no una adjetivación.

Mientras los fujimoristas aprobaban presupuestos y delegaban facultades, ellos escogían como voceros a lo peor de sus cuadros. Desde un pobre señor –de dudosa reputación- cuya cara basta para descalificarlo y cuya sociedad es un insulto permanente, pasando por alguno que nos amenazaba con sus manos ortopédicas (cuyas puntas resultan agresivas per se para los receptores, según estudios) para terminar con un personaje de Augusto Ferrando: un pretendido imitador de Alan García en lo físico y en el andar rítmico, pero sin el cerebro del ex presidente. Con el añadido de que el imitador no tiene en su vocabulario la palabra fidelidad y sí las palabras “traición sistemática”.

Y habemus presidente. No interesa ya discutir el constitucionalismo de su presidencia: es una grosería para la inteligencia. De eso se encargará la justicia alguna vez, si no se cambia la Constitución, que es lo más probable. Ahora el hombre común –que no sabe de abogados principistas o alquilados– espera lo que no se hizo en año y medio de gestión: obras y servicios. 

El aplauso popular no es por la figura presidencial, sino por la empatía con el insight de un pueblo que detestó la soberbia exportada por el Congreso y que no sabe que este no es el encargado de ejecutar las obras que reclama. ¿Todo alimentado por la industria mediática? Claro que sí. Esa industria tiene ahora el dinero que le faltaba. Y habemus presidente.

Mientras la gente se sigue embruteciendo intercambiando insultos como fujiapristas o caviares, según no apoyen o apoyen el golpe de Estado, opto por hacer solo dos peticiones al Presidente. La primera es dejar la bandera de la lucha contra la corrupción porque el acuerdo con Odebrecht solo era un pretexto para ejercer “justicia discrecional” y acallar opositores a cambio de dejar a la empresa finalmente como pía (pues no será acusada ni pagará nada) y dedicarse a las obras que la gente requiere ¡mañana!

Y una segunda petición –tal vez idealista– que no deje al país en las fauces del Foro de Sao Paulo o del Grupo de Puebla; cuyos países adherentes no solo han sido corruptos en su mayoría, sino cuyas políticas han empobrecido a sus pueblos y los han sojuzgado con la gobernanza de la dádiva populista que elimina dignidad y ciudadanía. Digo idealista porque ya vino curiosamente el futuro presidente de Argentina –del movimiento que vendió armas a Ecuador en medio de nuestro conflicto con ese país, siendo garante– y ya nos hermanamos con Evo y su gas para fortalecer alianzas que mermen la Alianza del Pacífico y favorezcan al Mercosur y al aludido Grupo de Puebla. 

Y una petición extra. Al señor Zeballos le gustan las empresas públicas y ya ha hablado de una línea aérea propia. Por favor, que no nos deje como regalo para el Bicentenario una línea aérea de bandera cuyos aviones de seguro estarían envueltos en los colores de la blanquirroja y conquistarían –como en el fútbol– no solo los cielos del mundo, sino el fervor popular. Sobre todo esto con miras a futuras elecciones.