Tino Santander

Fútbol: el opio de los pueblos

A propósito de los triunfos peruanos en la Copa América

Fútbol: el opio de los pueblos
Tino Santander
08 de julio del 2019

 

Ricardo Gareca es el héroe que los peruanos anhelaban. Este argentino, heredero del espíritu del libertador San Martín, ha llegado al Perú para hacer una revolución en el fútbol nacional, que estaba hundido en el fracaso, el fraude y la informalidad generalizada. Lentamente, sin aspavientos mediáticos ni controversias altisonantes, ha transformado a nuestros jugadores en profesionales responsables y, sobre todo, ha organizado un equipo solidario capaz de competir con las selecciones más importantes del mundo. Primero nos llevó al Mundial y ahora consiguió que disputemos la final de la Copa América, superando nuestras limitaciones psicológicas y futbolísticas. 

Cada partido ganado ha desencadenado una histeria popular. Incluso algunos comentaristas comparaban a nuestros esforzados jugadores con las rutilantes estrellas del fútbol argentino, chileno, uruguayo, colombiano y brasileño. Lamentablemente todavía no tenemos un jugador de jerarquía mundial. Los peruanos sabemos que la farándula, la bohemia, la falta de voluntad por ser los mejores y la informalidad de nuestros campeonatos nos han traído vergonzosas y humillantes derrotas en todos los torneos sudamericanos en los que participan los equipos peruanos. Por eso, el mérito de Ricardo Gareca es inmenso, porque conocedor de las limitaciones y virtudes del futbolista peruano le ha inculcado, de manera inteligente, disciplina y hambre de gloria.

La ilusión de ser campeones de la Copa América, después de cuatro décadas, nos emocionó tanto que nos olvidamos por un momento de los 10 millones de peruanos sin agua y desagüe abandonados por el Gobierno; nos olvidamos del 85% de agricultores sin crédito agrario ni asistencia técnica; nos olvidamos de la incompetencia del Gobierno de Vizcarra para avanzar en la reconstrucción del norte; olvidamos que tenemos un presidente que desconoce la historia nacional para vergüenza de todos los peruanos; de que tenemos un Congreso lumpenizado que el país repudia; que el gas barato para el sur del Perú vendrá de Bolivia y el Gasoducto Sur Peruano será una promesa incumplida, que el aeropuerto de Chinchero es una farsa del gobierno; que las medicinas son caras y que la inversión pública y privada no despegan por la ineptitud del Gobierno. 

Víctor Ávila y Leocadio Zavala dirigentes sociales de Lima y Cusco, me decían: “La gente está pensando solo en fútbol”. Mi hijo Felipe me dice: “Mira, viejo, el fútbol es el opio de los pueblos: nos adormece, no hace alucinar que somos los campeones de América y de que le podemos ganar al mejor equipo del mundo. A pesar de perder con Brasil, por el momento no hay droga más agradable que los goles de la selección. Y toda la tragedia nacional la postergamos para un próximo partido”.

El fútbol es el alucinógeno más hermoso que tenemos los peruanos para olvidar nuestros problemas. En un país con inmensas desigualdades sociales y ahogado por la corrupción y la informalidad, la inmensa mayoría de peruanos no cree en la democracia. Los peruanos siempre estamos buscando una droga que nos saque de la realidad, y por ahora es el fútbol. Mañana pueden ser las soluciones políticas extremas o simplemente entregarnos al crimen organizado que controla extensa partes del territorio nacional.

Javier Del Río, psicólogo especialista en drogas y alcoholismo me dice: “El Perú necesita urgentemente una terapia psiquiatra que nos ayude a superar nuestras histerias existenciales y efímeras adicciones, que tanto daño nos hacen”.

 

Tino Santander
08 de julio del 2019

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