Raúl Mendoza Cánepa

Formar partidos

En el Perú no se alienta la carrera política

Formar partidos
Raúl Mendoza Cánepa
04 de octubre del 2020


Etimológicamente "partido" es
pars, voz latina que significa "fracción". Si nos remontamos a la antigüedad, descubrimos facciones en pugna, güelfos y gibelinos en las viejas repúblicas italianas. Ese antecedente nos acerca a su primer significado; sin embargo, en una república moderna lo que diferencia a los partidos de las facciones es que aquellos buscan el bienestar general, mientras que estas servían solo para aniquilar al adversario. Un poco como las tendencias que por momentos hemos visto en nuestro trajinado devenir político. 

El surgimiento de la democracia moderna se acompaña de partidos que participan en el proceso político, postulando ideas e integrándose a la competencia. Ellos reúnen gente que cree más o menos en lo mismo. De ese “más o menos” nacen las tendencias. Nunca interpretamos la vida exactamente de la misma forma. También existen partidos sin ideología, su núcleo es un objetivo, la representación de intereses o la pesca de votos (el populismo les sabe bien). Entran en el concepto, pero pervierten la república. Max Weber decía que los partidos son formas de socialización que no deben parar hasta el reclutamiento de gente afín para ofrecerles posibilidades futuras y principios ¿Para qué institucionalizarse si no es para que cualquiera que se forme y trabaje por un partido durante algunos años tenga la opción de un escaño, de una alcaldía, de ponerse la banda o el fajín en el futuro?

Los partidos sirven como vehículos hacia el poder; para eso existen, es de ley. No hay otra opción para ser electo; pero si cerramos allí, los partidos son solo eso, “vehículos”, y cada elección es un paradero de “baja/sube”. No se puede hacer carrera política, sumarse a una doctrina e incentivar la formación política si no hay incentivos para luchar individualmente en un partido con el sueño de ser promovido, asumirse congresista, alcalde o presidente en algún momento. Esto es, cuando las encuestas mandan y hay que fichar a un atrapa votos para no morir en el intento. Si fichas, quédate; lo otro es reforzar la filosofía del “paradero”. “No ganamos. Chau, hasta aquí llegamos”.

Si sumamos la valla electoral, ¿qué visión tiene quien quiera hacer una carrera política, si lo más probable es que el partido desaparezca? ¿Cuántos partidos sobreviven por alianzas de última hora o por dinero sucio que hace la carrera desigual? La honradez es castigada. Si corres solo con ideas y buenas intenciones, perdiste la elección y, de paso, la inscripción. De comprobarse la entrada de dinero negro en campañas, ¿no deberían revalidarse las inscripciones de los partidos que las perdieron?

En el Perú no se alienta una carrera política que anime a formarse en gestión pública, Derecho Constitucional, oratoria o liderazgo, pues la vida política partidaria es muy contingente y muchos partidos solo abren sus “talleres de mecánica” cuando se aproxima una elección. Sin embargo, no todo está perdido cuando existen partidos escuela y de doctrina, honrados, enemigos del populismo y de los intereses que dominan la política… salvo que la valla destruya sus mejores intenciones. La no reelección parlamentaria o edil juega su propio partido para desincentivar a un neonato político. Nadie que juegue con sinceridad quiere una aventura, de casarse se trata el juego. Así, la reforma de los partidos no concluye con una ley, hay aún mucho pan que rebanar, en parte desde dentro de los propios partidos.

Raúl Mendoza Cánepa
04 de octubre del 2020

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