Eduardo Zapata

Fiscalillos y felipillos

Derrumbando el mito del “obstruccionismo”

Fiscalillos y felipillos
Eduardo Zapata
28 de agosto del 2019

 

El ex Ministro de Economía de PPK destruyó en dos minutos la teoría mediática del “obstruccionismo” congresal a la labor del gobierno. En una entrevista, y con mucha seguridad en sus palabras, dijo que durante su gestión jamás había percibido del Congreso una actitud hostil. Y que tanto la confianza como la delegación de facultades por parte de los congresistas revelaban más bien una actitud positiva hacia las propuestas gubernamentales.

Nada bien debe haber caído al Presidente esto, pues su única bandera de lucha (y logro) se basaba en que no se podía gobernar con un Congreso “obstruccionista”. Repetido por él hasta el cansancio y amplificado por la industria mediática a su servicio. Cierto es que el caso Saavedra ocupó la atención pública. Un exitoso heredero de Humala atacado y censurado “vilmente”. Por gusto. Luego nos vinimos a enterar de que la publicidad del Minedu y las consultorías habían sido el soporte del banquero-ministro, antes que sus logros.

Lo cierto es que salvo especímenes repelentes en el Congreso –los hay siempre y creo que en este hasta menos que en otros– el tal obstruccionismo era una campaña para tapar ineficiencias (y otras “delicias” que la justicia se encargará de dilucidar luego). Veíamos más bien un país hipotecado solo a ciertos proyectos, pero no preocupado por trazar políticas públicas para la mayoría. La salud, la educación, la inseguridad y la ralentización de la economía así lo anunciaban.

El objetivo de la campaña era obvio. Además de lo señalado, eliminar a los dos rivales “obstruccionistas” peligrosos: García y Keiko. Y el objetivo se cumplió gracias a esa prensa abiertamente amiga del dinero y obras del gobierno, y a una Fiscalía ad hoc. Hoy asistimos a una crisis fantasmagórica, entonces. Un obstruccionismo inexistente y –eso sí– una dirección política penosa de la señora Fujimori. Jamás supo poner las cosas en su sitio y hacer oposición de veras. 

Es claro que nuestro Estado es sirviente de un poder que viene de Brasil. El Partido de los Trabajadores del hoy encarcelado por corrupción Lula formó una organización criminal para el saqueo. Con cómplices locales con y sin abolengo. Y fiscalillos o felipillos se han encargado de ocultar esa responsabilidad lindante con la traición que –de haberse sabido a tiempo– nos hubiese ahorrado la “crisis” de gobernanza.

Mercedes Aráoz y Pedro Olaechea debían llegar a un acuerdo –terminar el mandato constitucional– comprometiéndose ante el pueblo en 10/20 obras concretas y reformas específicas al servicio del mismo. Ni el cacareado obstruccionismo, ni la ineficiencia, ni la demagogia nos darían mejores postas médicas, escuelas, seguridad, empleo. Y eso es lo que quiere la gente. 

Confiemos en que los constitucionalistas que se pronuncien en definitiva sobre el tema hayan llevado en su universidad un buen curso de Hermenéutica. Para evitar otra vez “interpretaciones auténticas y delivery” alimentadas por el poder.

 

Eduardo Zapata
28 de agosto del 2019

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