Raúl Mendoza Cánepa

Fake news y crisis de medios

Lo falso se difunde rápidamente porque no exige razones

Fake news y crisis de medios
Raúl Mendoza Cánepa
10 de diciembre del 2018

 

“Fake” significa falso, pero es más que eso, es “enganche”. “Todo el mundo miente” y lo que es peor “inconscientemente todo el mundo quiere que le mientan”. Es una profanación, pero las mentiras se difunden rápido y se creen fácilmente. Nos creemos todo lo que nos dicen y, en ocasiones, ese temblor es más apasionante que la apacibilidad de aquellos días en los que no nos ocurre nada. En ese pasmo, el periodismo aún tiene poco que decir y mucho que repetirse: perdió el buen lenguaje para enganchar a sus lectores, su originalidad y les faltó la habilidad para hacer la verdad más digerible de lo que es, convirtiendo el “contar” en el “arte de contar”. Nada fatiga más que mil palabras para decir lo que se puede decir en trescientas, y nada es más tonto que lo manido, lo que ya conocí en la expresión friendly de mis amigos de las redes.

El periodismo no está en crisis; pero sí los medios, porque la lectoría se ha trasladado a Internet y cada día el universo virtual es más amigable (aún en su necedad). Desde YouTube y los tontos vlogs (al menos muchos de ellos, que destruyeron a los blogs) hasta Twitter y Facebook o lo que venga, el papel es como tabla de piedra. Migran los lectores, migran las empresas, mientras los medios se resisten a creer que pueden morir. Pronto, y es lo aconsejable, los directores periodísticos de los medios impresos serán principalmente los directores del diario web, que no es lo mismo que la versión web del diario, y en ella deberán poner su atención. Leía recién sobre la situación de una revista local (en un semanario) desmoronándose en la crisis, una tal que lleva a que muchos de sus periodistas trabajen en el medio a tiempo parcial, cachueleando, mientras dedican su jornada a trabajos no periodísticos. No, no es la muerte del periodismo, es probablemente la crisis terminal de los medios que no se adelantaron a cambiar su modelo de negocio, que no se centraron en el “diseño inteligente” de su web ni en firmar acuerdos ventajosos de doble exposición en impreso y web con las empresas que pagan publicidad.

No me refiero a todos, pero si algunos medios tienen millones de visitas en su página web y solo varios miles en su versión impresa, tienen una mina de oro virtual que no saben cómo explotar. Lo secundario ya es el papel, debería ser la versión de la web. Lo primero que hace un buen negociador es sostener el papel con ventajas publicitarias en una web posicionada. De ser empresa y tener una marca, bien me vendría que el impreso tuviera un efecto espejo en la leída web del diario; sostengo el papel por un contrato y, de paso, con la doble publicidad me exhibo ante millones. Desde luego, todo depende del cambio de modelo de negocio, de una dirección periodística instalada principalmente en la web y del diseño sugestivo que tenga esta, una tal que incida en la visibilidad y atractivo de la publicidad de los que más pagan por ella (hoy para eso sirven los expertos en diseño, marketing y periodismo).

Sin embargo, empezamos diciendo que las fake news le han ganado la partida a las verdades periodísticas. Quizás la mentira es más atractiva por cómo se cuenta, porque rompe la monotonía o porque juega con la leyenda urbana, las pulsiones y la sorpresa. El mundo del espectáculo es frivolidad y entretiene, la industria de la verdad debe lograr hacer que lo serio entretenga y quizás que la verdad del periodismo se imponga por su credibilidad, pero también por su narrativa. Es “el arte de contar”, es una competencia entre contar una mentira naturalmente “jaladora” y una verdad que enganche a la gente.

Lo falso se difunde rápido porque no exige razones, pero crea una sociedad peligrosamente ilusoria de la que solo el periodismo serio nos puede salvar. Mientras los medios no se adecúen a los cambios, la mentira será el pan de todos los días y los periodistas los historiadores del periódico de ayer ¿Crisis? No, siempre que sea la oportunidad de cambiar.

 

Raúl Mendoza Cánepa
10 de diciembre del 2018

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