Carlos Adrianzén

Es la opresión, cholito

En un régimen de izquierda los niveles de opresión (política y económica) son altos

Es la opresión, cholito
Carlos Adrianzén
21 de febrero del 2024


Resulta punzante descubrir que muchas cosas que creemos bien sentadas son falsas. Y lo que es peor, que resultan el producto de un engaño en el que hemos caído redondos. En esta área, enfocar nuestras propias posiciones ideológicas merece nuestro tiempo. De hecho, es probable que usted crea que su ideología cae dentro de las visiones de alguna izquierda o derecha. E incluso, usted puede encontrar que sus ideas serían de “centro”. Que con ellas se libra de discusiones, tener que pensar más sobre la materia, y que resultaría hasta estratégico tomar una posición escurridiza o maleable. 

Es cierto que las ideas centristas son populares; o porque son fáciles de desbaratar o porque resultan camaleónicas. Pero no olvide que, el mayor inconveniente con el centro político es que… estrictamente no existe. El punto equidistante entre dos extremos (con infinitas posibilidades) es necesariamente cero. Uno entre infinito da cero. Ergo, inevitablemente o se es de derecha o derechoide –o de izquierda o izquierdistoide–. Pero le cuento que habría una salida. Siempre existe la posibilidad de ser marxista… a lo Groucho (“Si no te gustan mis ideas… tengo estas otras”). Pero ironías fuera, los polos existen. Desde mucho antes que alguien etiquetara a otro como de izquierda o derecha por su ubicación dentro de un salón congresal, ya Aristóteles y su diletante profesor, dibujaban distantes polos de opresión política.

Resulta muy útil y hasta intrigante, examinar lo que implican los dos polos. Revisar lecturas sobre los diferentes liberalismos, socialismos y sus toneladas de primos hermanos. Un laberinto de teorías y definiciones mutantes. Al menos aquí sí nos sirve Friedrich Engels. Engels, al definir Marxismo como la Antítesis del Capitalismo, permite abandonar el grueso de la literatura no epistémica, sus superposiciones y confusiones. Como Antítesis, si el Capitalismo implica niveles altos de Libertad Política y Económica, el Comunismo, implica elevados grados de Opresión Política y Económica. 

Esta contraposición además de aclarar las cosas y tiene dos atractivos. Por un lado, cuadra perfectamente con la penosa definición de libertad en Marx (i.e.: la libertad es la conciencia de nuestras necesidades). Por otro lado, nos permite transitar hacia una taxonomía epistémica de lo ideológico. Y es que hoy existen índices que cuantifican anualmente niveles de libertad política (Derechos Civiles y otras Libertades Políticas) –gracias a Freedom House–; así como existe un impecable índice que mide la Libertad Económica (Respeto a los derechos de propiedad, estabilidad monetaria, condiciones de Negocios et al), anualmente publicado por Heritage Foundation.

Con ellos hoy es posible cuantificar. Dejar el engañoso mundo de la retórica con sentimientos y creencias incluidas. Ese vociferante mundo donde las autodefiniciones –i.e.: soy rojo, soy progresista, soy socialista, soy neomarxista, soy posthumanista etc.– aún circulan confundidas con aires de intelectualidad. En estas líneas solo nos importarán los valores históricos registrados. La retórica encandiladora se la dejaremos a los procesos electorales. 

Meridianamente, un régimen es izquierdista cuando sus niveles de opresión política o económica son altos, en los hechos. Y es derechista, cuando los niveles de opresión política o económica resultan bajos, también en los hechos. Idealmente, la Libertad prevalece.

Claro está, si hay dos polos en una línea, existe un espectro ideológico infinito. Por ejemplo, por el lado opresor, un dictador puede encandilar ofreciendo acabar por nosotros con la propiedad privada (Comunismo), la explotación laboral (Marxismo), las diferencias sexuales (Feminismo), la definición de lo humano (poshumanismo), el predominio de la sociedad Thule (Nazismo) o la ayuda a un mercader amigo (Mercantilismo) y hasta a algún equilibrio ambiental (Ecologismo Irracional). Su núcleo descubre la aberrante búsqueda de una justificación para la opresión. Aquí el lado emocional o las creencias juegan un rol fundamental.

Al mismo tiempo, delimitar cada cosa y no caer en decenas de definiciones versátiles para cada vocablo, permite aclarar el panorama. Primero: usted puede entender quién es quién en los hechos (ver Figura Uno). Existen planos superpuestos de opresión económica y política. Rangos cuantificables de Izquierdas y Derechas en el tiempo. Con los mismos discursos, el régimen X puede mutar de Socialista a Socialista Mercantilista o el régimen Y puede pasar de ser liberal a Mercantilista Socialista. Y sí, en el planeta existen centenares de naciones opresoras.

Segundo, esta perspectiva nos permite poner en claro con qué tendencias (desarrollo relativo, crecimiento, pobreza, corrupción burocrática, et al) se asocian las ideas de cada rubro del espectro. Puntualmente qué ideas matan o cuales resultan económicamente tóxicas. 

Hoy se pueden inquirir sus toxicidades y descartar sus tranquilizadores discursos. Por ejemplo, estimando aquí un par de índices normalizados de opresión política y económica usted puede ponderar asociaciones empíricas. La evidencia muerde (ver Tabla Única). Un paraíso tropical (Cuba) es un desastre socioeconómico opresor; mientras que una nación sobre el hielo (Finlandia), brilla por su libertad, riqueza y hasta felicidad. Al final, las ideas importarían mucho más que los recursos o el clima.

Y nótese. El centro cuesta. No hay naciones ricas, poco corruptas o felices en el Centro Político. Solo es una opción más fácil.

Pero no todo es cómodo. Los datos hacen algo terrible. Irritan a los creyentes. Descubren lo impopular. Y es que la evidencia de los regímenes con alta opresión –la izquierda– hiede (ver casos de Corea del Norte, o Venezuela); mientras que las naciones con baja opresión, la derecha de estos tiempos (Suiza, Dinamarca, Japón o Finlandia), destaca con performances que borran la pobreza o la corrupción burocrática de sus sociedades. 

Nótese que incluso las mismas naciones que se autodescriben como las vírgenes vestales de Karl Marx o el oscurísimo Paul Baran, respetan drásticamente las libertades de su pueblo; mientras que las dictaduras que oprimen aberrantemente, como China o Venezuela y Cuba son etiquetadas como democracias directas y hasta economías de Libre Mercado.

Y advierta un detalle. No es casual la variedad y lo cambiante de los vocablos. Dado lo aciago de la evidencia empírica en los regímenes de izquierda, ellos deben ubicarse discutiendo en planos no cuantificables, retóricos o no epistémicos. 

Pero no nos apresuremos. En las naciones menos evolucionadas ¿a quién le importa que las ideas de izquierda resulten tan tóxicas económicamente? Cometeríamos un error si no tomamos en cuenta que, a las mayorías del planeta, las mueven las creencias (“creo que soy rico”) y los sentimientos (“siento que me roban”). Ni Castillo, ni Petro, ni Maduro, ni Boric resultan elecciones muy racionales. No es casual que el creciente número de mis amigos neomarxistas tratan de justificar tamaña escala de irracionalidad, importando el término Racionalidad Instrumental.

La racionalidad, desdichadamente, nunca es instrumental. Cometeríamos un error aún mayor si no entendemos que nuestros electores no dejarán de creer que ya son naciones ricas (sin ninguna evidencia de ello); y que sentirán que son despojados en busca de un vocablo iluso (la justicia abusadora, fácil o social) o que las ideas izquierdistas en las que fueron educados, resultan la real fuente de su postración. No cambiarán, el atraso está ideológicamente asegurado. Hannah Arendt tenía razón.

Carlos Adrianzén
21 de febrero del 2024

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