Hugo Neira

Encuentros inesperados

En el Perú no hemos terminado de formar la Nación

Encuentros inesperados
Hugo Neira
22 de octubre del 2018

 

Hay incertidumbre desde hace meses, ansiedad y desazón por el rumbo que toma la política y ahora también la economía. Los precios han comenzado a subir y los empleos disminuyen, en lo formal como en lo informal. El antagonismo Ejecutivo y Parlamento continúa. Las democracias, incluso las peores de la región, admiten, quiérase o no, el principio mismo de la existencia de mayorías y minorías, pero esa virtud no nos habita. No hay disputas entre ideologías, dos derechas se enfrentan. Ocurre algo más trivial y al alcance de cualquiera: la animadversión, la repulsión y el odio. Muchos lo disfrutan. Es más cómodo que pensar. Y mientras el horizonte se oscurece, se nos fuga el “hermanito”.

Acaso por todo eso, se entiende que los medios, en particular radios y canales de TV, no solo inviten a políticos, sino a gentes que no son actores directos, como es mi caso. Estuve en esta semana —del 15 al 21— en ATV de Milagros Leiva, el día jueves, y luego en “Enfoque de los sábados” de Raúl Vargas. Y anticipadamente, en el Acuerdo Nacional, el miércoles 17. Lo que describo no tiene ninguna carga de vanidad. Los medios quieren saber qué piensan o sienten las personas, algo más allá de los políticos mismos.

En el Acuerdo Nacional, sabiendo los propósitos de esa entidad, tras una visión global del país, propuse una hipótesis: la realidad peruana escindida. Apelé a mi propia circunstancia, conocí el Perú de mi infancia, era un país pobre, muy pobre. Las masas que reunía en gigantescos mitines Haya de la Torre (y después Barrantes y otros líderes políticos) estaban compuestas por obreros y empleados, con salarios muy bajos, pero esa era una masa de militantes con cultura. La oratoria de Haya oscilaba entre los problemas de las clases dominadas y una clase oxfordiana de cómo andaba el mundo. Y la gente, mayores o jóvenes, lo entendía. Ahora bien, confié que yo reconocía, en este Perú de los inicios del siglo XXI, no solo políticas sin doctrinas ni militancia alguna, sino algo peor, el desprecio al conocimiento.

Entonces, expliqué que la sociedad peruana actual está compuesta de diversas capas sociales emergentes, que mediante el mercado y en gran parte desde la inmensa informalidad, han conseguido entrar al mundo del dinero. No las llamo clases, porque para eso se necesita no solo tener dinero sino conciencia. Una idea de comunidad. No pueden tenerla. Son gente de negocios pequeños o grandes, que compiten entre sí. No son clases medias, son couches o capas. Lo de clase es algo nada simple, y no me voy a extender sobre ese punto. Para progresar y alcanzar a las clases medias cultas, tienen un escollo. La restringida educación que han recibido.

Hace cerca de 40 años que hay una secundaria común sin los cursos que permiten aprender a pensar. Entonces, ¿cómo no vamos a ser ese país poco competitivo que describe el diario El Comercio en un grado de sinceridad y alarma (21.10.18)? Pésimo en adopción de tecnologías, mercado laboral, dinamismo de negocios, ¿cómo, si abandonaron por la cultura digital por completo leer textos o escribirlos? Como se nota que somos maniqueos. O blanco o negro. En otros países, los alumnos tienen su laptop y leen libros. Esa deliberada no lectura es una patología peruana.

Dije algunas otras cosas en ese estupendo foro. Creo haber recomendado un Observatorio del Mundo Actual. Ya que dependemos de la economía mundial. Dije también que vivíamos una época de emergencia de capas medias con dinero, pero sin capital intelectual. De ahí el gusto por los outsiders. De Belmont a Ollanta Humala. Y les recomendé saber asombrarse. Cómo aparece Sendero Luminoso, y cómo desaparece. Cómo un ilustre desconocido vence a Mario Vargas Llosa. Cómo Toledo no resultó el representante del cholo peruano. Y así por el estilo.

Con Milagros Leiva tuvimos menos tiempo, y no se lo reprocho. Presentó a un hombre del pueblo, que viajando muy tranquilo en un bus, viendo que un pasajero estaba maltratando a una muchacha, intervino y le salvó la vida. Se llama Segundo Romero, y es un héroe de nuestro tiempo. Con Milagros, repetí acaso lo mismo: la sociedad peruana ha cambiado y la clase política no entiende las modificaciones de las metas y los comportamientos de la gente peruana.

Fue acaso con Raúl Vargas que estuve más sintético. Dije que la política es tres cosas: la razón, la voluntad y la pasión o emoción. Ahora bien, si la razón desaparece, como está ocurriendo, entonces ya no hay ni izquierda ni derecha. Y las urnas en el 2021 son un agujero negro. Dije que el desplazamiento de los peruanos al mercado y al consumo, se ha hecho con dos riesgos. Por una parte, en los colegios se enterraron a los pensadores peruanos, que eran una escuela de pensamiento para entender el Perú: Basadre, Riva-Agüero, Porras, Sánchez, Haya, Mariátegui, Matos Mar, Flores Galindo. Siguen vigentes, los problemas que estudiaron, ¡han crecido! Los ignoran los jóvenes, creen que con una “aplicación” se resuelven las cosas.

El otro riesgo es que ha arrojado a millones de peruanos a un consumo por encima de lo que ganan. La fiebre por ser rico y en poco tiempo, se ha apoderado de la mentalidad colectiva. De ahí la costumbre de lo ilícito, arriba, abajo y al medio. Por lo demás, recuerdo haber dicho que era muy difícil hacer política en el Perú. “Vivimos en un mundo de necesidades distintas”. En suma, no hemos terminado de formar la nación. Para lo cual la historia del Perú es necesaria. Tampoco hemos terminado de formar el Estado. Queremos desarrollo, riqueza, pero sin reglas. Siento decirlo. ¿Un capitalismo con diversas mafias? Crisis abajo y crisis en las elites, tanto políticas como empresariales. ¿A qué infierno estamos ingresando?

 

Hugo Neira
22 de octubre del 2018

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