Alan Salinas
¿En qué sociedad se hace política hoy?
El sombrío panorama actual de la sociedad peruana
La pregunta con que inicio la columna de hoy quiere —de manera breve— dar a conocer qué tipo de sociedad es la que se ha formado, a partir de la apertura al modelo económico de libre mercado impulsado por el gobierno autoritario de Fujimori. En los noventa, Alberto Fujimori realizó una serie de ajustes estructurales al modelo económico que imperaba en ese entonces, con un exceso de Estado. Ejecutó —para tal caso— medidas que transformaron el Estado en un ente administrador y poco regulador de la economía del país. En lo político, realizó una serie de reformas que paralizaron la descentralización y la planificación; también incentivó la proliferación, sin ninguna regulación, de agrupaciones políticas para desprestigiar a los partidos políticos entonces existentes.
Dichas medidas, entre otros procesos que venían de la crisis de los años ochenta y de la caída del Muro de Berlín, generaron en la sociedad peruana una ética que —hasta la fecha— es muy poco analizada y debatida. Carlos Franco, en su brillante texto “La otra modernidad” (Cedep, 1991) señaló que los migrantes al llegar a Lima se transformaron en una plebe urbana (en contraposición a la élite criolla) que generó un estilo de urbanización espontánea y una cultura chola.
¿A qué cultura chola se refería? Pues a esa capacidad que había adquirido el migrante en Lima (y por extensión, en todas las zonas del norte del Perú e Ica) de confrontar, pero sin romper con el sistema tradicional; condescendiente con vicios como la corrupción, el arribismo, el clasismo y la marginación. Que no vive del Estado y de la política, pero que eventualmente se beneficia de él.
A toda esta situación, se suma —durante más de dos décadas y media— un crecimiento económico sin precedente, que generó un nuevo rico salido desde abajo, cuya expresión máxima es César Acuña. Pragmático y que se jacta de no leer libros: el que hizo dinero lucrando con un derecho básico, como es la educación, y mercantilizando la política peruana a través de su consorcio universitario.
Podemos apreciar también, como sostiene Danilo Martuccelli en “Lima y sus arenas” (Cauces Editores, 2015), que hemos conformado —durante este tiempo— un estilo cultural pernicioso para el país, como es el achorado. El achorado está en todas las clases sociales; es el que no dialoga, el que insulta, grita, judicializa, fomenta la idea de enemigo. Es muy perjudicial para la integración social y la salud democrática del Perú, porque evita desarrollar la idea de tolerancia cívica y la idea de adversario.
Así es, estimado lector, sobre este panorama social es que se hace actualmente política. Sombrío panorama, sí, pero no sé hasta qué punto, dado que —pese a la pésima calidad educativa— estamos generando, a mediano y largo plazo, personas con mínima educación, que NO pueden producir las condiciones sociales para un país democrático. Porque la democracia no solo es votar cada cinco años.
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