LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El regreso de Pizarro y la marcha por la Virgen
Lima, capital mundial de la lucha contra el wokismo
Por el 490 aniversario de Lima, la municipalidad capitalina acordó el regreso de la estatua de Francisco Pizarro al centro de la ciudad, al lado de Palacio de Gobierno, la Municipalidad de Lima y la Catedral del Perú. La estatua del Conquistador del Perú frente a frente con la de Taulichusco, el indígena también fundador de la capital. Así se presentan los hechos.
El regreso de Pizarro al centro de la capital es un cataclismo cultural que movilizará placas tectónicas en la guerra cultural e ideológica que se libra en Hispanoamérica. Es un mensaje claro y directo: el Perú es un país mestizo, la peruanidad no se puede definir sin la convergencia de la tradición hispánica e indígena. O quizá Lima, el Perú, la peruanidad, no pueden definirse al margen de la gesta de Francisco Pizarro, el conquistador del Perú y el fundador del mestizaje nacional.
El regreso de la estatua de Pizarro asimismo es un golpe letal al wokismo neocomunista que pretende resucitar a los pueblos quechuas y aimaras –pueblos esencialmente mestizos, que hablan lenguas originarias con gramáticas redactadas por sacerdotes españoles– como pueblos originarios alejados de la hispanidad. Semejante leyenda histórica, una verdadera aberración cultural, pretende señalar que los pueblos originarios del Perú padecen un dominio colonial y neocolonial de cinco siglos: tres del virreinato y dos del sistema republicano.
El regreso de la estatua de Pizarro es una ola contra el wokismo y confirma la naturaleza mestiza de la peruanidad, enteramente vinculada con las tradiciones occidentales. El renacimiento cultural e histórico del Perú, la recuperación de su verdadera historia y la lucha contra la leyenda negra, no se observa en México, Bolivia ni otras sociedades con grandes presencias indígenas y procesos de mestizaje.
Y como para confirmar que Lima comienza a convertirse en una de las capitales mundiales de la lucha contra el wokismo que desorganiza a las sociedades occidentales, esta semana la comunidad católica nacional se movilizó a nivel nacional en calles y púlpitos contra un panfleto wokista que hacía escarnio de una imagen sagrada del catolicismo. El progresismo retrocedió a tontas y locas, más allá de que el cardenal y obispo de Lima, Carlos Castillo, en un último pronunciamiento, pretendiera quedar bien con la Virgen y los progresistas que pretendieron convertir la imagen sagrada en una profana.
En Chile o España un ataque directo a la sacralidad de una imagen católica no habría levantado semejante polvareda, no hubiese remecido las sotanas de la jerarquía eclesial progresista. Finalmente, en Chile los octubristas de la Convención Constituyente quemaron más de 100 iglesias y destruyeron santos y vírgenes a combazos en la calle para deconstruir la sacralidad cristiana. En España, durante la Guerra Civil del siglo pasado, los comunistas quemaron iglesias, fusilaron sacerdotes y violaron a monjas, también para quebrar la influencia del catolicismo sobre la sociedad hispana. Mirando la España del siglo XXI y el avance de la guerra cultural progresista, al parecer, los comunistas avanzaron bastante en la península.
En el Perú sucede todo lo contrario. Ante cada ataque contra la cristiandad el catolicismo parece fortalecerse. No es un deseo ni tiene que ver con la teología, es pura sociología. Y la buena filosofía nos indica que el país avanza a convertirse en la capital mundial de la lucha contra el wokismo neocomunista.
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