Piero Gayozzo
Los colores de la izquierda Latinoamericana
Estamos viviendo un contraataque para el que debemos estar preparados
A pesar de recibir influencia directa de los sucesos mundiales, la historia política de Latinoamérica ha seguido su propio curso. La popularización del comunismo bolchevique a inicios del siglo XX tuvo repercusión limitada en este lado del mundo debido a la presencia de gobiernos militares en la región que supieron hacerle frente. Además, las condiciones sociales del continente no eran las propicias para que proliferara el sentimiento revolucionario. No obstante, al menos dos olas izquierdistas pueden visibilizarse en el pasado siglo: la ola roja en sus facetas inicial y revolucionaria, y la ola rosa de las últimas décadas, que tuvo una faceta chavista y otra poschavista.
Los primeros partidos comunistas latinoamericanos surgen en la década de los veinte y treinta. La faceta inicial de la primera ola roja logró su mayor auge en países como Chile, Argentina, Brasil y México, pero su proclamada revolución nunca fue llevada a cabo hasta después de la Segunda Guerra Mundial. La etapa revolucionaria de la ola roja inicia en Cuba, con el primer gran golpe de 1959. Aquel año las tropas del comandante Fidel Castro tomaron el control de la isla y desde entonces se impuso una dictadura que ha truncado el futuro de millones de personas. Años después, influenciados por la Revolución Cubana surgieron diferentes guerrillas y organizaciones terroristas de ideología comunista en la región. La primera ola roja se caracterizó por su apego a la lucha de clases, la guerra popular y el uso de la violencia para instaurar gobiernos comunistas.
En Uruguay el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros operó entre los años 1968 a 1972. Con acciones que incluyeron asesinatos selectivos y secuestros. Inspiración guevarista.
Organizaciones menores como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que se opuso al gobierno de Augusto Pinochet en Chile. El Ejército Revolucionario del Pueblo liderado por Mario Roberto Santucho en Argentina. La Guerrilla del Araguaia del Partido Comunista de Brasil activo a finales de los 60 e inicios de los 70. En México la Liga Comunista 23 de Septiembre. En Perú, el terrorismo izquierdista fue algo tardío. En 1980 Sendero Luminoso, dirigido por Abimael Guzmán, inició su guerra popular desde una inspiración maoísta. En la década que estuvo activo, Sendero Luminoso llevó a cabo múltiples masacres, atentados con coche bombas y asesinatos selectivos hasta la detención de su líder en 1992. Otra organización que ensangrentó al Perú a la misma vez fue el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Las Fuerzas Armadas de Colombia - FARC fue la organización terrorista que más tiempo duró (1964-2016), coexistiendo con los cárteles del narcotráfico y diferentes gobiernos hasta lograr un Acuerdo de Paz con Colombia.
El objetivo de la ola roja revolucionaria fue oponerse a las dictaduras militares de aquellos años e intentar tomar el poder por la violencia. Surgió en un contexto internacional en el que dos potencias, Estados Unidos y la URSS, disputaban la ampliación de su esfera de influencia en diferentes regiones. Años después, el tránsito hacia la democratización y el viraje hacia una economía de libre mercado en el continente cambió las estructuras y dinámicas sociales. A partir de los años 80s surgieron movimientos de resistencia que no respondían a organizaciones internacionales centralizadas, sino a demandas populares propias de diversas agrupaciones y contextos. Además de que se alejaron de la violencia revolucionaria para exigir cambios estructurales y aprovecharon el descontento social y la pérdida de confianza en los partidos políticos tradicionales. Estos movimientos sociales son los que décadas más tarde sentarían las bases del resurgimiento de la izquierda latinoamericana: la ola rosada.
La ola rosada en Latinoamérica comenzó con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela en 1998. Desde entonces, el continente vivió la expansión del modelo bolivariano de Chávez en diferentes países. Influenciado por el socialismo del siglo XXI, Chávez intentó promover la “independencia de América del imperialismo norteamericano”. Así, la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa fueron los primeros en estrechar lazos con la Venezuela chavista e intentar emular su modelo de gobierno. Otros gobernantes, como Néstor Kirchner en Argentina, Fernando Lugo de Paraguay y Lula Da Silva en Brasil se aproximaron al líder venezolano, recibieron financiamiento de campaña y crearon bloques de colaboración regional para hacer frente al “imperialismo neoliberal”. Es así como surgen la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) o la Alianza Petrocaribe y el Banco del Sur.
Luego de la muerte de Hugo Chávez y el rumbo más radical y aislacionista tomado por Nicolás Maduro, Venezuela dejó de ser el centro de influencia de la ola rosada en el continente. La caída de Venezuela vino acompañada de la pérdida de legitimidad de muchos gobiernos de su esfera de influencia. El primero en caer fue Honduras, país en el que un golpe militar evitó que su aliado Manuel Zelaya permaneciera en el poder. Le siguieron Ecuador, Brasil y Bolivia. Países en los que la corrupción y el giro autoritario de sus gobiernos estuvo acompañada de la desatención social. El descontento no se hizo esperar y nuevas opciones políticas surgieron. Sin embargo, la ola rosa tiene una nueva faceta.
Esta vez, la nueva ola rosa se ha alejado de Venezuela y ya no mantiene una retórica anti-imperialista, sino que se opone a la oposición de derecha que ha surgido en los últimos años y compite directamente por el poder político. En Chile, Gabriel Boric es el ejemplo del clásico izquierdista renovado que cree en la reforma democrática y apuesta por proyectos progresistas. En Perú, aunque por un par de años, también estuvo presente la extrema izquierda con Pedro Castillo. En Colombia, Gustavo Petro, un exterrorista del Ejército de Liberación Nacional, intenta emular a Pepe Mujica en lo que sería la “redención” de un otrora revolucionario. En México, el gobierno de Sheinbaum intenta empoderar el rol de la mujer entre los líderes de izquierda de la región. Descrita como más radical que su predecesor Manuel López Obrador, no ha dudado en responder a las provocaciones del electo presidente norteamericano Donald Trump. En Brasil, luego de que su condena por corrupción fuera anulada, Lula da Silva retornó a la presidencia. Todos estos ejemplos son recordatorios de que las fuerzas de izquierda persisten en la competencia política. Estamos viviendo un contra-ataque para el que debemos estar preparados pues la izquierda vendrá enarbolando banderas de diversos colores para camuflarse.
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