Arturo Valverde
Educando la mano
Reflexiones de Chejov sobre la puntuación
La puntuación, además de la importancia que tiene para muchos profesionales que recurren a cursos y talleres, ha sido un tema de interés para escritores como Antón Chéjov, uno de los máximos referentes del cuento.
Es el caso del cuento titulado “El signo de admiración (cuento de Navidad)”, en el que el cuentista ruso presenta el caso de Perekladin, un empleado que afirma escribir correctamente en base a la práctica diaria en sus cuarenta años de servicio.
“—¿Y dónde ha aprendido usted a escribir correctamente?
—Me he ido educando la mano… ¡En cuarenta años de servicio ya puede uno educársela…! ¡Claro que, al principio, me costaba trabajo…! ¡Ponía muchas faltas…; pero luego me acostumbré, y ya está!
—¿Y la puntuación?
—La puntuación también… La empleo ya correctamente”.
Más tarde, cuando Perekladin duerme, desfilan en su sueño los signos de puntuación: comas, puntos, signos de interrogación… “¡Las comas se ponen en los diferentes sitios en que hacen falta y en los que no hacen falta…!”. “Cuando una coma es poco y sobra un punto, hay que poner punto y coma… Y en cuanto a los dos puntos, se ponen después de esas palabras como decidieron…”.
Todo parece andar bien hasta que, de repente, aun con los ojos cerrados, Perekladin se enfrenta a los signos de admiración. Entonces surge la duda y los nervios lo dominan: “¡Hum…! Este signo suele ponerse en las cartas: ¡Muy señor mío!, o ¡Excelencia y bienhechor…! Pero y en los papeles de negocios… ¿dónde se pone?”. El empleado se esfuerza por recordar todos esos documentos redactados durante tantos años, pero por alguna extraña razón, ha olvidado cuándo se usan los signos de admiración. ¡Qué pesadilla!
La historia del empleado Perekladin, precisa para citarla en cursos o talleres de redacción, nos recuerda la importancia de dedicar parte de nuestro tiempo a conocer el uso adecuado de los signos de puntuación, fundamentales para la comprensión de un texto escrito.
Un consejo bastante útil para Perekladin, como para cualquier otra persona en los mismos apuros, es cultivar el hábito de la lectura y el ejercicio de la escritura. Leyendo se aprende a escribir y escribiendo se ejercita el correcto uso de la puntuación. No olvidemos que, la manera en que se escribe, puede decir mucho de nosotros.
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