Eduardo Zapata

Emergentes

El lenguaje del racismo encubierto

Emergentes
Eduardo Zapata
19 de diciembre del 2019


Cuando el expresidente García afirmó que durante su segunda gestión la pobreza había descendido de 49% a 21%, se produjeron dos reacciones interesantes. Una que aludía a que este no era un mérito de él, sino consecuencia de condiciones externas; y otra que –aceptando el hecho– subrayaba que se estaba consolidando una nueva clase media ‘emergente’.

Últimamente los medios de comunicación han venido destacando casos –en verdad sistémicos– de racismo, así como de feminicidios o bullyng por defectos físicos. Con tal velocidad y frecuencia que con facilidad el último hace olvidar al anterior, y entonces todo se vuelve tan ´natural´ como –lo dijimos ya– su carácter sistémico.

También hemos hablado aquí de que levantar particularmente los casos de feminicidio y hacer de ellos una telenovela resulta peligroso, porque se convierte el asunto en un caso ejemplarizador. Estudios psiquiátricos nos hablan precisamente de que quienes ejercen violencia contra la mujer han visto en los medios casos similares 10 días antes de su viles acciones. Claro que como el asunto da rating, la ética periodística cierra los ojos ante la evidencia.

Pero volvamos a las cifras de García. Curiosamente tanto los negacionistas como los que aceptaban el porcentaje nos hablaban de la configuración de una nueva clase media ´emergente´. Es decir, introducían un concepto cualitativo a lo que era y es un indicador meramente cuantitativo: la palabra emergente.

El hecho concreto era que un número determinado de personas había dejado atrás los umbrales económicos que significaban pobreza. Y el hecho concreto es que efectivamente estas personas habían alcanzado umbrales cuantitativos que los situaban –según los criterios NSE–en la clase media. Pero he aquí lo decidor de cómo unos y otros trataban el fenómeno. Explícita o implícitamente añadían al dato cuantitativo aquel de la cualificación: la ´emergencia´.

En buena cuenta, resultaba hasta ventralmente incómodo hablar a secas de una clase media que ampliaba la existente. Y es que mientras esta era y es en el imaginario ´blanca´, el ´color puerta´ de los nuevos clasemedieros había que subrayarlo. Y entonces tuvimos emergentes por aquí y por allá. Un ´emprendedor´, eufemismo lingüístico para dejar sentada la marca del racismo. Con otra palabra –como emprendedor– que no esconde tampoco matices de segregación. El empresario formal de la clase media tradicional no emprende nada, solo emprenden los cholos.

No sé si ad portas del Bicentenario de la llamada independencia debamos celebrar doscientos años o –por el bien de nuestro país– el inicio de una independencia que deja atrás por lo pronto atavismos segregacionistas.

¡Ah, el lenguaje y su decir! Para unos la palabra club –de la construcción o de los medios– para sus fechorías; de frente organización criminal para los otros.

Eduardo Zapata
19 de diciembre del 2019

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