Tino Santander
El resentimiento campesino
Sobre la gran frustración que hay en el campo frente el gobierno nacionalista.
Hace unos días, en Huamanga (“Waman Ka”: “toma halcón”), capital de Ayacucho (Ayakuchuq, “rincón de los muertos” o “cortador de cadáveres”), reunido con dirigentes campesinos de Huancavelica y Andahuaylas, debatimos sus clásicas demandas como una vieja letanía religiosa. Exigen: salud, educación, infraestructura productiva, servicios básicos (agua, desagüe, plantas de tratamientos de residuos sólidos, internet, electricidad), política agraria. La lista viene con resentimiento por Ollanta Humala, a quien consideran un traidor.
Evaristo Quispe y Leucadio Zavala, dirigentes de la Federación Agraria de Ayacucho, argumentaron que el gobierno de Humala buscaría dar “un golpe de estado” para librarse de las investigaciones de corrupción “de la Nadine, que se gasta miles de dólares en ropas y joyas de lujo y no sabemos, compañeros, de donde son los dineros, cuando el pueblo tiene tantas necesidades”.
Los dirigentes decían que los cajamarquinos fueron engañados; que a los cusqueños de La Convención van al paro porque les han recortado el presupuesto; y que en San Martín luchan por un hospital. Siguieron los reportes de Apurímac y el Sutep; y de Huancavelica, donde el 65% de los campesinos está en pobreza extrema. El desencanto por el sistema democrático es evidente.
En Lima, el nacionalismo defiende a un congresista sentenciado. La “oposición” juega al gato y al ratón. Amenaza con irse, pero, no se va. El Congreso tiene a Emiliano Apaza Condori, “parlamentario” nacionalista por Puno, sentenciado por contrabando y denunciado por el JNE, y no pasa nada. El Congreso es el reino de la impunidad y la corrupción- dicen los andahuaylinos: “nadies los persiguen, en cambio a los pequeños comerciantes la Sunat nos quita todo”. Los gritos contra el gobierno son unánimes.
En Ayacucho, se dice a sotto vocce que el origen de la fortuna del gobernador regional proviene del lavado de activos; que la economía ayacuchana está distorsionada por “el lavado de los dineros de los narcos; compañeros. Tenemos en cada cuadra de Huamanga dos o tres cooperativas que te persiguen para entregarte dineros mal habidos”. Los ayacuchanos no quieren hablar de la demencia senderista ni de la brutalidad del estado para combatirla, inmediatamente cambian de tema. Todavía están las viejas heridas de una guerra demencial y el miedo a volver a estar en dos fuegos.
Los estudiantes de la Universidad San Cristóbal de Huamanga son hijos de comuneros de Andahuaylas, de Pampa Cangallo, Huanta, Víctor Fajardo y Huamanga. Demandan, con la Cámara de Comercio de Ayacucho, la construcción de un parque industrial ahora que tendrán un ducto del gas natural a Huamanga, “para que los ayacuchanos tengan trabajo y no se vayan a tierras extrañas”.
La historia de los campesinos del Perú, me decía un antiguo dirigente, fue siempre lamento, quejas y algunas veces esperanzas, “estamos hartos compañero de tantas mentiras”. “carajo tenemos que rebelarnos contra estos mierdas que nos engañan”. No supe qué contestar al viejo luchador.
Un dirigente campesino me dijo: “mire compañero Tino, ya no somos los indios asustados frente al hacendado, ni los cholitos a los que le vendías un barco. Ahora somos pendejos y machos como Basilio Auqui”. Me pregunto ¿es posible todavía salvar la democracia o vamos al abismo del militarismo ramplón que impulsa soterradamente el gobierno nacionalista?
Por Tino Santander Joo
16 – jun – 2015
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