Eduardo Zapata

El que no cae, resbala

Lo jabonoso como símbolo de la política peruana

El que no cae, resbala
Eduardo Zapata
15 de enero del 2020


No valdría la pena casi hablar de ello. Porque se trata de uno de los tantos hechos políticos y mediáticos que la prensa y las redes sociales se encargan de convertir una anécdota de mal gusto, en un enfrentamiento más entre lo políticamente correcto y lo incorrecto. Me refiero al caso aquel de un señor candidato de Solidaridad Nacional que –al final de un llamado debate– se acercó al conocido señor Arbizu, su oponente, para “obsequiarle” unos jabones. Una bajeza o gesto de mal gusto (y hasta comunicativamente algo nefasto) fue convertido en una reedición de la lucha entre ´villanos´ y ´héroes´ victimizados. Construidos estos últimos, a veces, a partir de simples anécdotas desagradables. Ciertamente este no es el caso de los ´héroes´ de la Fiscalía, construidos a partir de un caso serio convertido en un
show mediático y perjudicial para el Perú. Pero ese es otro asunto.

No sé qué tipo de asesor en media training o de comunicaciones le puede haber dicho al villano que eso le podía hacer ganar votos. Hasta donde yo sé, el desaseo no es un pecado ni un delito. Poco faltó para que el supuesto especialista en cómo manejarse en medios le recomendase al villano que –precisamente al final del debate– le ´obsequiase´ al señor Arbizu una botella chica de cerveza para decirle a continuación: “Con lo que has dicho hoy, parece que no se te ha pasado. Tómate esta para que la cortes”. En alusión a las difundidas fotos donde su oponente aparece fotografiado en estados alcohólicos lamentables. 

El hecho es que la industria mediática, con sus respectivos trolls y el coro de despistados de siempre, convirtió la anécdota en un tema supuestamente serio: aquel de la identidad racial y el racismo. Tema serio y doloroso, por cierto, en nuestra realidad, pero para nada vinculado al regalo del jabón y al desaseo. Porque desaseados los hay entre blancos, negros, cholos, chinos y demás. 

Pero como nos hemos acostumbrado a hacer de la anécdota política ‘la política’, la estupidez usurpó lo importante. Agravado el asunto por la balbuceante defensa del héroe diciendo: “Yo me baño todos los días”. Y el tema dio para una semana de intercambios verbales entre los buenos y los malos. Obviamente los buenos levantando la bandera del racismo, que no tenía nada que ver con el desaseo.

De modo que el regalón resbaló en la misma superficie jabonosa que había creado. Superficie jabonosa que extendemos día a día levantando anécdotas intrascendentes o convirtiendo jabonosamente lo anecdótico en trascendente. Y así nuestra política oficial resbala permanentemente, y con ello resbala también la confianza del pueblo en una actividad que debería ser noble y decente. 

Si miramos bien, se trata de la misma superficie por la que transita el caso Odebrecht/club de la construcción/industria mediática beneficiada. Donde poco nos falta para que le paguemos con nuestros impuestos una reparación a este trío por el espectáculo ofrecido. Haciéndonos olvidar deliberadamente que por esa superficie resbalosa muchos habían caído. Y reduciendo un tema de traición a la patria a meses más o menos de prisiones preventivas. O a acusaciones teledirigidas contra enemigos políticos.

Eduardo Zapata
15 de enero del 2020

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