Raúl Mendoza Cánepa

El Perú en veinte años

Estudiando nuestra naturaleza y posibilidades

El Perú en veinte años
Raúl Mendoza Cánepa
21 de enero del 2019

 

Es interesante y alentador que el diario que contiene casi toda la historia republicana en sus archivos (El Comercio) tenga como objetivo el llamado “Proyecto Perú 2050”. Es una buena iniciativa para un país en el que la coyuntura política y la decisión instintiva rige el devenir y en el que, por ejemplo, no se tiene idea de las conexiones que deben existir para la planificación de la infraestructura productiva. Se construye un camino que tiene un destino, pero no un objetivo; no se articulan las vías para que los productos de una región en las alturas generen desarrollo desde los puertos.

En ocasiones, las carreteras se desvinculan de una ruta promisoria. Para tener una hoja de ruta sirven los ingenieros o, al menos, múltiples acuerdos con el Colegio de Ingenieros, que nos alcanzan un panorama de las necesidades locales o transversales. Lo mismo podríamos decir de la educación: ¿qué queremos en términos de formación humana y productividad? ¿Y en materia de salud cómo construir líneas comunicantes entre los médicos y las regiones? ¿Cómo dejar atrás el lastre de edificios sin instrumental o el escaso desarrollo de investigaciones y tecnología?

Se suele medir el desarrollo en términos de ingresos económicos familiares, pero se deja de lado el desarrollo institucional ¿Cómo combatir la corrupción en el Poder Judicial? ¿Sabe cuántos planes anticorrupción se han formulado? Se sorprendería. Más, ¿sabe la incidencia de los costos de la injerencia estatal sobre la corrupción y la informalidad? ¿Tiene idea de cuántas pequeñas empresas quiebran al poco tiempo en el Perú por altos costos que el Estado les impone, y por qué en el Perú no solo la burocracia improvisa, sino también los privados? ¿Le han enseñado en las postrimerías de la escuela cómo se hace un plan de negocios? ¿Sabe lo que es el desincentivo tributario?

Probablemente ni los ministros de Economía lo sepan, cuando imponen tasas altas en tiempos de desaceleración para recuperar la recaudación, llevando a la informalidad o a la quiebra a muchas empresas. Quizás los gobernantes ignoren que el crecimiento recauda mejor por vía natural que por presión ¿Y por qué la economía crece? Una mirada al Perú de los últimos veinte años lo dice todo. No es solo el entorno de los precios de los minerales.

El Perú tuvo su menor tasa de crecimiento en 2009 por factores externos, pero en el 2010 recuperó el ritmo y fue en escalada. Fue una desaceleración eventual. Sin embargo, en 2013 la economía tendió a ralentizarse durante años por un fenómeno más gravitante: la falta de confianza empresarial. Muchos proyectos mineros se paralizaron y la inversión en diversas áreas morigeraron sus previsiones. El Presidente de entonces se encargó, por su escasa identificación con el modelo, de diluir la prometedora velocidad que se había adquirido en años previos.

La prospectiva es interesante, como un concepto con el que se puede jugar, como se puede jugar con los contrafácticos o con los dados: son relativamente útiles, pero pasan por alto los fenómenos subterráneos que, como dinamitas de larga mecha, terminan por explotarnos en la cara. Sabíamos que la corrupción existía. La institucionalidad en el Perú fue siempre frágil y los grandes huecos del marco institucional favorecían el patrimonialismo y el mercantilismo (maneras elegantes de una adocenada corrupción).

¿Y si hubiéramos erigido con grandes cimientos un proyecto nacional al Bicentenario hace una década? Suena bien, pero estábamos condenados a descubrir luego nuestra propia descomposición con Odebrecht. La política inspira desconfianza, pero el alud de las empresas brasileñas comprometiendo en investigaciones a casi todos los gobernantes peruanos de las últimas décadas no era un componente de esa prospectiva. Ni las naciones ni las vidas resisten a los cálculos. La imprevisibilidad nos rige con dureza.

No obstante la complejidad y plenitud de saberes y número de disciplinas que exige tener una hoja de ruta para los próximos veinte años, igual de importante resulta evaluarnos, seguir nuestros errores pasados, estudiar nuestra naturaleza y nuestras posibilidades físicas y humanas. El qué somos y por qué estamos como estamos o el qué debimos hacer, son la vía previa para tender puentes al futuro. Entendernos en toda nuestra complejidad es el primer llamado para cambiar.

 

Raúl Mendoza Cánepa
21 de enero del 2019

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