Carlos Adrianzén

El peor de los mitos

¿Es posible ampliar la base tributaria en el Perú?

El peor de los mitos
Carlos Adrianzén
08 de mayo del 2024


Lo confieso. La semana pasada les escribí sobre algunos mitos tributarios en el país. Y adrede… me guardé el peor. El más arraigado. Me refiero a esa barbaridad que sostiene que la salida de nuestros males implica la ampliación de la base tributaria. Es decir, que más gente pague un impuesto (o que pague más). La mayoría cree injustificadamente que en el Perú hoy existe un amplio número de peruanos y extranjeros que no contribuye. Incluso que esta base resultaría inmensa. 

Lo hacen basados en las afirmaciones de: (a) que somos muy ricos; (b) que todos nuestros problemas se resuelven con gastos estatales; y –la afirmación más tóxica y errada– que las autoridades tributarias locales no hacen su debido trabajo en términos de que los más ricos paguen lo que, en justicia, deberían pagar. Así las cosas, nos machacan todo el tiempo que es menester e impostergable “ampliar la base tributaria”. Léase: que todos los que puedan deberían pagar muchos más impuestos.

No existe funcionario por error, congresista ambicioso, candidato contestatario, o tonto de capirote, que no resulte un acérrimo creyente en esta salida mágica. Esto, a pesar de incontables interfectos políticos que fracasaron, fracasan y fracasarán en estos afanes –poco racionales– de “ampliar la base tributaria peruana”. 

Esto sucede en primer lugar, porque en el Perú actual –salvo alguno que otro error estadístico– no existe base tributaria significativa a ser ampliada (léase, contribuyentes adicionales). Contrastar esto será el objeto de estas líneas y de sus tres gráficos. Pero, con su licencia estimado lector, dejaré esta deliciosa tarea para el final. Es menester que enfoquemos tres consideraciones previas.

La primera de ellas nos lleva a aceptar lo obvio. A muy pocos le interesará que le recuerden que no hay base que ampliar. Definitivamente, no a los políticos y burócratas actuales y potenciales. Los quieren engañar contándoles el cuento que quieren escuchar (que sí existe una amplísima base tributaria a mano). Resulta un ardid efectivo, la gente se la cree. Tampoco a los electores de izquierda. Para ellos, lo justo y hasta caritativo, sería que la presión tributaria ideal bordee el 100%. 

La segunda consideración nos resuena que el grueso del resto de los electores y demás desconcertados, tampoco anda atormentado por que les recuerden que no existen esos otros a los que hay que reventar con cargas adicionales (i.e.: dizque para que se hagan o mantengan las calles, colegios, hospitales, etc.). Para todos ellos esto es casi un dogma… o algo muy deseable. Pero esto no es todo. 

En tercer lugar, existe una suerte de discreta amnesia en ciertos ámbitos de discusión. Y es que el ampliar la base tributaria, per se, no es algo inocuo. Es siempre algo destructivo. El gobierno le quita recursos al pueblo (personas, empresas, comunidades, etc.) para gastarlos él. Aquí no les preocupa si estuviese probado que el gobierno gasta mal (ver para el caso peruano las cifras de gobernanza estatal post noventas. Publicadas religiosamente por el Banco Mundial). Sus estimados de corrupción, ineficacia e incumplimiento de la Ley resultan escandalosamente negativos y están en continuo deterioro desde hace décadas (www.worldbank.org). 

A pesar de todo lo anterior, seamos conscientes de que a muy pocos le interesa hoy: o ad portas de las elecciones generales del 2026, les interesará que le recuerden que no habría una significativa base que ampliar. 

Con resignación y dicho esto, procedamos a probarle que, en estos tiempos de sucesivos gobiernos de izquierda, no existe base a ser ampliada. A propósito, quiero enfatizar que, en estas líneas, referiremos como impuesto aquello que define un buen diccionario. Es decir, toda carga legal a los privados para financiar gastos estatales; sean tributos, tasas o contribuciones. 

Técnicamente, me refiero pues a todos los ingresos corrientes del Gobierno General. Tal como lo acredita el gráfico 1, el punto de partida aquí pasa por recordar que en el Perú hay dos tipos de ciudadanos. Los ricos o malos (que viven en Lima, me refiero a Lima Metropolitana, Lima Provincia o la Provincia Constitucional del Callao); y el resto; o los buenos, que viven y pagan muy, pero muy, pocos impuestos y operan fuera del departamento aludido.

Frente a este gráfico, que nos recuerda que Lima aporta consistentemente nueve de cada diez soles recaudados, los argumentos usuales nos dan explicaciones deleznables. Se repite que Lima recauda porque los impuestos los cobran porque las oficinas principales se ubican en este departamento. Nada más torpe que repetir esto. Cada firma elige donde ubicar sus oficinas, los yacimientos son solo una parte de cada unidad. Que alguien decida por usted dónde dormir o almorzar es una arbitrariedad propia de regímenes totalitarios. Alterar esto equivaldría a cambiar todo para que nada cambie.

Pero… ¿y el argumento deplorable de que todos los provincianos no pagamos impuestos porque somos pobres y chabacanos (informales)? Pues, el segundo gráfico de estas líneas, al enfocar la pregunta (¿Quiénes pagan las cuentas tributarias?) expone al ridículo a esta afirmación.

Este segundo gráfico nos recuerda los productos por persona en todos los departamentos del país el año pasado. Los productos de la mayoría de los departamentos peruanos implican ingresos de subsistencia. Si dos de cada tres departamentos consumiesen todo su producto en tratar de alcanzar el nivel de consumo de un limeño, no les alcanzaría. 

Por su pobreza, ergo su debilidad institucional (corrupción burocrática), existen tres tipos de departamentos. Los productos por persona dentro de los rangos B y C del gráfico, contrastan una elevada opresión tributaria.

Recuerde aquí el círculo vicioso. Global y regionalmente, la pobreza se asocia a menores niveles de producto, esto a mayor debilidad institucional (mayores corrupción, ineficacia e incumplimiento burocrático de la ley). Y esto, cierra el círculo hacia menores ingresos y mayor pobreza. 

Ergo, todo está diseñado para que las cuentas fiscales las pague Lima y el resto se estanque.

En esta misma dirección, la tercera figura descubre un detalle del que casi nunca hablamos. 

Me refiero a los altamente destructivos niveles de presión tributaria aplicados a quienes operan en Lima. Si, basados en las cifras publicadas del IGV interno y del impuesto a la renta recaudados por departamento (y sus regularidades) se pueden esbozar estimados de los niveles de presión tributaria por región (ver gráfico 3). Coexisten departamentos con una presión tributaria aberrante (36%) y otros, inexistentes (1%).

Reconozcámoslo: la abrumadora mayoría de los departamentos peruanos no experimenta mayor presión tributaria. Para desgracia de todos –y de los Limeños–, tanto Lima Metropolitana y el Callao cuanto Lima Provincia, sufren una destructiva tasa de presión tributaria. 

La grita provinciana ha funcionado… para mal. Los departamentos plañideros reciben muchos más recursos de los limeños de lo que ellos mismos aportan por impuestos en su área.

Tratando de sintetizar lo encontrado, el fondo de la historia aquí desarrolla tres aristas –me perdonará por la coincidencia de vocablos el actual ministro de Economía y Finanzas– 

  1. Lima está sufriendo una escala de recarga tributaria altamente depresora de su actividad económica. No es casualidad que su crecimiento real de su producto por persona resulte de 0.7% en los últimos cinco años. Lima está virtualmente congelada hace un quinquenio...
  2. El problema de la bajísima presión tributaria de los 23 departamentos ubicados fuera de Lima contrasta su debilidad institucional. Puntualmente su estimable altísima corrupción burocrática. Esto retroalimenta su estado de severo estancamiento.
  3. La salida en los dos casos resultaría la misma. (I) Reforma del Aparato y las prácticas de la Gobernanza Estatal; (II) Simplificación Tributaria; y reducción drástica de la opresión estatal, en todos los ámbitos políticos y económicos de la Nación.

No podría cerrar sin enfatizar un punto. Estamos en el mismo barco. Bajo un régimen de continuada demolición tributaria en Lima y tolerancia a la prostitución institucional provinciana, el empobrecimiento creciente del resto del Perú se da por descontado.

Carlos Adrianzén
08 de mayo del 2024

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