Tino Santander
El neomilitarismo ramplón
Una visión crítica del pensamiento político del presidente Ollanta Humala
Ollanta Humala representa la versión neomilitarista en el siglo XXI, de un neomilitarismo ramplón que aparenta ser demócrata pero que en realidad es un peligro para nuestra incipiente democracia. La incapacidad y falta de liderazgo de Humala para conducir el país y el gobierno ponen en riesgo el sistema republicano. La confrontación política chabacana y la ineficiencia gubernamental, la corrupción de los “amigos” del presidente, fomentan un gran desprestigio del sistema democrático.
El militarismo según la Real Academia Española es “La preponderancia de los militares, de la política militar o del espíritu militar en una nación”. En el Perú, el militarismo nació con la independencia. Los militares asumieron el poder político ante la ausencia de una clase dirigente. Los inicios de la RepÚblica fueron épocas de caos y de disputas por el poder.
El segundo militarismo nació con la derrota de la guerra con Chile y se prolongó entre 1883 y 1895. Esta época coincide con la segunda revolución industrial y el incremento de las exportaciones de caucho. Surge Manuel González Prada, que denuncia la marginalidad y la servidumbre del indio a quienes proclama como los legítimos peruanos.
El tercer militarismo es la etapa de la consolidación de la plutocracia y la de la naciente industria nacional. Se inicia con Sánchez Cerro y termina con la brutal dictadura Odriista, en 1956. El cuarto militarismo nace con Velasco Alvarado -el mesianismo “estatizante y revolucionario” de la Fuerza Armada-. El programa aprista y socialista de la década del 30 es implementado por el militarismo populista: la reforma agraria, la nacionalización y estatización son banderas del nacionalismo velasquista.
El militarismo cleptocrático que surgió con Fujimori tuvo su origen en la ansiedad por orden del Perú. La guerra interna que asoló el país y la incorporación al sistema financiero mundial obligó a reformas estructurales que “solo se podían realizar” desde un gobierno autocrático. Fujimori y los militares envilecieron la política, degradaron las instituciones y fomentaron la fragmentación política. Los tecnócratas de la década de los 90 liberalizaron la economía y sentaron las bases del crecimiento económico.
El neomilitarismo ramplón de Ollanta Humala surge de la visión romántica del velasquismo. Es un “nacionalismo” confuso (retorno al Tawantinsuyo, Isaac Humala; socialismo del Siglo XXI, Hugo Chávez; el liberalismo de Mario Varga Llosa; el “pensamiento” tecnocrático de Miguel Castilla, Piero Guezzi, etc.). Ollanta Humala, está atrapado en una camisa de fuerza. No cree en la democracia. No sabe a dónde va. Tiene miedo. Su “fantasía” -como diría el jurisconsulto Figallo- es ser Agustín Gamarra, y Nadine una reencarnación de la mariscala Francisca Zubiaga. Pero, la realidad es otra. Está acosado por la prensa que denuncia el patrocinio ilegal de Figallo a su amigo Martín Belaunde Lossio. Enredado en sus mentiras y contradicciones. Por ejemplo: niega su amistad con Rivera Idrogo, pero asiste a los saraos navideños organizados por su jefa de prensa Blanca Rosales. Eso explica sus reacciones y declaraciones destempladas.
El militarismo ramplón de Ollanta Humala; el cleptocrático del fujimorismo; la brutalidad criminal de Sánchez Cerro y Odría, tienen en común su desprecio por la vida civil y la democracia. Tienen como estrategia desprestigiar la política vulgarizando el debate, amenazando a quienes enfrenta con la ley (procuradora Yeni Vilcatoma) el latrocinio de sus amigotes. Los militarismos no respetan a los ciudadanos, creen que todos son sus subordinados. Los peruanos estamos advertidos.
Por Tino Santander Joo
(16 - dic - 2014)
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