Delia Muñoz

El modelo combi de la reforma constitucional

Debemos consolidar la cultura democrática, no el diálogo de barras bravas

El modelo combi de la reforma constitucional
Delia Muñoz
03 de junio del 2019

 

“El problema de la informalidad también es culpa de las autoridades” (Rolando Arellano)

 

Somos un país que hemos forjado una sociedad informal, en la cual la evasión a la norma constituye el sustento de la cultura “chicha” que subsume y avasalla el estado de derecho que trae normas tributarias, laborales, de propiedad y más de 30,000 leyes que, por supuesto nadie respeta. Salvo que te vuelvas enemigo de alguien poderoso y te endosen un colaborador eficaz de algo. Como consecuencia, hoy somos una sociedad donde todo vale: se filtran videos privados, investigaciones reservadas y declaraciones que para que sean eficaces deberían estar protegidas. La seguridad jurídica acercándose peligrosamente a cero. ¡Y el nivel de inversiones no está parado sino demorado, dice un ministro!

Ocurre que ahora, además de ese caos natural que vivimos en forma cotidiana, se suma el fenómeno de la chicha constitucional moqueguana, que no es otra que las nuevas teorías de reforma constitucional que provienen de los despachos de justicia y del premier, que se sientan en las áreas más complicadas de la ciencia política: la de la reforma de la Constitución.

Esta ciencia densa y llena de historia, que se sustenta en la necesidad de establecer los acuerdos sociales que rigen a una nación y de determinar los mecanismos de control del poder, ahora pasa a ser interpretada al ritmo de la lectura literal, la sonrisa de medio lado y el jojolete de trasfondo, con asesores que gustan de la innovación jurídica. Sorprende la ausencia de respuesta política firme y contundente de “los representantes del pueblo”, que son los congresistas.

Solo se encuentra la mirada de asombro de algunos contados ciudadanos que se han quemado las pestañas leyendo la historia y la doctrina de la regulación política, que constituyen el sustrato de todo estado democrático, y también opiniones aisladas de algunos medios de comunicación. La gran mayoría está feliz, esperando que el poco andamiaje jurídico que tenemos se caiga y, claro, así seremos la selva completa donde reinen el capo de la coca, los señores de la minería ilegal, los millonarios del contrabando y los extorsionadores de tierras. ¿Me olvido de alguien? ¡Póngalo usted!

¿Qué está pasando? Solo que los principios sobre los cuales se sustenta nuestra informal democracia resultan incómodos y preferimos sacar al comendador que llevamos dentro, en vez de trabajar para tener políticas públicas adecuadas que permitan ampliar la base tributaria, mejorar la educación, luchar por la reforma laboral tan necesaria, troika mínima indispensable, para seguir en la lucha del progreso. Pero se deja todo de lado y se decide una cruzada para cuestionar la legitimidad de nuestro modelo constitucional.

Hoy en día el sustrato del discurso combi reformista constitucional, al amparo de las voces de los pobres —eso dicen— pretenden volver elitista la literatura constitucional y las buenas formas democráticas, cuando en realidad lo que se busca es imponer restricciones a los contrincantes políticos o jurídicos, para evadir los mecanismos de control y hacer y deshacer de la cosa pública.

Debemos consolidar la cultura democrática, no el diálogo de barras bravas ni la imposición del tomador de carreteras. Y siéntese usted autoridad designada, con respeto, ante la autoridad elegida por el soberano, así no le simpatice, y debata, llegue a acuerdos, que todos deseamos cambios. De eso se trata la democracia, y lo primero sería mostrar que el Estado de derecho, que tanto esfuerzo nos viene costando, va por delante.

La inmunidad debe ser debatida. Hoy en día es tendencia que presidente, ministros y altos funcionarios, más congresistas solo la tengan por delito de opinión y acciones de función. Para todo lo demás la justicia procede de inmediato, algunas veces con la intervención de la Corte Suprema.

La democracia interna de los partidos políticos, claro que debe ser regulada, pero con reglas que permitan mejorarlos y ampliar la participación de los ciudadanos dentro de ellas. Se debe escuchar las opiniones no solo de expertos de escritorio, que de la vida a veces no sabemos, sino consultando con quienes realizan tarea política.

La regulación de los pesos y contrapesos, entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo debe responder a un modelo propio, recordando que el objetivo no es la aniquilación o el triunfo de uno sobre el otro, sino la búsqueda de soluciones para las controversias políticas.

Utilicen los preceptos de la Comisión de Venecia, que si bien es netamente europea, hoy viene aportando criterios para lograr las reformas constitucionales en diversos países. Entre esas reformas están la necesidad de tener un balance para evitar la rigidez de las instituciones constitucionales, la necesidad de contar con un sistema coherente del sistema político del país, el balance entre poderes (teniendo presente el principio de cooperación interinstitucional), el desarrollo de la reforma judicial, las garantías para el respeto irrestricto de los derechos fundamentales, los procesos de reformas electorales y las regulaciones para limpiar la administración pública de incompetentes y corruptos.

Todo proceso de reforma, debe tener como base que no existe un modelo constitucional único. Pero los cambios deben de darse en un clima de transparencia y respeto; de preferencia buscando consensos, que son los que dan legitimidad; y recordando que podemos dar el ejemplo de cómo subir a la combi sin empellones.

 

Delia Muñoz
03 de junio del 2019

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