El médico sapiencial

El 22 de mayo pasado, el ministro de salud Víctor Zamora anunció que el Estado recién empezaría a enfatizar la atención primaria a la pandemia en sus primeras fases, a partir del lunes 25. Añadió, como excusándose: «En la primera etapa, nosotros hemos puesto mucho énfasis, porque ese era el mensaje mundial, que debíamos fortalecer las unidades de cuidados intensivos y la hospitalización y con el progreso del conocimiento y de la ciencia (sic) ahora nos demanda una expansión de nuestra atención primaria para poder estar más cerca de los pacientes» (min. 27:14-27:45). Como sabemos, el «fortalecimiento» de las UCI y de la hospitalización no fue más que una ficción. Y los médicos del Perú entero lo saben, pues están al borde de la huelga. Si esas fueron las partes fortalecidas, no quiero saber cuáles fueron las descuidadas. 

Pero ¿qué tan cierto es que el «mensaje mundial» era solo de fortalecimiento de la hospitalización y las UCI y que el «avance de la ciencia» es el que ha demostrado recién ahora que debía hacerse atención primaria? Ya el doctor Vladimir Zelenko, desde el 23 de marzo, sostenía que era fundamental que el tratamiento sea en los primeros momentos, y que había que evitar precisamente la hospitalización por todos los medios. Cosas similares dijeron y dicen los doctores Didier Raoult y María Eugenia Barrientos. Los resultados de haber hecho caso –y mal– a ese supuesto «mensaje mundial» son trágicos y elocuentes. 

Entre las muchas diferencias que existen entre Zamora y los doctores mencionados hay una fundamental: Raoult, Zelenko y Barrientos son médicos sapienciales. Y aquí en el Perú, tenemos a nuestras políticas de salud en manos de meros funcionarios que aplican protocolos de la OMS o de cualquier otro lobby global, usualmente siniestro (la industria farmacéutica o las oenegés abortistas) de manera acrítica y sin ningún conocimiento de la realidad nacional. En la mayoría de casos, por razones burdamente crematísticas.

El médico sapiencial, en cambio, está abierto a la realidad en su complejidad y riqueza. Es personacéntrico, sabe que no hay enfermedades sino enfermos, y que cada enfermo es una persona. No ignora la ciencia –la verdadera, la que es, como diría Aristóteles, conocimiento por causas– y sabe que debe aplicarla a una realidad contingente y variable. De ahí surge su creatividad y flexibilidad. No es un simple mimético que, por temor a ser criticado, solo copia los gestos y eslóganes externos de organismos o figuras «prestigiosas» políticamente, sin comprenderlos. Por sobre todo, el médico sapiencial es un conocedor del medio humano, cultural, social, económico y espiritual donde ejerce. Muchos de los descalabros del Gobierno (sanitarios y económicos) obedecen a su desconocimiento de la realidad del Perú: desde los bonos bancarizados hasta la cuarentena generalizada y uniforme que ignoraba particularidades regionales climáticas y culturales. De haber contado con médicos sapienciales los resultados habrían sido distintos.

Estoy seguro de que todavía existen en el Perú médicos sapienciales, en la senda de san Martín de Porras, del doctor Valdés, de Daniel Alcides Carrión, de Carlos Alberto Seguín, entre otros muchos. Pero es urgente que eleven su voz, sin temer los ostracismos ni los ataques. 

Y como recomendación final, quisiera invitar a leer un libro que retrata de manera muy evocadora a un médico sapiencial. Se trata de la Historia de San Michele, de Axel Munthe, libro de memorias muy famoso en los tiempos de nuestros abuelos, pero ahora lamentablemente olvidado. Ahí se observa la peculiar relación espiritual del médico con la vida de todas las criaturas –incluidos los animales– y la dimensión poética, casi religiosa, del diagnóstico, la terapia y el acompañamiento.